Entrevista | Carlota Corredera Periodista y presentadora

"Ojalá un día se deje de pagar un precio tan alto como el que he pagado yo"

"Ser viguesa distinguida es el máximo orgullo", apunta la presentadora

La periodista y presentadora viguesa Carlota Corredera.

La periodista y presentadora viguesa Carlota Corredera. / JOSÉ LUIS ROCA

Después de un año alejada de las cámaras tras su despedida de “Sálvame” y su participación en el programa “¿Quién es mi padre?”, Carlota Corredera emprende una nueva aventura profesional en forma de video podcast y, sin decir adiós a la tele pero sin detenerse a la espera de que le salga un proyecto a su medida, siente que necesita comunicar como respirar y que tiene mucho que decir desde las redes sociales a su audiencia, especialmente a las mujeres en su franja de edad (va a cumplir 49 años). La periodista, directora y presentadora viguesa, una de las más reconocidas y queridas de la tele en España, mantiene intacto su activismo feminista y su militancia como gallega, algo de lo que presume con orgullo en cuanto tiene ocasión.

–Inicia un nuevo proyecto profesional en forma de video podcast, ¿en qué va a consistir?

–Es la primera vez que hablo del tema. En el vídeo que hice público en redes hace dos semanas hago una declaración de intenciones de lo que me apetece hacer: soy una persona que necesito comunicar como el respirar y si ahora mismo no hay un proyecto para mí o no estoy para los que hay en la televisión más convencional, tengo que reinventarme; todavía no he grabado ningún episodio, pero pronto se podrá empezar a consumir.

Cuando he dado un paso atrás de la rutina diaria, del mambo de la tele, me he dedicado a ver cómo está el mercado, que ha evolucionado mucho, se consume el ocio de una manera distinta, y como soy consumidora de los podcast, hemos emprendido directamente mi marido y yo juntos esta aventura del video podcast, tanto del mío como de otros que podremos producir para otras personas.

–¿Esto supone un adiós a la televisión o volvería si la llamasen?

–En la tele estoy en barbecho, como cuando se dejan descansar las tierras para que luego den mejores cosechas. Nunca he dejado de trabajar desde casa en proyectos, no quiero dejar la tele (otra cosa es que la tele me quiera dejar a mí, pero creo que no ha llegado ese momento) y más pronto o más tarde volveré; de momento, mientras eso no sucede, creo que no se debe quedar uno parado y menos en un proceso vital como el que estoy viviendo yo, que voy a cumplir 49 años. No estoy en la menopausia pero ya estoy en proceso de cambios físicos, tengo algunos síntomas de la perimenopausia y me interesa mucho dar visibilidad a este tema. El espacio de los podcast está muy cubierto para la gente joven y bastante más abandonado para las mujeres de mi franja de edad; además de tener charlas interesantes, en mi video podcast me interesa hablar de salud mental y física de las mujeres que estamos en ese punto. Según la esperanza media de vida en España, yo ya he pasado más de la mitad de los años de mi vida y me quedan, espero, otros cuarenta años más con muchas cosas por hacer. Las mujeres debemos reclamar que tenemos que seguir ocupando los espacios aunque cumplamos años porque da la sensación de que a partir de una determinada edad desaparecemos de la escena pública; se ha hablado de lo que les sucede a las actrices y a las cantantes, pero las presentadoras y periodistas también tenemos que reivindicar que cumplir años es un valor añadido, no resta, tendría que sumar.

"Las mujeres tenemos que evitar que nos silencien a partir de una determinada edad en que dejas de ser fértil y parece que somos objetos inanimados”

La periodista gallegaemprende una nuevaaventura profesional con su video podcast Superlativas. //  José Luis Roca

La periodista gallega emprende una nueva aventura profesional con su video podcast Superlativas / José Luis Roca

–Precisamente Carme Chaparro decía recientemente en una entrevista en este suplemento que cumplir 50 le lleva a sentir más que nunca que necesita la aprobación de la gente, que en la televisión a la mujer no se le permite envejecer, ¿usted se ha sentido esclava de la imagen cuando se sometió a una dieta para adelgazar o ahora, en esta etapa de su vida?

–Eso es así, no es tanto que busques que te quieran, pero hay que reivindicarse y si intentan silenciarnos, evitarlo. Y esa es parte de mi lucha feminista, que mantendré donde se pueda escuchar mi voz. En el caso de la imagen, somos esclavas también fuera de la tele, los cánones de belleza que nos exigen a nosotras no se los han exigido a ellos jamás. A las actrices de 40, 50 o 60 años se les exige una fotogenia, una madurez serena, y ellos pueden estar calvos y gordos que no pasa absolutamente nada. Por eso es tan importante cuando se oye a mujeres, sobre todo de fuera de España, como Emma Thompson o Kate Winslet, decir “por favor, dejen de perseguirnos, déjennos vivir”.

Hasta ahora era terrorífico para una mujer decir que tenía la menopausia, por eso fue maravilloso ver el otro día a Drew Barrimore, la que era la niña de “E.T.”, entrevistando a Jeniffer Aniston en un programa matinal en Estados Unidos decir que le estaba dando su primer sofoco en directo; sé de compañeras que han tenido algún tipo de síntoma en la tele y se han esforzado por disimularlo, creo que son pasos que nos quedan por dar, hay que hablar de esto porque parece que dejas de ser fértil y directamente de aquí al cementerio o como que ya somos muebles u objetos inanimados.

–¿Se puede vivir hoy en día de un formato independiente en redes sociales, sin un apoyo de un grupo mediático?

–Te lo contaré cuando me ponga en marcha, ahora no lo sé. De todas formas, no he dejado de tener ingresos por trabajos puntuales y publicidad, aunque no haya estado tan presente en la tele y evidentemente si hay algo que he tenido muy claro, porque tengo una gran mentora en eso que es mi madre, es que tienes que saber administrarte e intentar no vivir nunca por encima de tus posibilidades, aunque haya épocas en que las cosas te vayan muy bien. En esta profesión he visto mucha gente que se le ha ido la situación de las manos, es cierto que yo durante algún tiempo he tenido una situación económica mucho más boyante de lo que hubiese podido pensar cuando vivía en As Travesas o iba al instituto de Santo Tomé, en Vigo, y aunque no soy austera, a la hora de organizarme las cuentas nunca pierdo de vista que tengo una hija. Lo de “Sálvame” no es lo habitual en la tele, donde los programas suelen durar tres meses, no catorce años, y los profesionales vamos como titiriteros, como los de la orquesta Panorama van de fiesta en fiesta. Yo entré con 35 y me fui con 48. En la tele hay que tener la cabeza muy bien amueblada e intentar guardar para las épocas de vacas flacas.

–¿A qué cree que se debe el final de emisión de “Sálvame”?

–No voy a entrar en las razones que se han dado, al final es una decisión de empresa. Ahora mismo mi mayor anhelo es por la gente que se va a quedar sin trabajo, ojalá más pronto que tarde haya nuevos proyectos de la productora para recolocar a la mayor parte de los compañeros, ojalá a todos. Como les digo a ellos, yo ya llevo un año fuera de allí y la vida sigue, te da vértigo cambiarte de empresa, sobre todo a ciertas edades –la mayoría del equipo está entre los 40 y 50 años–, entiendo su incertidumbre, pero si hay una marca televisiva que ha tenido detrás un equipo excelente es “Sálvame”, hay mucho talento que a lo mejor ahora en lugar de estar tan concentrado se dispersará, pero yo les auguro un buen futuro y les deseo que la transición a lo nuevo sea lo más corta posible.

"No todo lo que se ha hecho en ‘Sálvame’ en catorce años es defendible, se han cometido excesos, pero hemos construido una forma de hacer tele que ya se va a quedar”

–Con él se acaba un formato de éxito durante más de una década, ¿qué cree que ha aportado usted a ese capítulo de la historia de la televisión y qué le ha aportado a usted?

–Siendo consciente de que no todo lo que se ha hecho en el programa es defendible y que el “Sálvame” de hace catorce años hay que verlo con los ojos de hace catorce años y no con los de hoy, estoy muy orgullosa de haber sido una de las fundadoras, porque puse la primera piedra con Raúl Prieto y con Jorge Javier Vázquez, y hemos construido una manera de hacer tele y de comunicar que ya se va a quedar. Vendrán otros programas, espero que muchos, pero es difícil igualar lo que he vivido ahí: he tocado techo de aprendizaje de horas de tele, tanto delante como detrás de las cámaras, he conocido a mi marido, he sido madre, he crecido dentro del programa tanto profesional como personalmente. Nos deja una huella enorme a las personas que hemos trabajado dentro y también a la audiencia. Se habrán hecho cosas mal, se habrán cometido excesos, pero también reto a cualquier persona, a cualquier profesional, a que se radie durante seis horas diarias en su trabajo y no se cometan errores.

–¿Qué momentos recuerda como las más gloriosos y cuáles como los más amargos?

Me quedo con las rachas en que me he reído mucho y con la labor de compañía que se hizo durante el confinamiento. También he llorado mucho porque soy muy empática y me mimetizo con el de al lado. He pasado tardes muy complicadas, sobre todo cuando había tensiones entre los colaboradores. La gente decía si estaba guionizado, ¿cómo vas a guionizar eso?, era tan de verdad que lo difícil era dejarlo en la tele cuando acababa el programa, lo más complicado era desconectar, era como un superreality a lo bestia, los colaboradores también tienen sus vulnerabilidades y miedos. 

–¿Cómo ha sido para Carlota Corredera este último año y medio?

–Ha sido raro porque soy una persona acostumbrada a tener mucho tute, desde que puse mi primer pie en Madrid en el año 1998 sí he tenido parones laborales, pero cuando he estado trabajando ha sido de una manera muy intensa. Este año y medio de parón ha sido un aprendizaje, hay cosas que he echado de menos y otras de más. He intentado ser positiva, cuidarme, escucharme y cuidar de mi familia; intento buscar las ventajas de las nuevas situaciones, que están para aprender, y cuando paras después de tener encima tanta tralla, picos de estrés y sobreexposición necesitas un tiempo de descompresión y tranquilidad en el que también he recuperado la lectura y he visto series. En enero ya empecé a plantearme lo del podcast y decidí emprender.

–¿Siente que ha tenido que pagar un precio muy alto por su implicación en la docuserie de Rocío Carrasco?

–Sin duda, eso lo tengo clarísimo, lo he pagado carísimo; si a lo mejor no me hubiese implicado tanto, las cosas hubiesen sido de otra manera, no lo sé, pero estoy plenamente convencida de lo que hice y cómo lo hice, eso no quiere decir que no me haya equivocado y que sea perfecta, pero mi compromiso está intacto. Al final apoyar a Rocío no era solo apoyarla a ella sino a todas las víctimas de la violencia de género y yo siempre he estado muy concienciada con el tema. La recaudación de las ventas de mi libro “Hablemos de nosotras” la doné a los huérfanos de la violencia de género, mi compromiso es real, no es postureo ni un quedar bien. Evidentemente aún hay mucho machismo en este país y cuando tu reivindicas, no te callas y eres peleona ante determinadas injusticias se sigue pagando un precio por ello. Ojalá algún día se deje de pagar un precio por defender a las víctimas de la violencia de género.

  • Hablemos de nosotras

    Carlota Corredera
    Grijalbo

–De poder volver atrás, ¿cambiaría algo de lo que hizo en ese programa?

–No, lo haría exactamente igual. Además, no hay que olvidar que el programa “Rocío, contar la verdad para seguir viva”, a pesar del mantra de trumpismo que hablaba de faking views [falsas audiencias], registró los mejores datos de audiencia de Mediaset en los últimos años. Solo hay que acudir a las hemerotecas.

–Dicen que en los fracasos una se da cuenta de quiénes son sus amigos y quiénes le rodeaban por su éxito, ¿lo ha podido constatar?

–Sí, pero también tengo que decir que no me he llevado sorpresas de personas que me importen. Hay gente de la que esperas cien y te dan ochenta y gente de la que no esperas nada y no te dan nada. Si la gente que para ti es fundamental desaparece, sí que tus cimientos se caen, pero eso no me ha pasado; mi vida de fuera de la tele es muy rica, más allá de mi familia, que lo es todo para mí, tengo muy buenos amigos, un entorno muy sano en Madrid, aparte del que tengo en Galicia, que es maravilloso. Los que se han ido sumando por el camino, algunos han desaparecido, pero no eran prioritarios.

–¿Algunos de esos “prioritarios” son compañeros de la tele?

–Sí, algunos son de “Sálvame”. Cuando estaba en el programa sabía perfectamente con quienes podía contar y con quienes no. No tenemos por qué ser amigos de los compañeros, la amistad la valoro muchísimo, tengo dentro de “Sálvame” a gente que considero mi familia y a otra con la que no tengo relación fuera del trabajo. A estas alturas creo que ya llega un punto en que el olfato se te agudiza y a la gente la ves venir, sabes quien te quiere de corazón y quien es solo un compañero, pero eso no quiere decir que no me equivoque, soy la persona más confiada del mundo.

Un grupo de mujeres feministas boicotean un acto de Irene Montero

PI STUDIO

–Usted hizo de moderadora en el acto institucional del Día de la Mujer en el que un grupo de feministas increparon a la ministra Irene Montero por la ley trans, ¿cómo vivió ese momento?

Fue un momento supertenso, a mí me contactaron en enero desde el Instituto de la Mujer porque querían hacer este acto institucional centrado en la educación sexual, un tema importantísimo para mí, que soy madre de una niña de ocho años y vivo con terror lo que está pasando con las violaciones grupales y con la violencia sobre las mujeres cada vez más jóvenes, creo que el tema de la educación sexual es una asignatura pendiente. Desde que dije que sí estaba dispuesta a moderar el acto. Hasta el 8M surgieron problemas y tensiones entre el ministerio y parte del feminismo, que derivaron en esa situación tensa que al final se pudo resolver: se escuchó a las dos partes, sobre todo el tema con las mujeres trans, que es donde hay el mayor escollo, y al final hice mi trabajo de moderadora. Algunos amigos me decían que yo ya estaba acostumbrada de “Sálvame”, pero  no es lo mismo un plató de televisión que un acto institucional en el que vienen un grupo de mujeres a enfrentarse con la ministra. Heredé de mi padre la serenidad, algo que me ha venido muy bien. Tengo mi genio, pero de entrada soy tranquila, eso me ha ayudado en el trabajo, tanto detrás como delante de la cámaras, esa serenidad me vale para mediar en conflictos. Y también tengo callo.

–¿Qué opina de la situación política actual tras las elecciones del 8 de mayo, las próximas del 23 de julio y el ascenso de Vox?

–Hay temas de los que no me gusta hablar porque hay gente a la que no me gusta nombrar y nunca nombro. Para mí a la gente que es negacionista de la violencia de género lo que mejor les funciona es que se les haga caso, se les retuitee y seamos altavoces de su mensaje; creo que buscan continuamente el enfrentamiento y de eso viven. Públicamente no digo a qué partido voto, pero de entrada yo estoy con las mujeres y el feminismo, y con las víctimas de la violencia de género. Hay momentos en los que hay que poner pie en pared porque hay una cosa que no se debate y son los derechos humanos, si cruzamos esa línea, esto es la barbarie; ha costado tanto avanzar en tantas cosas que a cualquier persona, partido o movimiento que venga a cuestionar los avances que tengan que ver con las mujeres les digo que yo, de entrada, no debato derechos humanos.

–Es inevitable hablar de su procedencia gallega, ¿cuál es el Vigo que recuerda como el paraíso de su infancia?

–Mi paraíso eran los viernes cuando bajaba del autobús del colegio Alborada y me tocaba baño y después ver el “Un, dos, tres”, era mi momento favorito de la semana. También estar en la playa de Samil, mi madre ponía la toalla en Semana Santa y la quitaba en octubre, nos quedábamos siempre enfrente del bar Las Olas, ella nos decía “no os perdáis”; era la época del megáfono con el “se hace saber que se ha perdido un niño”, de las fanecas, que me han picado, del tobogán de San Remo, del Castro, donde aprendí a patinar a base de trompazos, del aperitivo y el helado en la Alameda y, por supuesto, de ir todos los veranos una vez a Cíes. También pasé mucho tiempo en Lavadores porque la familia de mi madre es de Santa Cristina. Nací en el hospital Povisa, que estaba a un minuto andando de mi casa, y luego nos mudamos a Coia, fui al colegio Alborada y me chupaba cuatro viajes al día en autobús. Salvo por eso mis recuerdos son muy buenos, tanto de los compañeros como de los profesores, fui una niña superfeliz allí. Me fui de Vigo en 1992 a estudiar Periodismo a Santiago y ya llevo más de la mitad de mi vida fuera. Estoy muy orgullosa de ser viguesa, amo profundamente mi ciudad, me criaron en el viguismo, lo he mamado en mi casa. Me parece importante reivindicar mis raíces y mantenerlas; soy gallega y viguesa, y ejerzo como tal.

– Además es Viguesa Distinguida.

–Aún no me he recuperado del sofoco que me dio cuando me lo dijeron, ahí sí que colapsé, creo que fue el día más feliz de mi vida. Pasaron por mi mente todas mis ausencias, las personas con las que no podría ya compartir ese orgullo que para mí es el máximo de mundo, después de eso ya me pueden dar el Pulitzer o el Ondas que no se pueden comparar con ser viguesa distinguida. Guardo en el corazón el día de la ceremonia, era 2020 y salgo en la foto con mi placa y la mascarilla. Si paso más de dos meses y medio sin ir me empieza a entrar la ansiedad de que estoy en el centro del mapa de España y que necesito oxígeno, mi playa, mi mar, e intento escaparme; y luego en verano estoy todo lo que puedo. Cuando llegué a Madrid a trabajar en “Diario 16”, mi abuela me decía ¿en qué Faro trabajas, Carlotiña? Igual que los de los autobuses, que son Vitrasas.

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