¿Son aliens? ¡No, son las mariposas del mar!

Investigadores gallegos publican una obra pionera en la divulgación de los nudibranquios, de los que han catalogado 119 especies halladas en los fondos del litoral de Galicia

Salvador Rodríguez

Salvador Rodríguez

Por su apariencia, y vistos muy de cerca, cualquiera diría que nos hallamos ante seres recién aterrizados en nuestro planeta procedentes de una lejana galaxia pergeñada por George Lucas o de unas criaturas fantásticas producto de la imaginación de Steven Spielberg, y sin embargo resulta más que probable que residan en este planeta desde que en él surgió eso que llamamos vida. Ocurre que su apariencia, diminuta, es precisamente la causa de que sean tan desconocidos del público general. La mayoría miden menos de 5 centímetros de largo, e incluso los hay de apenas unos pocos milímetros, lo cual es casi como decir que son invisibles al ojo humano y, por esa misma razón, cuando nos los enseñan en fotografías, como es el caso, su aspecto no puede causarnos sino un impacto colosal.

Es ese uno de los grandes encantos de “Nudibranquios das Costas de Galicia”, un libro editado por la consellería do Mar de la Xunta, fruto de un trabajo de investigación, y de cientos de inmersiones bajo el mar, desarrollado durante una década por el buceador e instructor profesional Jacinto Pérez Dieste, el biólogo marino del Centro Oceanográfico de Vigo, Bruno Almón Pazos, y el investigador del Grupo de Estudo do Medio Mariño Juan Trigo. En él se catalogan, y muestran, espectaculares imágenes, de 119 especies distintas de los denominados nudibranquios, todas ellas habitantes del litoral gallego, lo cual demuestra, como señala Jesús Souza Troncoso, catedrático de Zoología de la Univesidad de Vigo, que “no hace falta ir a zonas de arrecife tropical, para poder contemplar la belleza que nos ofrecen estas magníficas criaturas, los tenemos aquí mismo, ¡al lado de casa!”.

Felimira luteorosea. // j.p.d.

Felimira luteorosea. / J. P. D.

Estamos pues ante una obra pionera en la materia que no solo destapa un aspecto más de la riqueza de la biodiversidad de los fondos submarinos de Galicia sino que contribuye al mejor conocimiento (para algunos, auténtico descubrimiento) de unos seres que, además de todos sus encantos estéticos y la fascinación que suscitan, han visto incrementado su interés en el campo de la ciencia, no en balde en los últimos años se han llevado a cabo numerosos estudios que pretenden aprovechar las sustancias químicas que segregan para defenderse de sus posibles depredadores con el objetivo de obtener compuestos naturales que puedan ser empleados en la investigación médica.

Pero ¿ante qué clase de seres vivos estamos? Seamos didácticos y, de paso, hagamos un poco de historia. El nombre de nudibranquios proviene del latín Nudibranchia, que significa “branquias desnudas”. Se trata de unas especies de moluscos sin concha, invertebrados, a los que también se les conoce como babosas marinas debido a que carecen de caparazón cuando son adultos. Y hasta no falta quien, como el investigador británico Thomas Everett Thompson, las haya apodado “las mariposas del mar”.

Ya en 1767, el considerado padre de la taxonomía moderna, el naturalista sueco Carl Von Linneo, describe siete especies de nudibranquios en la duodécima edición de su libro “Sistema Naturae”. Aunque sería muchos años después, a principios del siglo XIX, cuando Georges Cuvier (1769-1832), padre de la Paleontología, cita por primera vez la palabra Nudibranchia para denominar esta orden de animales, de los cuales ya describe nueve géneros, dos más que Linneo. A día de hoy se estima que existen más de 3.000 especies de nudibranquios en el mundo, y la práctica totalidad de los biólogos coinciden en señalar que todavía queden muchas más por descubrir.

Felimare tricolor (Cantraine, 1835)

Felimare tricolor (Cantraine, 1835). / J. P. D.

Su origen, no obstante, todavía es bastante incierto, pues sus cuerpos desprovistos de concha evitaron la existencia de especímenes fósiles que proporcionasen datos fiables que avalasen rigurosos estudios evolutivos. La pérdida de la concha durante su evolución, aunque aparentemente los dejó desprotegidos ante posibles depredadores, los benefició al disminuir su peso, facilitando sus desplazamientos. Por otra parte, al bajar la protección por la pérdida de escudo defensivo que supone la concha, desarrollaron otros mecanismos de defensa, tan eficaces y seguros, o hasta más, en forma de armas químicas capaces de disuadir a sus posibles predadores. Estas armas químicas pueden ser producidas directamente por ellos mismos o ser tomadas de otros organismos que constituyen su alimentación, desde algas, esponjas, anémonas o corales hasta percebes e incluso otros nudibranquios.

Okenia aspersa (Alder & Hancock, 1845)

Okenia aspersa (Alder & Hancock, 1845). / J. P. D.

Su llamativo color sirve para alertar a sus depredadores de su toxicidad. Los hay que son luminosos o miméticos pero siempre originales ya que, perdida la cáscara, la belleza es otra de sus principales armas de defensa, basada en el arte de la advertencia a través de sus colores, mediante sustancias químicas situadas normalmente en las propias branquias. Los nudibranquios son ciegos y sus ojos sólo son capaces de percibir la oscuridad de la claridad. Por el contrario, el olfato y el gusto lo detectan a través de sus apéndices sensoriales de sus cabezas. 

Suscríbete para seguir leyendo