Entrevista | Edu Galán Psicólogo, escritor y crítico cultural

“En Internet ganan los malos”

“En general sacan rédito las multinacionales que manejan el cotarro; en política, los extremos; y en periodismo los que defienden el clickbait”. “No demonizo las redes sociales, la cuestión es que entendamos qué son”

Edu Galán estará en el Club FARO el miércoles 8 de febrero.

Edu Galán estará en el Club FARO el miércoles 8 de febrero. / JEOSM

La moral se ha convertido en un valor de mercado de la mano de las multinacionales que manejan las redes sociales. Eso sitúa al ser humano en una encrucijada donde solo hay dos salidas: la enfermedad mental o la impostura. Sobre ello reflexiona Edu Galán en su libro “La máscara moral”, que presentará en Club FARO el próximo miércoles 8 de febrero en el MARCO

– ¿Cómo surge “La máscara moral”, qué lucecita se le encendió para dedicar un ensayo a demostrar que la moral es un valor de mercado?

– Surge primero por una anécdota que me sucedió en 2017 en Lavapiés, donde vi un anuncio en una farola que ofertaba clases de tango antifascista, me llamó la atención porque en principio el tango es una forma de baile prefascista y porque pensé cómo podría ser ese tango, si es que tendría unos movimientos diferentes. En 2021 empecé a ver que cantidad de productos ya no estaban siendo ofertados como tales, sino que se les añadía una pátina moral para llegar a un determinado tipo de público, por ejemplo, camisetas con hashtatgs diversos: antirracistas o feministas, en el espectro más de izquierdas y, en el otro extremo, por la unidad de España.

– ¿Y encuentra la respuesta en las redes sociales?

– En el uso que hacemos de internet y las redes sociales, que no es un ente divino que manejamos a nuestro libre albedrío, si es que eso existiese, sino que están diseñados para que nos comportemos de una determinada manera, para que lo que se comercie y por lo que se compita sea por la atención del otro. Y hay muy pocas cosas que llamen más la atención que demostrar tu moralidad. Si dices en redes algo tan aséptico como “hoy hace un buen día” o si dices “hoy hace buen día y mira ese cerdo que no recoge la defecación de su mascota”, el segundo mensaje captará más la atención, será más leído y compartido. Así lo demuestran estudios de percepción humana, aunque no hay más que ver el mundo que nos rodea para comprobar que estamos instalados en ese comercio hueco de la moral donde ésta ya no requiere adquirir un compromiso. Ahora puedes declararte muy comprometido con los derechos de las mujeres o el hambre en el mundo sin realmente hacer nada material, con solo poner un tuit o sacarte una foto mencionando el tema.

– ¿Eso resta o modifica el significado del concepto de activista?

– Claro, ahora diríamos que todos son clicactivistas, los cuales se sienten como los activistas faltando al respeto a estos últimos. Ser activista deja marca (pasas frío en las manifestaciones, te puede pegar la policía), en cambio el clicacitivismo está patrocinado por marcas. El sistema de mercado en el que estamos es tan inteligente que cualquier cosa y su contraria pueden ser asimiladas en una relación de consumo. Ahora todo es consumo, ya no dejas a una persona, sino que dejas a un porsche o a un rólex, todo se ha abaratado, estamos tan en ese lenguaje de consumo que no somos capaces de distinguir lo que somos.

– Morales siempre ha habido y exhibiciones de ellas, también, ¿qué es lo que ha cambiado?

– Antes ocupaban poco tiempo de la gente, se limitaban a esas demostraciones con el líder religioso los domingos y poco más; ahora, en el mundo online copan toda la realidad, se te pide las 24 horas del día que te pronuncies y se te exhorta a demostrar tu propia moralidad, estar siempre impecable y no tener ni un error.

– ¿Por qué esa necesidad de exhibirnos?

Por un cuestión reforzante, para buscar el reconocimiento de los demás, lo hacemos con la familia y los amigos para sentirnos queridos. Pero esa exhibición continua en el mundo virtual se debe a un sistema diseñado para instalarnos en una competición despiadada en busca de refuerzos cuantitativos, que son el número de ‘me gusta’ . No es una competición que hayas establecido tú con tus amigos o seguidores, hay que entender que estás haciendo un trío, que sois tres en la cama y encima el tercero es el dueño del hotel, el que marca las reglas del juego. No demonizo las redes sociales, las uso más que cualquiera, la cuestión es que entendamos qué son.

– Escribir un ensayo sobre algo tan reciente no está exento de riesgos al carecer de la perspectiva que ofrece el tiempo, ¿es usted un valiente?

– Soy un inconsciente, lo que quizás sea una forma de valentía. Me gusta entender las cosas, explicármelas primero a mi, y después, a través del lenguaje más preciso y divulgativo que yo pueda, a los demás. Y explicarlo entendiendo que no estoy hablando de algo que pasó en el siglo XIII; sino que son cosas complejas que están sucediendo ahora. Tardamos casi cien años desde que inventamos el coche en darnos cuenta de que no sería malo que todos llevasen cinturón de seguridad y su uso fuera obligatorio. Aspiro a que nos demos cuenta antes de nuestro presente y me preocupa más por las generaciones que vienen, que están más indefensas incluso que nosotros.

– Ese escritor sesudo que es Edu Galán contrasta con la imagen de showman que conocemos, ¿también usa máscaras?

– Por supuesto, todos las usamos y todas te comprometen a algo. Por ejemplo, cuando me dedicaba a hacer “Mongolia”, me comprometía a estar en un teatro en un determinado momento y desbarrar. El problema es cuando eres tan dúctil en tus máscaras que ni sabes dónde estás, dices en redes sociales que eres amigo de todo el mundo y si te crees eso realmente lo vas a pasar mal; y si no te lo crees pero actúas como si toda esa gente fuera amiga tuya, eres un hipócrita.

– ¿A qué nos conduce esa exigencia de tener que posicionarnos ante cada dilema de la sociedad?

– A analizar la realidad desde los sentimientos, a llegar a convicciones extremas desde la emotividad, a creer que nos inoculan un chip del 5G en la vacuna contra el Covid porque me lo ha dicho por Whatsapp mi vecina, que es bióloga y me quiere mucho.

"La exigencia de tener que posicionarnos ante cada dilema de la sociedad nos lleva a analizar la realidad desde los sentimientos y llegar a convicciones extremas"

– ¿Son más libres los que se muestran contra la moral dominante?

– Esa cantidad de youtubers, que en general son hombres con una buena cuenta corriente y muchos de ellos se van a Andorra, son unos jetas, unos vendedores de crecepelo. Saben que ir a contracorriente, declararse a favor de un gobierno autoritario o en contra de la ley de la gravedad llama mucho la atención –lo sé porque me dediqué a ello en la ficción, haciendo sátira muy grosera–. Lo venden como su opinión de verdad , yo dudo que lo sea.

– ¿Esa confortación de las redes sociales se ha pasado al mundo no digital?, ¿considera que hay más aversión hacia quien opina lo contrario ahora que en otras épocas históricas?

– Creo que hay indicadores que manifiestan que esa forma de relacionarnos se ha traspasado al mundo real, como son el aumento de la ansiedad y la polarización. Creo que estamos en el peor momento de la historia en el sentido de que todos tenemos instrumentos de vigilancia mora de los demás, que son los teléfonos móviles, que te niegan el derecho a equivocarte, lo cual es algo maravilloso en el ser humano. Un vídeo o una conversación privada de hace diez años en que dijiste enano o negro hace que te señalen como racista o enanófobo.

– ¿Quién saca rédito de esa polarización?

– En política, los extremos, los populismos que han aparecido de pronto, tanto a la izquierda como a la derecha; en periodismo, los que defienden el clickbait, los que aseguran que hacen periodismo en Tiktok, lo cual es peligrosísimo para una sociedad que necesita del periodismo diverso, donde hay unas opciones que te gustan más que otras y tú puedes sacar tus conclusiones. En general, ganan las multinacionales que controlan el cotarro. Si lo tuviese que resumir, ganan los malos, la gentuza.

– Pone como ejemplos de elementos presentes en las máscaras morales dominantes los influencers, los bebés, los animales, el populismo, el emprendimiento, la salud, el deporte, las medios de comunicación y hasta los humoristas .

– Solo oír citar todos esos actores, me entran escalofríos. Incluso existen humoristas que se dedican a señalar chistes de otros que les parecen moralmente denunciables, incluso en humoristas del pasado que hacían lo que el público les pedía, lo mismo que hacen ahora ellos

– Propone como mejor salida la impostura para no caer el enfermedad mental. ¿Tenemos que ser impostores?

Fíjate en la ecoansiedad que afecta a muchos jóvenes obsesionados con el cambio climático, el cual, evidentemente, es uno de los males de este mundo. Defiendo ser impostor para que cuando cuelgues ese hashtag sobre cambio climático no llegue a paralizar tu vida. Lo que decía Billy Wilder; solo hay una cosa peor que tomárselo todo a broma y es tomárselo todo demasiado en serio.

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