Faro de Vigo

Faro de Vigo

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Cooperación

Da man, un futuro sin salir de Senegal

La ONG redondelana, con la pediatra Pilar Martínez al frente, desarrolla desde 2009 varios proyectos sanitarios y educativos en la zona rural de Touba Merina | El pasado mes de diciembre una veintena de voluntarios viajaron al país para instalar placas solares en un centro de salud y en el colegio y para sembrar huertas que mejoren la alimentación de las poblaciones | Su objetivo es favorecer el desarrollo de la comunidad y “formar a los que lucharán para sacar adelante el país”

19

Un niño de uno de los poblados cercanos a la escuela que la ONG tiene en Senegal. @ELIREGUEIRA

Amanece en las comunidades rurales de Touba Merina, una zona de aldeas remotas y paupérrimas del interior de Senegal. Otro día en el que alcanzarán los 42 grados y la actividad será continua hasta que se ponga el sol. Y también después.

Una veintena de gallegos, vigueses y redondelanos forman parte de la expedición de la ONG Da Man que viajaron el pasado mes de diciembre a este lugar de África para colaborar con los proyectos que la organización desarrolla desde su creación, en 2009.

Al frente vuelve a estar Pilar Martínez, una mujer fuera de serie que no entiende la pediatría como una simple profesión, sino como una forma de vida. Recientemente jubilada, su vocación no sigue el reloj ni el calendario. Ni siquiera se rinde ante la enfermedad que padece y por la que los médicos la aconsejaron no emprender este viaje. “Soy una militante; mi lugar ahora, al menos mientras pueda, está aquí”, afirma contundente esta mujer que a los 10 años ya ayudaba a su madre a traer niños al mundo, a los 14 años entró en el Partido Comunista y más adelante participaría en la creación de Izquierda Unida.

Su hija Lara, enfermera, la acompaña desde el principio en la labor solidaria que emprendieron en el Sáhara y ahora desarrollan en Senegal. Junto a ellas, en este viaje participaron profesionales de diversos sectores, desde ingenieros a sanitarios, informáticos y educadores, ya que el proyecto que comenzó centrado en la asistencia a mujeres embarazadas y niños ha ido creciendo hasta abarcar de manera global las muchas necesidades de las poblaciones de la zona.

“En esta ocasión fuimos más personas de lo habitual porque queríamos avanzar al máximo proyectos que llevamos tiempo detrás de ellos"

decoration

“En esta ocasión fuimos más personas de lo habitual porque queríamos avanzar al máximo proyectos que llevamos tiempo detrás de ellos, especialmente las huertas, que queremos sembrar una en cada campamento, y la instalación de placas solares en colegios y centros sanitarios, además de continuar con la labor educativa, formativa y la asistencia sanitaria”, resume la presidenta de Da Man.

Hacer las huertas es toda una hazaña en la mayor parte de las áridas tierras de Senegal. “Hemos probado con diversas plantas: berenjenas, pimientos, tomates… y vamos comprobando cuáles pueden funcionar; de momento parece que lo que mejor aguanta es un tipo de tomate de la zona”, explica la doctora, para quien asegurar una alimentación más completa a los habitantes y evitar las terribles anemias que sufren es primordial. “La mayoría comen tan solo un puñado de arroz o alubias de la zona, que es la única proteína que ingieren”, explica. La instalación de un sistema de riego por goteo está siendo exitosa aunque es costoso llegar hasta los pozos.

Da Man desarrolla en estos momentos proyectos en once poblados. Aprovecha al máximo las aportaciones de los 350 socios de la ONG y el dinero que recaudan durante el año con diversas actividades. A ello se une la entrega incondicional de un grupo de voluntarios que viajan una o dos veces al año a Senegal. Se costean ellos mismos el desplazamiento y la estancia ya que todo el dinero recaudado se dedica íntegramente a los proyectos. “Los socios son fundamentales para que podamos seguir adelante porque hay muchos gastos, desde el envío de contenedores, la medicación, la instalación de placas solares… Y cada vez nos encontramos con más personas que precisan ayuda y no podemos negársela”, argumenta Lara Santiago, que es enfermera en la UCI del Hospital Álvaro Cunqueiro. “Todos podemos contribuir de alguna manera a cambiar las cosas; no nos podemos quejar y no hacer nada”, opina.

En esta ocasión, junto a las huertas el otro objetivo primordial era la instalación de placas solares en un centro médico -en el que desarrollan un pionero proyecto odontológico- y en otros puntos. “Becamos a uno de los estudiantes senegaleses, Demba, para formarse como auxiliar en odontología y es ahora él quien coordina este centro bajo la supervisión de Teresa Alfaya, una odontóloga redondelana. Ya pueden realizar extracciones, empastes y ortodoncias, que antes no podían hacerse por la falta de luz”, explica Martínez.

Las placas han permitido también dotar de luz el exterior de la escuela que la ONG construyó en Touba Merina, donde estudian más de 120 niños que antes tenían que desplazarse más de 10 kilómetros, por lo que muchos no estaban escolarizados. Además, estos alumnos siguen un programa de alimentación e higiene. “Hemos logrado asegurarles una comida al día y al llegar a la escuela disponen de su toalla y se lavan la cara y los dientes”, describe Lara. 

La mayor parte del equipo gallego son sanitarios. Siempre hay trabajo para ellos ya que en sus viajes no solo atienden a aquellos que se acercan al centro de salud, sino que a diario se desplazan a los campamentos con camillas plegables para realizar controles y todo tipo de curas a los que no disponen ni siquiera de un carro para acudir al centro de salud. Pilar además atiende partos y realiza cirugías con anestesia local, lo que sea necesario. Los sanitarios gallegos a veces cuentan con dos coches para desplazarse, aunque generalmente tienen que conformarse con uno o, incluso, viajan en carros tirados por animales.

Pilar Martínez, con uno de sus pacientes tras una intervención. @eliregueira

Cuando los sanitarios no están en Senegal asumen estas funciones el grupo de técnicos que han formado gracias a becas, aunque ellos no se desvinculan nunca de sus pacientes: “Seguimos a diario en contacto; el personal de allí nos manda fotos y les aconsejamos y también financiamos operaciones para personas sin medios. Hace poco costeamos una operación de corazón a una chica de 17 años y ahora está genial, es una alegría”, cuenta la presidenta.

Las gestiones con las administraciones tampoco cesan cuando regresan a España, pero Pilar advierte que es necesario estar muy encima para conseguir sus objetivos. “A ver si en marzo podemos volver un grupo más pequeño para avanzar en muchas gestiones que siguen abiertas”, adelanta.

"El año que viene dos chicos irán a la universidad a estudiar Matemáticas y Derecho. Es importante formar a aquellos que van a luchar por su país”

decoration

Queda mucho por hacer, advierte la presidenta, pero también se le alegra la mirada cuando recuerda cuando llegaron a la zona hace catorce años y observa el miniestado de bienestar que existe ahora. “En la escuela los chavales tienen ordenadores e internet, un cañón para ver películas y documentales. Son grandes estímulos para lograr que sigan estudiando. El año que viene dos chicos irán a la universidad a estudiar Matemáticas y Derecho. Es importante formar a aquellos que van a luchar por su país”, afirma con el orgullo de una madre. Así la llaman precisamente a Pilar en Senegal tanto niños como mayores: “Mamá”.

También han logrado grandes avances en la prevención de enfermedades y en el control de natalidad pero, advierte, “notamos un retroceso en la alimentación debido a la subida de los precios”.

Elías Regueira, fotógrafo, viajó por primera vez con Da Man en 2011 y se unió de nuevo en esta última incursión para documentar la labor de la ONG. Él también se asombra de los avances logrados. “La escuela que entonces tenía solo un aula ha crecido mucho y me ha impactado ver a niños que comenzaron entonces y que ahora van a comenzar una carrera”, cuenta el vigués, que no duda entre foto y foto en cargar cajas, ayudar en la huerta o en todo lo que sea necesario. 

Pero son las historias personales las que estos voluntarios se llevan grabadas en el corazón. Como la de Awa, una joven de veinte años que parecía tener solo doce y que atendió Lara. “Nunca vi una anemia como la suya y esos ojos tan tristes… Me asusté, la mandamos al hospital a que le hicieran una transfusión de sangre y hemos costeado un estudio genético. La abuela se comprometió a cuidarla y le mandé un móvil para que podamos seguir en contacto. ¡Ahora está mucho mejor!”, relata la enfermera, feliz a pesar de llevar un turno agotador en la UCI. “Esto es duro, pero estamos muy contentos de mejorar un poquito la situación de estas personas… Es una forma de vida y espero transmitírsela también a mi hija”, concluye. 

Compartir el artículo

stats