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Mujeres fuera de serie

La pediatra global

Pilar Martínez entiende la pediatría no como una profesión, sino como una forma de vida. Su vocación no entiende de reloj ni de calendario y dedica todo su tiempo libre a ayudar a los más necesitados, primero en el Sáhara y después en Senegal, donde fundó la ONG ‘Da Man’

Pilar Martínez, en su casa de Redondela, junto a una escultura de su hija Nadia. Eli Regueira

Con solo 10 años, Pilar prefería acompañar a su madre a atender un parto o hacer unas curas que jugar con sus amigas en la calle. Con 14, la viguesa ya dedicaba sus veranos y demás vacaciones a ayudar en el Hospital Municipal. Pilar Martínez tiene claro que para ser feliz tiene que poner en práctica su palabra preferida: solidaridad.

¿Quién soy?
“Una mujer feliz con mi forma de vida: ayudar a la gente en todo lo que pueda. Mi palabra favorita es la solidaridad. La caridad me parece mezquina”

La pediatra, recientemente jubilada, ejerció la profesión con una entrega que asombraba a sus pacientes y su tiempo libre lo dedicó casi por completo a los más necesitados, primero el pueblo saharaui y, después, los habitantes de aldeas remotas de Senegal. En estos momentos se vuelca en cuerpo y alma a la ONG que fundó en el país africano: Da Man.

Para entender la entrega tan temprana de esta inquieta y alegre mujer hay que conocer a sus padres, que fueron quienes le inocularon estos valores desde la cuna.

Su madre era una enfermera y matrona zamorana que consiguió una plaza en Vigo en las primeras oposiciones de practicante que salieron en España. En la ciudad olívica conoció al que sería el padre de sus cuatro hijos. “Vivíamos en una zona, San Amaro, donde había muchas familias con muy pocos recursos. Mi casa siempre estaba abierta a todos: jugábamos en la calle y nuestras meriendas se repartían por todo el barrio”, recuerda Pilar, la mayor de sus hermanos. Aunque su madre no ejerció nunca como matrona de forma oficial, sí atendía gratuitamente a las mujeres que lo necesitaban. “Desde muy pequeña empecé a acompañarla a los partos y me encantaba ayudarla”, recuerda.

A los 14 años, Pilar entró en el Partido Comunista, ya que “era la filosofía que me encajaba después de vivir situaciones sociales tan difíciles”, apunta. Fue su padre, que trabajaba en un banco, de quien heredó el compromiso político. “Desde que yo era muy pequeña, mi padre escuchaba en la radio los discursos de Dolores Ibárruri. Al principio yo no entendía nada, pero se me quedaron grabados en la cabeza”, cuenta.

“En una ocasión, en el 72, me llevaron a comisaría. Me libré porque mi abuelo había sido carabinero y eso me ayudó para que la Guardia Civil me dejara finalmente libre”

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Muy pronto comenzó a colaborar activamente con el PCE, formando parte de diversos comandos, y fue dos veces apresada. “El Mundo Obrero” se convirtió en su publicación de cabecera. “En una ocasión, en el 72, me llevaron a comisaría. Me libré porque mi abuelo había sido carabinero y eso me ayudó para que la Guardia Civil me dejara finalmente libre”, relata.

Cuando tocó elegir carrera, Pilar dudó entre enfermería y medicina. “Realmente, a mí lo que me gustaba era trabajar, pero mis padres me convencieron para que estudiara Medicina en Santiago”. La carrera se le hizo bastante cuesta arriba a la viguesa -“no me gustaba estar todo el día delante de los libros”- y en tercero decidió abandonar y ponerse a trabajar en el sanatorio Perpetuo Socorro. Pero al poco tiempo reflexionó y se reincorporó a las clases.

El amor la sorprendió también en medio de la vida universitaria y conoció en las aulas de Medicina al que sería su marido, Emilio. Antes de terminar sus estudios, se instalaron en Redondela y tuvieron a sus dos hijas: Nadia y Lara. “Con la ayuda de amigos fuimos capaces de sacarlas adelante mientras yo seguía estudiando”, agradece.

Cuando cursaba los últimos años, Pilar -que era conocida en los círculos políticos como “La Pasio”- llegó a ser secretaria de las juventudes de Galicia y la policía puso sus ojos en ella. “Billy el Niño (policía conocido por torturar a numerosos opositores políticos) me siguió en Vigo y fue a hablar con mi padre. Por suerte a mí no me tocó nunca”, asegura.

Más adelante participaría también en la creación de Izquierda Unida y por su casa pasaron desde Julio Anguita a Rosa Aguilar y Cristina Almeida. “Mis hijas mamaron una forma de ser y de estar en la vida”.

Pilar Martínez, en su casa de Redondela. Eli Regueira

Al terminar la carrera, Pilar empezó a trabajar en una plaza de pediatra, con el título de puericultora, y ejerció así durante muchos años. Al igual que ocurría con otras especialidades, los médicos que no habían accedido a la plaza vía MIR se podían presentar a un examen a nivel estatal y conseguir el título. Así lo hizo Pilar y pudo continuar trabajando como pediatra ya de forma oficial. Estuvo años de sustituta, recorriendo todos los ambulatorios de la zona sur de la provincia, y al cabo del tiempo consiguió una mayor estabilidad, primero en Teis y, finalmente, en Rosalía de Castro, ya con su plaza en propiedad, ambulatorio en el que permaneció hasta su jubilación el año pasado.

Pilar nunca entendió la pediatría como un simple trabajo, sino como una forma de vida. “Un pediatra, al menos para mí, no puede tratar únicamente la enfermedad del niño. Tiene que colaborar con la familia para que el menor crezca en las mejores condiciones: una pediatría integral”. En su consulta siempre había una habitación llena de ropa infantil a la que acudían pacientes suyos -y no pacientes- para coger lo que necesitaran. Su teléfono lo tenían muchas familias y la llamaban en cualquier momento del día y de la noche cuando sus niños se ponían enfermos. Tampoco era extraño que Pilar acudiera con la trabajadora social a visitar a familias con problemas. “La parte social de la pediatría es tanto o más importante que la médica”, considera la profesional.

En aquellos tiempos, la viguesa comenzó a contactar con la Asociación de Ayuda al Pueblo Saharaui y a participar en algunas de sus campañas. “Iba durante los veranos a los campamentos saharauis, pagándome yo misma el billete, y muchas veces llevaba a mis hijas conmigo”, cuenta.

"Un pediatra no puede tratar solo la enfermedad del niño; tiene que colaborar con la familia de una forma integral”

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La gestión no convenció a la viguesa y, finalmente, fundó en 2009 una nueva asociación, Da Man, que puso la mirada en las poblaciones más pobres de Senegal. “La elección de este país fue bastante casual. Una amiga iba a ver a su familia y decidí acompañarla y ver si podía ayudar de alguna manera”, describe.

Así fue como nació una asociación que desarrolla diversos proyectos sanitarios y educativos en las comunidades rurales de Bandafassi y Dindefelo, cerca de Guinea y Mali.

Entre otras muchas labores, han formado a las matronas de la zona y logrado erradicar la ablación, que cuando llegaron aún se realizaba. También construyeron en una zona con un altísimo grado de analfabetismo una escuela con una enfermería en la que actualmente cursan Primaria y comen 110 niños. “Hemos logrado el diploma de Escuela de Excelencia, así que estamos muy satisfechos”, apunta Pilar. Además, apoyan a otros 40 alumnos para que continúen sus estudios en otro centro de Secundaria, atienden partos y costean tratamientos y cirugías a personas sin recursos que lo precisan. En estos momentos, Da Man cuenta con unos 370 socios.

Hasta la llegada del COVID-19, Pilar viajaba dos veces al año a Senegal para desarrollar estos proyectos. “Mis vacaciones fueron siempre allí, pero no eché de menos nada”, dice. Ahora que está jubilada dedica todo su tiempo a la ONG y a cuidar a su nieta, Juliette. “La pandemia nos ha parado un poco, ya que desde marzo no pudimos volver”, lamenta. Sin embargo, hacen todo menos estar parados. Pilar y su gente -entre los que se encuentran su hija Lara, que es enfermera, y una de sus hermanas, que es oftalmóloga- realizan numerosas acciones para recaudar fondos. “Preparamos mermeladas, prendas con telas africanas, cestos, etc. Con el dinero que sacamos de la venta enviamos contenedores. El último llevaba ordenadores, impresoras y otros materiales para la escuela”, describe la pediatra, que está deseando que la situación mejore y coger un avión.

Sin embargo, confiesa que, a sus 68 años, cada vez siente más limitaciones. “La situación allí es muy dura, el calor es insoportable, vivimos en casas de familias muy pobres y nos desplazamos en carro… Ya estoy vieja y cada vez es más difícil, pero mientras pueda pienso seguir viajando. Es mi proyecto de vida”, concluye sonriente.

LAS PIONERAS: Concepción Aleixandre, médica solidaria y feminista

Concepción Aleixandre

Concepción Aleixandre (Valencia, 1862-1952) estudió Magisterio, pero no llegó a ejercerlo ya que su verdadera vocación era la Medicina, que cursó con una autorización especial. Se graduó en 1889, convirtiéndose en la novena mujer española universitaria. Se especializó en Ginecología. Ejerció en varios hospitales y abrió consultas privadas, donde planteaba sus honorarios según el poder adquisitivo de la paciente. Uno de los locales estaba destinado a personas sin recursos, a las que atendía gratuitamente.

Aleixandre tuvo un papel muy destacado en campañas de concienciación sobre la higiene y también desarrolló una intensa actividad humanitaria. En 1911 participó en la creación del Comité Femenino de Higiene Popular.

Fue también una renombrada feminista y mantuvo un férreo compromiso con los avances de los derechos de las mujeres durante toda su vida.

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