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Mujeres fuera de serie

Una mujer con inteligencia natural

Amparo Alonso es una de las mayores expertas de España en Inteligencia Artificial. Fue la primera mujer presidenta de la Asociación Española de esta disciplina y especialista de referencia en la Comisión Europea. Entre sus prioridades, la viguesa mantiene la divulgación y la lucha por la igualdad

Amparo Alonso, en la playa del Vao, en Vigo ALBA VILLAR

De niña inquieta, curiosa y muy preguntona, a la que le divertía resolver problemas, a una de las mayores expertas de España en inteligencia artificial. Así resumida, la trayectoria de Amparo Alonso Betanzos (Vigo, 1961) parece un sencillo cuento de hadas con final feliz, pero en realidad este camino -aún en desarrollo- está sembrado de esfuerzo, de estudio, de frustraciones, de renuncias y, por supuesto, también de ilusión y muchas alegrías, que son las que prefiere destacar su protagonista.

La ingeniera viguesa fue pionera en el desarrollo de proyectos de inteligencia artificial en Galicia cuando ni siquiera la disciplina tenía este nombre. Formó parte del pequeño grupo de doctores que conformaron en el año 90 del pasado siglo la primera Facultad de Ingeniería Informática en Galicia, en A Coruña, un centro precursor en todas las especialidades. Fue la primera mujer en presidir la Asociación Española para la Inteligencia Artificial y es experta de referencia en la Comisión Europea.

  • ¿Quién soy?

    “Una mujer trabajadora, muy perseverante y no me asustan los retos complejos”

Esta brillante mujer tuvo el arrojo de asomarse a un mundo completamente ajeno al que la rodeaba en su casa. Su padre trabajaba en Casa Mar y su madre era modista. Sin embargo, sí le transmitieron una forma de entender el mundo. “Las mujeres en mi familia siempre trabajaron fuera de casa y este ambiente de independencia te va calando: tener tu mundo, profesión y sostén económico”, asegura Alonso.

“Las mujeres en mi familia siempre trabajaron fuera de casa y este ambiente de independencia te va calando"

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Ser hija única durante 8 años, hasta que nació su hermano, asegura Amparo que también contribuyó a fomentar su predisposición natural al estudio, a la observación y a la experimentación. “Mis padres decían que era muy preguntona y curiosa. Realmente me gustaba mucho ir al colegio y resolver los problemas, lo vivía como una aventura”, recuerda.

Amparo Alonso con sus padres y su hermano en dos imágenes del archivo familiar CEDIDA

Del colegio Divino Salvador, la viguesa siguió progresando en el por entonces llamado Instituto Femenino de Traviesas. “Tenía claro que iría por Ciencias, pero no me decidía por qué disciplina elegir. Finalmente opté por Químicas animada por un muy buen profesor que tuve en el instituto”, cuenta.

Comenzó la carrera en el Colegio Universitario de Vigo, con un 35% de mujeres en el aula. A los tres años se matriculó en Ingeniería Química en Santiago, donde el porcentaje femenino descendió notablemente. “Sólo éramos 5 alumnas, pero nunca sentí un trato diferente por el hecho de ser mujer”, asegura. Desde ese momento, Amparo se ha movido siempre en ambientes de mayoría masculina, por lo que está muy acostumbrada a ello. “Cuesta identificar algunos comportamientos machistas que en realidad existen, como que la opinión de una mujer pase más desapercibida cuando la comparte en un grupo”, comenta.

“Cuesta identificar algunos comportamientos machistas que en realidad existen, como que la opinión de una mujer pase más desapercibida cuando la comparte en un grupo”

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Tras finalizar con muy buenos resultados la ingeniería, la viguesa comenzó su tesina en lo que supuso su primer abordaje a la inteligencia artificial. “Por casualidad me enteré de que un grupo de la USC buscaba a un chico interesado en hacer el trabajo fin de grado en temas de informática médica. Yo ya hacía programación y me gustaba. Me presenté y les dije: ‘Creo que puedo ser vuestro chico”, recuerda con humor. Se trataba del grupo dirigido por Carlos Hernández y Juan Arias, que desarrollaban un pionero programa de monitorización de fetos. “Era inteligencia artificial aplicada a la medicina, algo en aquellos muy novedoso e interesante que me atrajo enseguida”, describe.

Amparo no se considera una mujer valiente a pesar de que desde muy joven se atrevió a introducirse en terrenos complejos, novedosos y muy masculinos. Confiesa que le cuesta salir de su zona de confort, aunque ese temor inicial nunca ha sido más fuerte que sus ganas de aprender.

Así fue cuando le surgió la oportunidad, durante la tesina, de realizar un par de estancias en un centro médico de Georgia (EE UU) muy relevante en temas de obstetricia. “Al final me ofrecieron trabajo y me fui con una beca post doctorado”, cuenta la que se define como “una eterna becaria”. “Mi inglés era el del instituto, pero llegas allí y espabilas a la fuerza. Me estrené en el aeropuerto de Nueva York, cuando perdí el enlace de mi vuelo y tuve que resolverlo”, relata.

Amparo durante su estancia en EE UU CEDIDA

Su por entonces pareja, también investigador, se unió al poco tiempo a la aventura americana y durante tres años ambos compaginaron el trabajo con clases en la universidad. Al terminar el contrato, tocaba decidir. “Podíamos haber continuado en Estados Unidos, pero surgió una oferta en la Universidad de A Coruña que, con la escisión de las tres universidades, en el año 90, iba a iniciar la licenciatura de Informática y para los cursos cuarto y quinto necesitaban doctores. Decidimos que era un buen momento pare regresar; quizás nos equivocamos, o no… pero estoy contenta con mi vida”, asegura.

En A Coruña, la por entonces pareja vivió con ilusión el proyecto de montar una licenciatura desde cero: “Fuimos de los primeros en llegar y comenzamos a pedir proyectos, montar los laboratorios, formar los equipos… fue bonito ir creciendo poco a poco”, recuerda la catedrática, que coordina el grupo de investigación LIDIA (Laboratorio de I+D en Inteligencia Artificial).

Aquellos años Amparo y su equipo trabajaron en técnicas de Inteligencia Artificial y en el desarrollo de nuevos algoritmos y aplicaciones propias. En 1998 se convirtió en la primera española becada con el Programa, L’Oréal-Unesco For Women in Science en los 17 años de este premio. En realidad, estaba haciendo lo que ya le gustaba desde niña: “Buscar soluciones antes de que surjan los problemas”.

Amparo junto a sus hijos cuando eran pequeños CEDIDA

Más imprevistos, imposibles de predecir ni siquiera con la inteligencia artificial, surgieron cuando se embarcaron en la compleja tarea de la maternidad. “Esperamos unos años, pero era algo que tenía claro que deseaba. Durante un tiempo, cuando los niños eran pequeños, intenté no viajar mucho, dejé de acudir a congresos… aprendí a multiplicarme”, ríe. “Es inevitable que la carrera científica, sobre todo la de la madre, se ralentice, pero luego fui capaz de recuperarla”, añade la científica, que en 2020 recibió el Premio María Josefa Wonenburger, que reconoce las trayectorias relevantes de mujeres en los sectores de la ciencia y la tecnología.

Amparo Alonso con hijos, su cuñada y su madre en la entrega del Premio Wonenburger Cedida

La pareja finalmente se divorció. Sus hijos, Iago y Alberto, tienen ahora 25 y 22 años y ninguno de los dos ha seguido profesionalmente los pasos de sus progenitores: “El mayor es técnico de sonido y el pequeño técnico deportivo. Cada uno tiene que buscar su camino, igual que mis padres no intervinieron nunca en mis decisiones yo he intentado no hacerlo en las de mis hijos”, afirma Alonso.

La investigadora viguesa ha sido reclamada a lo largo de los años para ejercer diversas responsabilidades en asociaciones e instituciones. Fue la primera mujer en presidir la Asociación Española para la Inteligencia Artificial. Experta de referencia en la Comisión Europea y miembro del Consejo Asesor de Inteligencia Artificial del Gobierno de España. “Todos estos cargos implican trabajo, viajes, reuniones, participación en congresos, charlas divulgativas… pero me gusta porque me permite estar en primera línea de los avances y compartir conocimientos con expertos de alto nivel en inteligencia artificial”, destaca.

Amparo Alonso, en la playa del Vao, en Vigo ALBA VILLAR

El más reciente logro en el que Amparo y su equipo han tenido un papel protagonista es la designación de A Coruña como sede de la Agencia Española de Supervisión de Inteligencia Artificial (Aesia), que está previsto que comience a funcionar en junio. “Va a ser la primera agencia del mundo encargada de la supervisión de la inteligencia artificial para todos los test que tengan que ver con la implantación de la reglamentación europea. Es importante para toda Galicia porque nos sitúa en un puesto relevante en España y en Europa y un orgullo para esta esquinita del mundo que es A Coruña, donde llevamos 30 años creando un ecosistema, siendo pioneros y con licenciados muy potentes”, advierte.

Amparo quiere eliminar de una vez por todas la imagen estereotipada que persigue a los informáticos y que, asegura, contribuye al todavía escaso interés que muestran las chicas hacia esta profesión. “El estereotipo del informático friki encerrado en un sótano y con kilos de más ha hecho mucho daño y es completamente falso. Esta es una profesión en la que te relacionas con mucha gente ya que desarrollamos aplicaciones de todo tipo, y hablas con expertos en medio ambiente, psicólogos, economistas, sociólogos, ingenieros industriales… El problema es que seguimos educando princesas y campeones y les inculcamos cosas que esperamos de ellas y no de ellos, con lo que se sesgan ciertas profesiones”, lamenta.

"Todos tenemos que disfrutar de lo que nos aporta la tecnología, a cualquier edad"

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Tampoco Amparo coincide en absoluto con ninguno de estos estereotipos: “Claro que el ordenador forma parte de mi día a día, y vivo rodeada de tecnología. Pero me gusta mucho hacer deporte, leer, salir con amigos… Todos tenemos que disfrutar de lo que nos aporta la tecnología, a cualquier edad, mi madre a los 84 años se apaña muy bien con el whatsapp y da clases de pilates por internet. Pero la vida es mucho más”, concluye Amparo con su simpatía natural.

Las pioneras: Ada Lovelace, la primera programadora de la Historia

Daguerrotipo de Ada Lovelace (c. 1843), de Antoine Claudet

Augusta Ada Byron, conocida como Ada Lovelace (Londres, 1815, 1852) era hija del famoso poeta Lord Byron y de la aristócrata Anna Isabella Milbanke. Al poco de nacer, sus padres se separaron por una infidelidad de él y Ada no volvería a ver a su padre.

Fue una niña enfermiza y dedicaba mucho tiempo al estudio. Al cumplir los 18, Ada conoció al matemático Charles Babbage, que había diseñado una calculadora mecánica capaz de calcular tablas de funciones numéricas por el método de diferencias, un invento que entusiasmó a la joven.

En 1842, Ada realizó su único trabajo profesional: la traducción de un artículo escrito por el ingeniero Luigi Menabrea en el que se describía la máquina de Babbage. Ada publicó el artículo con abundantes notas donde aportaba sus propias teorías acerca del funcionamiento de la máquina y fue capaz de desarrollar conceptos que hoy se consideran visionarios. 

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