Una derrota paranormal

El Celta pierde de manera inexplicable ante el Atlético de Madrid | El palo y dos veces Oblak impidieron que los vigueses se adelantasen | Los de Simeone encontraron la victoria con diez jugadores en el último minuto

Juan Carlos Álvarez

Juan Carlos Álvarez

Hay días que el fútbol parece un invento perverso que disfruta jugueteando con los sentimientos de sus protagonistas y aficionados. En ningún otro deporte lo extraordinario, lo inexplicable y lo injusto tienen tanto protagonismo. A veces caemos en la trampa de buscarle razones a un deporte indescifrable, que regala días como el de ayer en el que el resultado tiene más que ver con la magia que con el puro juego.

A esta hora el Atlético no sabe cómo pudo ganar en Balaídos. Lo hizo gracias a una sucesión de “milagros” que primero les permitió sobrevivir al acoso del Celta en el segundo tiempo cuando se quedaron con diez futbolistas por la expulsión de Savic y luego les dio la ocasión de encontrar en el último suspiro un gol llovido del cielo cuando hubiesen firmado con fuego el empate. El triunfo de lo esotérico. Uno de esos días (ya son muchos a lo largo de la historia) en los que los aficionados del Celta llegan a casa con ganas de divorciarse del fútbol y dedicar los domingos a hacer maratones de series.

Más allá del infortunio final, el partido ante el Atlético ha confirmado la mejoría que el Celta ha experimentado en las últimas semanas. El equipo ha madurado de forma evidente y se comporta en el campo con una sensatez que se echaba de menos en Vigo. Siempre parece que en el campo está sucediendo lo que le conviene.

Ayer solo perdieron el control de la situación en el arranque del segundo tiempo cuando Simeone empujó al equipo hacia el área del Celta, Griezmann se fue al centro y durante un cuarto de hora los vigueses se vieron algo sometidos. Una situación temporal a la que Carvalhal no tardaría en darle la vuelta. El técnico portugués ha ido puliendo su alineación para darle continuidad a un grupo de jugadores que ayer tenían como única novedad con respecto al Villamarín la presencia de Tapia en el centro de la defensa en el lugar del sancionado Unai Núñez.

El Celta batalló con el Atlético en un partido marcado sobre todo por los descarnados duelos individuales que se fueron estableciendo en el campo. No se vio a los porteros, pero sobraron razones para el entretenimiento en un partido algo asilvestrado, agitado por un árbitraje incomprensible –dos amarillas al Celta en los primeros cinco minutos–,y donde las defensas mandaban en el escenario.

Una buena noticia para un Celta que sigue cimentando su área como base para crecer. Es verdad que en ese primer tiempo no aceleraron el pulso de Oblak más allá de los intentos de Carles Pérez (enfrentado a un poderoso enemigo como Reinildo) y las progresiones impetuosas de Gabri Veiga que se impuso a los puntos a Barrios en ese duelo de jóvenes esperanzas del fútbol español, pero el equipo siempre amenazó a los colchoneros, precavidos en sus movimientos, como si oliesen el peligro que había enfrente.

El Atlético cambió de cara antes que el Celta. Lo hizo en el arranque del segundo tiempo cuando Simeone dio entrada a Carrasco y liberó a Griezmann al que Mingueza –imponente con la pelota y sin ella– había controlado con suficiencia. Los colchoneros agradecieron que el francés interviniese más en el juego e instintivamente el Celta guardó la ropa. Le costaba salir de la jaula en la que el Atlético fue metiéndole hasta el punto de que Iván Villar tuvo que asomar para hacer una parada de mérito en el minuto 48.

No encontraba el Celta agujero por el que colarse hasta que Javi Galán, desatado, firmó un eslalon brillante para poner a Iago Aspas mano a mano con Oblak. El moañés buscó un remate por bajo al primer palo. El eslovaco, algo sorprendido por el disparo, tocó la pelota que inició un lento recorrido hacia la portería. Gritaba el gol Balaídos y abría los brazos Aspas cuando Oblak llegó a tiempo para manotear el balón cuando le faltaba una cuarta parte para sobrepasar la línea de gol. Habían comenzado los sucesos paranormales en Balaídos.

Aquello asustó al Atlético. Carvalhal dio aire al ataque con la entrada de Seferovic que en su primera intervención le ganó una disputa a Savic y enfiló la portería colchonera hasta que el central le derribó a las puertas del área. Roja al central que dejaba al Atlético en inferioridad con veinte minutos por delante. La posterior falta la lanzó Iago Aspas con violencia contra el larguero y el posterior voleón de Veiga se fue directo por poco a las obras de Marcador.

Los “milagros” en el área de Oblak no se terminaron ahí. Poco después Seferovic ganó la espalda de la defensa del Atlético de Madrid con inteligencia y colocó en el área un balón cargado de intención en busca de Aspas. Un pase tenso, difícil para cualquier defensa que tratase de meter el pie. Lo hizo Reinildo para fusilar a su propio portero, una ejecución en toda regla. Pero de manera inexplicable el balón impactó justo en la mano de Oblak. Fue como en la escena del primer Superman en el que Clark Kent detiene la bala que iba en dirección a Lois.

El Celta no entendía nada de lo que sucedía. Y menos iba a comprender después de la última jugada del partido. Simeone ya había renovado a buena parte del equipo para tratar de resistir con diez futbolistas el acoso de un Celta que siguió probando a Oblak como hizo por ejemplo el animoso Carles en aquel disparo lejano. Pero en el último minuto Carrasco se encontró un balón en el costado izquierdo, se perfiló y sacó un disparo que no parecía peligroso. Un rebote envió el balón a la frontal del área pequeña donde Tapia (por falta de costumbre) se aculó en exceso para habilitar a Memphis quien a la media vuelta y con suavidad envió el balón al fondo de la red. Este partido pedía a gritos un exorcismo.