Para el Celta nunca hay mayo
El Alavés, superior en todas las facetas y en todos los minutos, destruye el sueño de un final de temporada tranquilo
Caminaba un aficionado del Celta por Vitoria disfrazado; con una especie de fantasma a la espalda al que había puesto una careta de Benítez. Una broma convertida en premonición; no por el lastre del pasado, sino por la transfiguración del presente. El equipo celeste casi empeoró la peor versión que hubiese ofrecido con el anterior entrenador. El Alavés lo despojó del optimismo laboriosamente alimentado desde la llegada de Giráldez. Lo superó en todas las facetas durante todos los minutos. Un naufragio cuya gravedad exacta se conocerá hoy en el Nuevo Mirandilla. Pero que de entrada borra cualquier sueño de un mayo tranquilo. “Pra min non hai maio, pra min sempre é inverno”, recitaría Curros.
Desde la primera pérdida
Un partido suele componerse de numerosos microrrelatos de argumentos contradictorios. A veces, sin embargo, todo se contiene en el trailer. La primera desconexión entre los centrales y Beltrán, agobiado por Guridi, explica la trama completa de lo que sucedió después. Luis García supó cómo descoser al Celta. Atacó desde las pérdidas viguesas. Eludió su presión con transiciones largas. Encontró a Kike para las prolongaciones y a sus extremos a la espalda de los carrileros. Desde su victoria en la pizarra se construyó su victoria sobre el césped. El Celta, todo grietas; el Alavés, todo cuñas.
Ubicación o intensidad
El Alavés avasalló al Celta por intensidad, se dirá. No ha sido un déficit que describa la aún breve etapa de Giráldez. Pudiera haber incurrido en un pecado puntual, de desaliento ante la manifiesta inferioridad ante el Alavés. Pero esa supuesta carencia suele reflejar generalmente defectos de ubicación antes que de actitud. Los locales ganaron todos los duelos y todos los balones divididos porque llegaron siempre un segundo antes a las encrucijadas. Transitaron por el campo al unísono, guiados por un mapa preciso. Los célticos, en cambio, se movieron a impulsos, desorientados.
Errores individuales
Cada partido es una historia, ya se sabe. Con los mismos hombres y planteamientos, probablemente todo habría resultado diferente si el balón volviese a rodar. En este ajedrez, las piezas poseen voluntad propia. Ayer demasiados hombres tomaron malas decisiones, ya desde la retaguardia; Unai, como desgraciadamente suele; Carlos, contra su costumbre. Ni siquiera Mingueza aportó pausa. Esa histeria se contagió a las demás líneas hasta desembocar en un Celta irreconocible con balón y sin él; en ataque estructurado y al contraataque, que no existieron. Un muñeco de trapo, manejado por el rival a su antojo.
Tiros en el pie
El Celta de Giráldez había remontado ante Sevilla y Las Palmas. En ambos partidos, el rival pudo habre ampliado su ventaja inicial. Pero al menos el Celta intentó sostenerse ante ese vendaval puntual y aprovechó los indultos. No sucedió ayer. Jugó maravillosamente el Alavés. Y aún así, los mejores pases del encuentro se los regaló el equipo vigués. En vez de intentar mantenerse en pie, se disparó en ambos.
Autocrítica
Todo había funcionado desde la ascensión de Giráldez. Ni siquiera la digna derrota ante el Betis había empañado este hermoso cuento de hadas, culminado por la goleada al Las Palmas justo después de su renovación. Y Claudio merece esa apuesta, sin duda. Ha demostrado su capacidad táctica y estratégica. Está manejando bien la plantilla. El celtismo y el club comulgan con su ideología. Pero la realidad siempre es más compleja y tiene sus reveses. El estilo de Claudio es viable. Los planteamientos y las ejecuciones son más volátiles, sometidos al otro sujeto sintáctico, que es el rival. E igual que en otros partidos ha sabido maniobrar sobre la marcha para corregir los problemas, ayer no aprovechó ese empate a cero que Guaita había regalado al descanso. Esta vez el vídeo fue una película de terror. Lo que sí cabe esperar de Claudio, a diferencia del autocomplaciente Benítez, es autocrítica. Ya ayer realizó un análisis más crudo de lo que solía su predecesor. Sólo desde la confesión se puede alcanzar la redención.
En subjuntivo
El fútbol también se conjuga en subjuntivo; lo que hubiese sucedido con los jugadores que causaban baja o los jugadores que se quedaron en el banquillo. Es naturalmente un territorio infinito, que funciona sobre lo indemostrable. Pero es cierto que Larsen escogió el peor partido para su quinta amarilla. El Celta se vio privado de ese trabajo de espaldas que lo desahoga. Y el Alavés no concede a su espalda el espacio del que Douvikas vive para sus rupturas. Por otra parte, Claudio volvió a confiar en la dupla Beltrán-Jailson. Ya ante Las Palmas se añoró la creatividad de Sotelo o el temple de Damián, aunque ese 2-1 instantáneo permitiese jugar después con una verticalidad que ayer nunca fue posible.
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