Día de cementerios con flores, lluvia, frío, rosquillas y churros
El sentimiento y la tristeza con los que muchos acuden al camposanto contrasta con la romería en que se convierten muchos de ellos
Los arousanos vivieron ayer una de esas jornadas importantes, sobre todo para la comunidad cristiana y los más creyentes, como es el día de Todos los Santos.
Como mandan la tradición y el sentimiento, miles de ciudadanos llenaron los cementerios, ya fuera para honrar a sus seres queridos muertos o, simplemente, para curiosear y practicar eso que se conoce como necroturismo.
Sesión matinal
Todo ello a lo largo de la mañana, cuando las lluvias bajaron el ritmo de descarga de agua y la sensación térmica era soportable.
Una tregua que la mayoría quisieron aprovechar, de ahí el frenético movimiento desde primeras horas de la mañana, para cumplir con la tradición antes de que volviera a estropearse el tiempo.
Y se estropeó. Por eso lo sucedido por la mañana nada tuvo que ver con lo que pasó por la tarde, cuando el bajón de las temperaturas, el regreso de las intensas lluvias y el viento se encargaron de vaciar los campos santos.
A cubierto en casa
Los arousanos decidieron recogerse pronto y ponerse a resguardo en casa, a la espera de la fuerte tormenta que se esperaba a medida que avanzaba la jornada, y desanimados al ver que, tras el cambio de hora, a las seis ya había anochecido.
Por eso hay que quedarse con lo sucedido por la mañana en los cementerios de Rubiáns, Cornazo, Bamio, San Vicente, Simes, San Julián, Santa Mariña, San Miguel, San Martiño y tantos otros que lucieron su mejor imagen.
Los vecinos se habían encargado de engalanar a conciencia las tumbas y panteones, y los que no pudieron hacerlo antes apuraron ayer hasta el último momento para que todo estuviera en perfecto estado de revista.
Como una romería
Dicho esto, hay que destacar que, un año más, la festividad de Todos los Santos convirtió algunos de los cementerios arousanos en una romería donde no faltaba casi de nada.
Incluso era posible comprar rosquillas, churros recién hechos, garrapiñadas y tanto chucherías como juguetes para los niños.
Se colocaron ante las zonas de enterramiento puestos ambulantes con las “chilindradas” propias de cualquier fiesta. Pudo verse en los dos cementerios de Rubiáns, tanto en el parroquial como en el municipal, donde, como en todos los de Vilagarcía, la puerta de entrada también lucía la corona que siempre aporta el Concello.
Esos puestos ambulantes también estaban en otros muchos lugares de la comarca, dando a la celebración de Todos los Santos un toque desenfadado que poco o nada tiene que ver con la otra vertiente, mucho más recogida, sentida y religiosa, que rodea el “día de los cementerios”.
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