Los vikingos no escarmientan y vuelven a llenar Catoira

El tradicional desembarco de los hombres del Norte se mueve en cifras de récord

Manuel Méndez

Manuel Méndez

Como estaba previsto, Arousa vivió el domingo más multitudinario del año, gracias a las altas temperaturas y fiestas de todo tipo en cada rincón.

Un espectacular despliegue de arousanos y visitantes que se debió, sobre todo, a la Festa do Albariño (Cambados) y a la Romaría Vikinga (Catoira), que junto al tirón de O Grove y A Lanzada, reunieron a decenas de miles de personas de toda España y el extranjero.

Los vikingos conquistan Catoira

Manuel Méndez

Especialmente en el caso de la Fiesta de Interés Turístico Internacional que es la popular Romaría Vikinga, donde volvieron a darse cita entre 30.000 y 40.000 ciudadanos que anhelaban presenciar el tradicional Desembarco Vikingo en las Torres de Oeste, convertidas en una especie de Torre de Babel en la que se escuchaban acentos de todas las regiones de España e idiomas de distintas partes del mundo.

Atascos

No todos consiguieron verlo, ya que, como suele suceder, los atascos generados en las carreteras y caminos de acceso hicieron que algunos llegaran al recinto cuando todo había terminado ya.

Incluso muchos de los que llegaron con un par de horas de antelación tuvieron dificultades para ver los barcos de los nórdicos, ya que los más madrugadores habían ocupado la primera línea de combate.

La multitud también presenció la batalla desde el puente Catoira-Rianxo.   | //  GUSTAVO SANTOS

La multitud también presenció la batalla desde el puente Catoira-Rianxo. | // GUSTAVO SANTOS / Manuel Méndez

Era tan difícil encontrar hueco en la orilla del río como lo es en el Mediterráneo colocar la toalla y la sombrilla al lado del mar.

A pesar de esas dificultades derivadas de la afluencia masiva, la Romaría Vikinga volvió a brillar, demostrando que es uno de esos eventos que, de tan consolidados que están, garantizan el lleno “sin despeinarse”, siendo capaces de atraer cada año a más y nuevos seguidores ansiosos por vivir ese momento de clímax que rodea al desembarco.

Problemas puntuales

Y eso que quedó este año un tanto deslucido a causa del viento del Norte y la bajamar, ya que condicionaron los movimientos de las embarcaciones y, por momentos, impidieron que desplegaran todo su velamen para remontar el Ulla.

El público abarrotó el recinto.   | //  GUSTAVO SANTOS

El público abarrotó el recinto. | // GUSTAVO SANTOS / Manuel Méndez

Además se registraron algunos problemas técnicos, como un fallo puntual en el motor de una de las naves, casi al mismo tiempo que otra quedaba encallada en el fango debido a lo rápido que bajó la marea.

63 ediciones

Pero tras los momentos de incertidumbre iniciales, todo se solventó con pericia y, más de un centenar de guerreros nórdicos se lanzaron a tierra desde los seis barcos participantes en esta 63 edición.

El vino tinto corrió a raudales.   | //  GUSTAVO SANTOS

El vino tinto corrió a raudales. | // GUSTAVO SANTOS / Manuel Méndez

No eran otros que los tres drakkar del Concello de Catoira –réplicas de los verdaderos barcos de guerra vikingos– y tres embarcaciones de apoyo, tipo galeón y decoradas para la ocasión, que llegaban a la contienda desde A Illa, Rianxo y Carril (Vilagarcía).

Una momento de la escenificación.   | //  GUSTAVO SANTOS

Salva, uno de los vikingos históricos. / Gustavo Santos.

Sin artefactos molestos

Barcos de guerra que, afortunadamente, estuvieron este año menos acompañados por las lanchas neumáticas, planeadoras, motos de agua y demás artefactos flotantes que cada primer domingo de agosto solían estropear el espectáculo teatral del desembarco, pues esos espontáneos trataban de arrimarse todo lo posible a los drakkar.

El viento antes aludido y la presencia de la Guardia Civil, junto al empeño del Concello, ayudaron a reducir el número de esas embarcaciones de recreo en el cauce fluvial, lo cual es sinónimo de mayor lucimiento de los drakkar y de más seguridad para la navegación.

Sin subirse a las Torres

Un aspecto, el de la seguridad, en el que incidió –parece que acertadamente–, el gobierno vikingo que dirige de Xoán Castaño, que decidió prohibir a los espectadores que se subieran a las protegidas Torres de Oeste.

Los vikingos conquistan Catoira

Manuel Méndez

Con carteles impidiendo esa escalada y “colocando en cada torre a guardias de seguridad, hemos evitado el riesgo de caída que siempre existías en las Torres”, presumía el alcalde una vez finalizado el desembarco.

Momento en que confirmaba que los equipos médicos y de emergencias atendieron a algunas personas por desmayos, cortes o contusiones.

Y que las fuerzas de seguridad recogieron alguna que otra denuncia por la sustracción de carteras o bolsos, lo cual se antojan situaciones inevitables y cotidianas en cualquier aglomeración así.

La amenazante llegada de las hordas viking       as a las Torres de Oeste tras remontar el río Ulla.   | //  GUSTAVO SANTOS

La amenazante llegada de las hordas vikingas a las Torres de Oeste tras remontar el río Ulla. | // GUSTAVO SANTOS / Manuel Méndez

“Fueron incidentes menores, por lo que podemos decir que la fiesta ha sido un éxito absoluto”, garantizaba Castaño antes de asegurar que todos aquellos a los que ha consultado “coinciden en decir que se han batido todos los récords de participación”.

No es extraño, por tanto, que haga un balance “altamente positivo” de esta edición de la Romaría Vikinga en la que se vieron más peñas que nunca y, sobre todo, un número inusualmente alto de jóvenes –alguno de muy corta edad– metidos de lleno en el papel de hombres del Norte.

Las vías del tren

Xoán Castaño terminó destacando y agradeciendo el papel de la Guardia Civil y Protección Civil.

A lo que hay que sumar la presencia de vigilantes adscritos a Renfe y Adif custodiando las vías del tren a su paso por el entorno de las Torres, ya que es un tramo en el que suelen cruzar a pie quienes se dirigen a la fiesta o regresan de ella.

Además, los trenes de la línea Vigo-A Coruña circularon mucho más despacio de lo habitual, de ahí que se registraran retrasos puntuales.

El Concello logró que este año el público no se subiera a las Torres.   | //  GUSTAVO SANTOS

El Concello logró que este año el público no se subiera a las Torres. | // GUSTAVO SANTOS / Manuel Méndez

Por lo demás, todo marchó según lo previsto, y cuando los guerreros pusieron pie a tierra se vivieron los episodios de costumbre, escenificándose cruentas batallas en las que se derramó sangre, debido a los golpes involuntarios y caídas que sufrieron algunos.

Vino tinto del Ulla

Pero lo que más corrió, por la cabeza, la ropa y la garganta de muchos, fue el afamado vino tinto del Ulla, que a esa hora competía desde Catoira con el blanco por excelencia que es el albariño, de fiesta unos kilómetros río abajo.

En Catoira era el tintorro el que movía la simulada batalla, de la que tomaron parte cientos de hombres y mujeres, niños y adultos, ataviados con las más variopintas vestimentas para tratar de reproducir el modo de vida en villas como Catoira en tiempos de los normandos.

Notable incremento de jóvenes en el papel de guerreros y posible récord de participación

Un momento de la escenificación. / Gustavo Santos

Muchos desplazados en tren desde distinto puntos de Galicia, de ahí que en las estaciones y vagones coincidieran pasajeros embriagados de felicidad cuando regresaban de la Festa do Albariño con otros que, sedientos de tinto del Ulla, se desplazaban a la romería catoirense.

Desde Gran Canaria

Junto a ellos, vikingos llegados a Galicia en avión como “Leónidas” y Verónica, una joven pareja desplazada expresamente desde Gran Canaria para, caracterizados como verdaderos guerreros, disfrutar un año más del espectáculo.

“Es una fiesta que nos tiene enamorados y estamos esperando impacientes todo el año”, indicaban los canarios en las Torres, donde se montó el mercado medieval más grande que se recuerda y no faltó la “mejillonada popular”.

Dos jóvenes desplazadas a Catoira desde Gran Canaria.

Dos jóvenes desplazadas a Catoira desde Gran Canaria. / M. Méndez

Recinto en el que se vendía de todo, desde ropa a espadas, cascos, escudos y cuernos vikingos, pasando por quesos, embutidos y otros productos de alimentación.

Churrasco y pulpo

No podían faltar los restaurantes ambulantes en los que degustar churrasco, pulpo “á feira” y demás viandas, de los que salía un olor a romería de las de antes que el viento del Norte empujaba río abajo y se mezclaba en el ambiente con el que desprendía el líquido inflamable que quemaban en sus bocas los zancudos integrantes de los grupos de animación Troula y Upsala.

Formaciones que, ya fuera con música celta o tambores, encendieron buena parte de la fiesta, amenizando la espera del desembarco y contribuyendo a caldear el ambiente desde media mañana.

Lo hicieron enamorando a los turistas, que no sabían como ingeniárselas para superar el miedo que sentían al tratar de acercarse para fotografiarse con aquella especie de monstruos, que no eran más que hombres vestidos de guerreros y fieros hombres nórdicos de esos que cada agosto visitan Catoira.