La multitudinaria algarada de 1953 que llevó al maestro de Meaño a la cárcel

Crisanto Rial es recordado todavía hoy, 70 años después del motín de los vecinos de Meaño ante el plan de reforestación estatal

Casa que los vecinos construyeron en agradecimiento al represaliado Rial   | // T.H

Casa que los vecinos construyeron en agradecimiento al represaliado Rial | // T.H / TINO HERMIDA

Tino Hermida

Cada pueblo, por pequeño que sea, ha dejado justificadas batallas en la historia reciente. Meaño también. Hoy se cumplen 70 años, al 27 mes de marzo de 1953, de la algarada popular en la que los vecinos se tiraron al monte en defensa de sus propiedades, ante el temor de que cayeran en manos del gobierno del Régimen.

Y es que se temía que la política de repoblación forestal, que estaba irrumpiendo aquel año, alterara un bien que era preciado entonces en una economía familiar, esencialmente agraria. La pasividad del entonces alcalde José Martínez Lis, en connivencia con las autoridades, no hizo sino alentar la rebelión de aquellos ediles más cercanos a los labradores, abanderados por el concejal y maestro de escuela Crisanto Rial.

En abril 1952, cuando con la llegada del agrónomo falangista Cavestany Anduaga al Ministerio de Agricultura, el Gobierno de Franco aprobó la ley que auspiciaba la primera iniciativa de la Dictadura para impulsar la repoblación forestal. El objetivo era estimular una economía forestal campesina en aras de contribuir a que el país contase con una sólida reserva boscosa, capaz de proporcionar un volumen constante de madera industrial que paliara el déficit español de aquellos años.

Un millón de hectáreas para repoblar

La pretensión de la ley era repoblar más de un millón de hectáreas en diez años, o lo que es lo mismo, triplicar el volumen de lo reforestado en la década anterior. Para ello se fijaron anticipos y subvenciones con el fin de atraer a los particulares en pro de esa gran campaña de reforestación que estaba emprendiendo el Régimen. En la práctica, los resultados de aquella ley no cumplieron las expectativas, para acabar resultando decepcionante en Galicia y en España.

Crisanto Rial, el maestro apresado por defender el monte de Meaño.   | // T.H

Crisanto Rial, el maestro apresado por defender el monte de Meaño. | // T.H / TINO HERMIDA

La forma en cómo se intentó aplicar en los montes meañeses -y en otros concellos limítrofes- levantó protestas labriegas, que llegaron a ser tan airadas que cobraron tintes de motín en aquellas parroquias con mayor masa forestal. Sobremanera se evidenció en las parroquias de Cobas, Meaño, Xil y Simes, donde los vecinos se lanzaron al monte en defensa de sus propiedades, recelosos por el temor de perder su tradicional economía.

La protesta estalló a finales de marzo de 1953. Había comenzado a gestarse en febrero, cuando brigadas del Servicio Forestal de la Diputación de Pontevedra se personaron en los montes de Meis y Sanxenxo para iniciar los trabajos de repoblación. Allí, la reacción vecinal, con comisiones subiendo al monte y amenazando a los operarios sobre el terreno, obligó a la presencia de la Guardia Civil, a fin de evitar males mayores, acabando por obligar al Gobierno a parar los trabajos.

Trabajos de la brigadas

Aquella alarma cundió de inmediato en Meaño, ante la inminencia del inicio de los trabajos por las brigadas del Servicio Forestal. Para mediar, el “prohombre” de la Hermandad Sindical de Labradores, Marcial Iglesias, convocó una asamblea, que resultó multitudinaria. En el cónclave tomó protagonismo Crisanto Rial, maestro de Cobas, secretario de la entidad y edil del Concello que, versado en la norma, explicó la situación, incidiendo en la importancia económica y social de repoblar todo aquel monte que fuera prescindible, junto a la necesidad de abstenerse de todo acto de violencia en las protestas.

Los congregados se juramentaron en la repoblación por cuenta propia en los terrenos suyos que fueran prescindibles, pero renunciando a la par a todo beneficio del Patronato Forestal. Además, la Hermandad Sindical se obligaba a velar por los intereses de los campesinos, advirtiendo de que se haría preciso que cada cual acreditara documentalmente su propiedad para que pudiera emprender por su cuenta la repoblación en sus parcelas.

Entrada a Cobas, en los montes que iban a ser reforestados   | // T.H.

Entrada a Cobas, en los montes que iban a ser reforestados | // T.H. / TINO HERMIDA

La pasividad del alcalde José Martínez Lis ante lo que se aprestaba a acaecer, desconcertó a los vecinos. Primero, no acudió con el representante de la Hermandad Sindical, cuando se le demandara desplazarse junto con Marcial Iglesias a Pontevedra para mediar ante las autoridades. En aquel encuentro, al que Iglesias acudió solo para defender la posición de la asamblea, se le instó a que aquella decisión debía de ser ratificada por el pleno de la corporación, el cual debía convocarse por urgencia y celebrarse en un plazo de 48 horas.

El papel de la Hermandad Sindical

A esa convocatoria se negó el regidor, por lo que Crisanto Rial apeló a la Hermandad Sindical. Lo hizo por escrito, con fecha 2 de marzo de 1953, toda vez que los labriegos veían en ella la única institución que comulgaba con la defensa de sus intereses.

Puesto en jaque, Martínez Lis acabó convocando y celebrando el pleno el 13 de marzo, en una sesión en la que el público desbordó el aforo de la sala. En ella se acordó que la Corporación se desplazaría a Pontevedra para encauzar la situación, pero esa visita la pospuso el regidor para el día 24. En medio, los párrocos de los municipios de Meaño y Sanxenxo -que eran en las aldeas el otro poder fáctico del Régimen-, se sumaron a la causa labriega, y el 15 de marzo redactaron, rubricaron y remitieron a la Diputación Provincial y al Distrito Forestal, sendos escritos en los que se advertía del riesgo de motín si persistían los trabajos de reforestación.

Crisanto Rial, el maestro apresado por defender el monte de Meaño.   | // T.H

Un retrato de José Lis, alcalde de Meaño en el año de la algarada. | // T.H / TINO HERMIDA

Finalmente, reunidos en Pontevedra aquel 24 de marzo, la corporación meañesa se entrevistaba con el presidente de la Diputación, al que acompañaban el ingeniero y el inspector provincial de la F.E.T.

Delimitación de zonas

En ella se fijó el 27 de marzo, como día en el que técnicos del Servicio Forestal se desplazarían a Meaño para delimitar la zona a repoblar, un área que, una vez que los afectados presentasen los pertinentes documentos de propiedad, podría modificarse, trazando la línea que correspondiera.

En aquel encuentro se convino además que la Corporación, con el alcalde al frente, subirían al monte, junto con los vecinos que lo desearan, para supervisar in situ los deslindes.

Nada más regresar, el propio día 24, se editó y distribuyó un bando de la Alcaldía para comunicarlo a los vecinos.

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El vecino de Lores, José Domínguez que cuenta hoy con 90 años recuerda así aquel 27 de marzo: “Yo bajaba al filo del mediodía de cachar tojo en el monte con Sergio González Frieiro -relata-, y nos encontramos con el gentío a las puertas del Ayuntamiento, con la Guardia Civil y operarios de la Forestal”. “Entre la gente -prosigue-, toda apretujada, estaba Sergio, que era hombre atrevido y asomó una de sus piernas para propinarle un puntapié a uno de los operarios. Aunque se volvió al momento, ni él ni la Guardia Civil presente pudieron identificar al agresor”.

A las puertas del Ayuntamiento y Campo da Feira (hoy plaza), la multitud -que los testigos cuantifican en cientos- exigía la liberación de Crisanto Rial y Marcial Iglesias, mostrándose dispuesta a permanecer allí mientras no se permitiera su regreso a casa. A sus 78 años, Juan Hermida rememora como su abuela, Josefa Muñiz, mujer de mucho carácter, exhibió una hoz, que hizo asomar al cuello de uno de los técnicos.

El propio cura párroco de Simes, Valentín Caramés Giadás, refieren, le espetó como reproche a un mando de la Guardia Civil: “¿quieres hacer de Meaño otro Casas Viejas?”, en paralelismo al linchamiento de un grupo de labriegos exacerbados, acaecido a manos de los cuerpos de seguridad en la localidad gaditana de dicho nombre en 1933.

Ante la situación, el comandante de la Guardia Civil conminó al maestro, aseverando -según el testimonio legado por escrito del propio Rial-, que “si no se disolvían los centenares de personas allí congregados, o se producía algún incidente desagradable, me cargaría con dos tiros”, amenaza que le profirió el mando al frente del operativo según su testimonio.

Así las cosas, Crisanto Rial se avino a salir a las puertas del Consistorio. En su alocución, ante la gente que lo escuchó en silencio, medió para convencerlos de que, lo mejor, era marcharse a sus casas, por cuanto “el momento estaba poniendo en peligro mi propia vida”, escribió. Resignados la mayoría se retiró, si bien unos pocos persistieron hasta el final para presenciar el desenlace. La ascendencia que parecía haber mostrado el maestro, no hizo sino al mando reafirmar su sospecha de que Crisanto Rial había sido el inductor del motín.

Tras ello, y recuperada una calma tensa, Rial Espasandín fue introducido en el vehículo de la Guardia Civil para ser traslado a la comandancia en Pontevedra y, de ahí, a la prisión provincial. En ella permaneció recluido doce días, lo que hizo sino agravar su ya delicada salud. Se especula -aunque se acredita en casos contados- que existieron más detenidos, acusados de promover lo acaecido, pero que fueron liberados pronto. Algunos testigos lo refieren: “Aquel día -afirmaba uno de ellos- detuvieron a alguna gente a las puertas del Ayuntamiento, que al cabo los liberaron, tras interrogarlos y propinarles a algunos un par de bofetadas”.

Llegado el 27 de marzo de aquel 1953, se personaron en el Concello los ediles Crisanto Rial Espasandín, Ramón Martínez Galiñanes, Serafín Seijas Saborido y Benjamín Varela Souto, que aguardaron en vano al alcalde Martínez Lis, que evitó asistir. Ese mismo día -hace justo hoy lunes 70 años-, siguiendo las directrices del bando, los vecinos estaban subiendo al monte, con objeto de delimitar de manera justa la demarcación de la zona a repoblar.

En el Concello, ante la ausencia del regidor, los cuatro ediles decidieron subir también al monte, tratando de encontrar a los técnicos del Servicio Forestal en Xil, donde preveían iniciar los trabajos.

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La vecina de Cobas, Luisa Abal, rememora los sucesos a sus 79 años: “Aquel día subió mucha gente al monte, armados con azadas, hoces y guadañas, para enfrentarse a los operarios de la Forestal, que trabajaban ayudados por un vecino de Armenteira, a quien incluso le rompieron un brazo en la refriega”.

Temiendo por su integridad física, los técnicos huyeron monte a través hasta Xil, y de ahí dirigieron sus pasos a Meaño, temiendo ser linchados por el gentío que les seguía. A sus 88 años, el vecino de Meaño, Olegario Muñiz, da fe del momento: “Seguidos desde Cobas -afirma- uno de los técnicos llegó a Meaño, huyendo de la gente, y en la primera casa con la que dio fue la de Otero, que era la zapatería de José “O Zapateiro”, donde entró pidiendo asilo rogando: sálveme, agácheme por favor’”.

El zapatero reaccionó cerrando la puerta y dejando que el operario se escondiera debajo de su mesa de trabajo. A la par, en el exterior se iba aglomerando más gente en la puerta.

Personados en el lugar, los cuatro ediles, con Crisanto Rial a la cabeza, acabaron interviniendo ante el abucheo y las increpaciones. Les pidieron calma y lograron sacar al operario de la Forestal, a quien protegieron hasta el Ayuntamiento, donde lo acantonaron en espera de la llegada de la Guardia Civil desde Sanxenxo.

Apoyo de cuatro concejales

“Los cuatro concejales -dejó escrito el propio Crisanto Rial- habíamos cumplido con un deber ordenado por el alcalde, y ese día nos retiramos sin sospechar de que en Pontevedra se fraguaba contra nosotros, mejor dicho, contra mí, una celada”. Y es que en la mañana del día 28, se presentó en su casa de Cobas una patrulla de la Guardia Civil, que lo trasladó al Ayuntamiento.

Una vez en su interior, el comandante del cuerpo asignado a la investigación, le hizo saber que el Gobierno Civil le acusa, a él y al prohombre de la Hermandad, Marcial Iglesias, de haber instigado el motín. Aún negándolo, y transcurrido el plazo dado para depurar responsabilidades, el comandante del cuerpo dio orden de arresto para ambos. La noticia cundió como reguero de pólvora desde primera hora y el gentío se fue congregando a las puertas del Concello, a fin de impedir el arresto, su traslado a Pontevedra y exigir su liberación.

La algarada, en definitiva, fue una reacción contra una decisión que consideraban un abuso, pero sobre todo, por el temor a perder uno de sus principales recursos económicos.

El maestro Crisanto Rial dejó testimonio escrito de una concentración que, pese a todo, calificó de “serena, aquella mañana”, si bien algunos testigos que lo recuerdan, rememoran momentos de mucha tensión en el exterior.

Pero como no los hallaron, y a instancias de lugareños que los ubicaba en la parroquia de Cobas, se desplazaron hasta ella, donde esos técnicos estaban realizando ya sus primeras labores sobre el terreno, en las inmediaciones de las primeras casas. Fue en ese punto que en Cobas se desató la reacción popular, con muchos vecinos que subían temiendo ser despojados de sus propiedades. Increpaciones, empujones y altercados con atisbos violentos.

El epicentro del motín

Lo sucedido, corrió y se trasladó en los días siguientes a Xil, Meaño y Simes, parroquias que se convirtieron así en epicentro de un motín que se mantuvo “durante dos ó tres días”, según refieren en sus testimonios los ancianos que lo vivieron. Cuando tenía 79 años, la vecina de Cobas, Luisa Abal, rememoraba lo acaecido: “Aquel día subió mucha gente al monte, armados de azadas, hoces y guadañas, para enfrentarse a los operarios de la forestal, que trabajaban ayudados por un vecino de Armenteira, al que rompieron un brazo en la refriega”.

La ayuda de José "O Zapateiro"

Temiendo por su integridad física, los técnicos huyeron monte a través hasta Xil, y de ahí dirigieron sus pasos a Meaño, temiendo ser linchados por el gentío que les seguía. A sus 88 años, el vecino de Meaño, Olegario Muñiz, da fe del momento: “Seguidos desde Cobas -afirma- uno de los técnicos llegó a Meaño, huyendo de la gente, y en la primera casa con la que dio en la de Otero, que era la zapatería del José “O Zapateiro”, entró pidiendo asilo rogando sálveme, agácheme por favor’”.

El zapatero reaccionó cerrando la puerta y dejando que el operario se escondiera debajo de su mesa de trabajo. A la par, en el exterior se iba aglomerando más gente en la puerta. Personados en el lugar, los cuatro ediles, con Crisanto Rial a la cabeza, acabaron interviniendo ante el abucheo y las increpaciones. Rogándoles calma, lograron sacar al operario de la Forestal, al que protegieron hasta el Ayuntamiento, donde lo acantonaron en espera de la llegada de la Guardia Civil desde Sanxenxo.

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Crisanto Rial no fue el único que padeció prisión por aquel movimiento levantisco. Entre los encarcelados, también algunos otros, entre los que figuró Graciano Romay Castro, vecino de Xil que fuera uno de los líderes en esta parroquia. A sus 74 años, Alicia Rey, natural de Xil y sobrina de aquel, lo rememora: “Mucho anduve por esos caminos -refiere el testimonio legado por su madre-, en que tenía que ir esos días a Cambados a llevarle la comida a la cárcel, porque a él lo apresaron cuando la gente se echó a los montes en 1953”. La oposición vecinal en los montes no paró ahí, sino que se mantuvo unos días más, con Crisanto Rial ya detenido.

En Meaño, los vecinos se congregaron junto al Con de San Marcos en Outeiro, al que Cesáreo Muñiz (“Planchado”) subió para llamarlos a golpe de su trompeta. Desde allí, más de una treintena subieron juntos al monte, armados con sus herramientas de campo para defender sus propiedades, decididos a impedir la labor de los agentes forestales.

Situación similar conoció Simes, donde los técnicos se afanaban en deslindar los montes, contando in situ con la protección de la Guardia Civil, ante unos vecinos que, airados, subían provistos también de guadañas, horquillas y azadas, dispuestos a defender por las bravas sus montes. Una labor que en Simes se centraba en los de Fonte Barreira, Armeáns, Cordeleiro y O Leixo. “Fueron días de mucha tensión en Simes -rememora a sus 81 años Manuel Agís-, con los ánimos muy enervados, realizando el deslinde”.

Entre los presentes una mujer prominente, que Manuel Agís, recordaba, “se ponía delante de la gente encarándose con los agentes de la Guardia Civil gritándoles ‘pegádeme a min, pegádeme a min”, como simulando estar en cinta, lo que hacía que los agentes se retrajeran”. Auxiliando a los técnicos de la Forestal en Simes trabajaba Moncho de Adeleiras “O Rento”, vecino de la localidad que se apresuraba a cada paso portando un cubo con cal, que se empleaba para delimitar las líneas.

Aquel pagó las iras de los convecinos más exaltados, que acabaron por propinarle una paliza, acusado de colaborar con los servicios de la Forestal. Tal fue la fiereza del enfrentamiento en los montes de Simes, que una copla de Carnaval posterior rezaba rememorando aquel episodio: “Viñeron a picar ao monte / e picaron no de todos / e subiron os de Simes / e mallaron como lobos”. El 4 de abril, con Crisanto Rial en prisión desde hacía ocho días, el alcalde José Martínez Lis reaparecía en escena promulgando un bando municipal, con una llamada a restablecer el orden. Por su parte, cuando recupera la libertad Crisanto Rial, fue apartado de la política y su vida quedó entregada a su labor de maestro hasta su muerte, acaecida en el año 1958. Atrás había quedado el gesto de sus convecinos de Cobas, que agradecidos por su entrega, le habían construido en piedra y con sus propias manos en aquel 1953 una vivienda que, legada a sus herederos, se mantiene hoy al pie de la EP-9302, y en cuya fachada reza la placa “A casa do mestre” en su honor.

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