San Cibrán resiste crisis y borrascas

Sin las multitudes de antaño, la celebración del lunes de Pascua en Tomeza sigue atrayendo a numerosos fieles que acuden a esta romería a “espantar o meigallo”

Los fieles arrojan piedras sobre el tejado de la ermita de San Cibrán de Tomeza.

Los fieles arrojan piedras sobre el tejado de la ermita de San Cibrán de Tomeza. / Rafa Vázquez

Hace años que la romería de San Cibrán de Tomeza ha perdido la multitudinaria concurrencia de otras épocas, pero la fiesta más popular del lunes de Pascua en Pontevedra resiste a pandemias, crisis económicas y, ahora, a borrascas.

El alto de San Cibrán volvió a reunir ayer a numerosos fieles y aficionados a esta fiesta, a pesar de los aguaceros caídos a lo largo de la mañana. Casualmente –o por la intercesión del santo, según dijo el sacerdote al finalizar la homilía–, a la hora en la que estaba prevista que saliese la procesión, el cielo se abrió y los fieles pudieron acompañar a la imagen en un recorrido alrededor del templo.

Unas mujeres compran ramilletes de hierbas para bendecir.

Unas mujeres compran ramilletes de hierbas para bendecir. / Rafa Vázquez

La fiesta contó, un año más, con todas las tradiciones de esta ancestral romería. Arrojar piedras sobre el tejado de la ermita a la vez que se dan nueve vueltas, pasar bajo la imagen del santo, o bendecir un ramillete de hierbas, entre otras.

Los asistentes ya no se cuentan por miles y el entorno de la iglesia no amanece en esta jornada rodeada de tiendas de campaña de los muchos romeros que pasaban la noche las laderas del monte de San Cibrán, para no perderse ni un momento del día grande de Tomeza.

Un momento de la procesión en la romería de San Cibrán.

Un momento de la procesión en la romería de San Cibrán. / Rafa Vázquez

Tampoco la mayor parte de los asistentes procede de distintos puntos de la provincia (muchos de ellos llegaban caminando), o incluso de fuera de ella, como ocurría antes. Ahora, la mayor parte de los asistentes son pontevedreses, o de la misma Tomeza. Pero la fiesta y sus tradiciones persisten y así, quienes ayer volvieron a celebrar el lunes de Pascua en esta colina pudieron “espantar el meigallo” pidiendo la intercesión de San Cibrán, que es el objetivo místico de la fiesta.

El ritual consiste en dar nueve vueltas a la ermita, arrojando de espaldas y en cada una de ellas una piedra al tejado. También deben pasar tres veces por debajo de las andas de la imagen y bendecir un ramillete de hierbas que se pueden adquirir antes de llegar al templo. Este año al precio de 2 euros.

Una vez más la romería de San Cibrán supuso el epílogo a la Semana Santa en Pontevedra, que antes era festivo local y que ahora, sin serlo, se mantiene como una tradición ineludible para los más fieles.

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