Nabokov, literatura con mariposas

Aunque su obra más conocida es “Lolita”, sobre todo a raíz de la adaptación al cine por Stanley Kubrick, otras novelas suyas merecen ser consideradas como de las mejores del siglo XX

Vladimir Nabokov, en el campo.

Vladimir Nabokov, en el campo. / FdV

El 30 de mayo de 1975 la televisión francesa emitió un episodio de “Apostrophes”, el programa de libros conducido por Bernard Pivot, dedicado a Vladimir Nabokov. Confieso que aún ahora lo veo de vez en cuando, como si fuera un clásico del cine, porque es un placer escuchar a Nabokov hablando de su obra. El programa se comercializó en España en una colección de VHS dedicada a “Apostrophes”, pero se puede rescatar en You Tube. Se lo recomiendo. Se trata de una de las pocas entrevistas concedidas por Nabokov a una televisión, realizada bajo sus estrictas condiciones: exigía las preguntas por escrito para contestarlas también leyendo las respuestas en unas fichas que ocultaba tras una muralla de libros. Nabokov en estado puro (por cierto que también leía sus ponencias y las clases en la universidad).

Vladimir Vladimirovich Nabokov nació en San Petersburgo el 22 de abril de 1899, hace 125 años, en una familia rica, culta y liberal, cuya fortuna fue expoliada por la revolución bolchevique. En 1919 salieron de Rusia y se instalaron en Berlín, donde su padre fue asesinado por dos pistoleros fascistas en 1922. Después de estudiar en Inglaterra (“en Cambridge pasaba el tiempo componiendo versos, seduciendo mujeres y jugando al fútbol”, escribió) vivió en Alemania 15 años sin aprender el idioma, aunque hablaba perfectamente ruso, francés e inglés. Después se instaló en Francia hasta que en 1940 huyó a los Estados Unidos en el último barco que zarpó a América antes de la ocupación (su hermano Serguéi había muerto en un campo de concentración nazi). En América sobrevivió enseñando ruso, boxeo y tenis y en alguna ocasión hizo de extra de cine. Después impartió clases en el Wellesley College y en la Cornell University de Ithaca y en 1945 consiguió la nacionalidad.

Volvió a Europa en 1962, a Suiza, donde ocupó durante 16 años un apartamento de seis habitaciones del Palace Hotel de Montreux, a orillas del lago Leman, con su esposa Vera Slonim, el único amor de su vida, que también ejercía de secretaria, de agente y de chófer. Dicen quienes los trataron que se comportaban como dos jóvenes enamorados. Se instalaron en Montreux porque querían estar cerca de su hijo Dimitri, que estudiaba canto en la Scala de Milán y acudían a las funciones de ópera en las que participaba, a pesar de que no les gustaba especialmente. Para horror de sus padres, Dimitri se dedicó después a los deportes de riesgo: el alpinismo y las carreras de coches.

Más que un 'hobby'

Siempre que se habla de Nabokov se alude a su afición por las mariposas, la experiencia más emocionante de su vida, según sus palabras. Y no era solo un hobby sino una verdadera pasión. Había días que recorría más de veinte kilómetros en Wyoming, Utah o Montana buscando especies desconocidas. Mientras dio clases en Wellesley viajaba casi a diario a Harvard para trabajar en la sección de mariposas del Museo de Zoología Comparada, sin cobrar. Su esposa le reprochaba haber dedicado demasiado tiempo a confeccionar dos grandes obras sobre mariposas que finalmente no se publicaron.

Fragmento de una carta dirigida a su mujer, Vera.

Fragmento de una carta dirigida a su mujer, Vera. / FdV

La personalidad poliédrica de Nabokov derivaba desde la megalomanía, la pedantería y una persistente actitud malhumorada, hasta la cordialidad, el optimismo, la misantropía y un inteligente sentido del humor. De hábitos sencillos y afectos intensos, sembró la polémica con sus opiniones literarias: desdeñaba a Faulkner, Conrad, Dostoievski, Stendhal y a Thomas Mann. Solzhenitsin le parecía vulgar. Admiraba a Pushkin, Chejov, Lermontov y Gogol. Despreciaba Guerra y paz y Doctor Zhivago, y el Quijote, al que dedicó todo un curso en Harvard, le parecía un libro viejo, absurdo y cruel. Y no reconocía influencias de nadie, ni siquiera las evidentes de Kafka, al que descubrió en 1928 en una traducción de La metamorfosis publicada en la Nouvelle Revue Française. Aplicaba en sus escritos el detallismo meticuloso de Flaubert y Tolstoi, el barroquismo de Gogol y la poesía simbolista francesa. En artículos para el "New Yorker" explicaba por qué había elegido tal o cual palabra en alguna de sus obras o por qué una frase estaba escrita de esa manera. Su obsesión por la perfección le llevó a quemar los manuscritos de “Lolita”, salvados milagrosamente del fuego por Vera.

De hábitos sencillos y afectos intensos, sembró la polémica con sus opiniones literarias

Autor prolífico, decía escribir por la noche, en cama, con un tazón de leche. Su obra literaria es una de las más grandes, complejas e imaginativas del siglo XX y una de las aventuras más personales, en la que el tratamiento del amor, el sexo (el erotismo era para él un ejercicio de libertad), el morbo y una cierta pasión demoníaca, se tratan con ingenio, crudeza e ironía. Obras lingüísticamente complejas en las que abundan los juegos de palabras con los que combina el tiempo y el espacio en los que sitúa a sus personajes. Creador de universos diversos recrea también la nostalgia por los paraísos perdidos de la infancia en Rusia.

Producción

Su producción literaria se divide en tres etapas. Los escritos en ruso de su primera época, los años en América y su regreso a Europa. A su primera novela, Mashenka (1926), escrita en Berlín, le siguieron Rey, dama, ballet, La defensa y Risa en la oscuridad, (todas en ruso). A partir de La verdadera vida de Sebastián Knight publica ya en inglés, idioma al que ha aportado una gran creatividad literaria.

Nabokov, literatura con mariposas

Caricatura del autor de "Lolita". / Tassies

Aunque su obra más conocida es Lolita, sobre todo a raíz de la adaptación al cine por Stanley Kubrick, sin dejar de ser una obra maestra que investiga los intersticios de un cerebro obsesionado por el sexo, otras novelas de Nabokov merecen ser consideradas como de las mejores del siglo XX, entre ellas Pálido fuego y sobre todo Ada o el ardor, de 1969, su obra más compleja y la mejor. La sitúa en Arcadis, donde un chico de 14 años y su prima de doce, Ada, viven amores salvajes, iniciáticos, ¿incestuosos?, en un mundo transterrado, donde Rusia es América y viceversa. Con Mira los arlequines (1974) completó el universo cerrado de su Arcadia feliz rusa y prerrevolucionaria. Aunque prohibió expresamente que se publicara The Original of Laura, una novela que no pudo terminar, esta apareció en 2010.

Eterno exiliado, sus textos no se difundieron en Rusia hasta 1986 con la llegada de la Perestroika. Fue una revista mensual de ajedrez “Shakhmathoye Ubozreine” (el ajedrez era otra de las pasiones del escritor) la que publicó fragmentos de Otras orillas. Después, otra revista, “Moskva”, dedicó uno de sus números a la novela La defensa Loujine.

Nabokov incluyó aspectos autobiográficos en algunas obras, como El ojo, ambientada en el círculo de expatriados rusos en Berlín; Pnin, sobre un profesor exiliado en América, o Habla memoria, una especie de autobiografía novelada. Pero sin duda su mejor biografía es la escrita por Brian Boyd en dos volúmenes publicados en España por Anagrama. Murió de neumonía en 1977.

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