El consumo de gasoil se despeña en Galicia por la merma del agro y la pesca extractiva
La venta de gasóleo bonificado cae por debajo de las 58.000 toneladas hasta marzo: es menos de la mitad que hace dos décadas
El diésel para coches, también bajo mínimos
Además de en una mayor dependencia de las importaciones o un innegable cambio visual en los puertos –el ajetreo matutino de barcos y camiones ha pasado a mejor vida, en algunas dársenas–, el progresivo deterioro de la pesca extractiva en Galicia se aprecia de manera clara en el negocio de los carburantes. Salvo exóticas y nórdicas excepciones, los pesqueros no funcionan todavía con sistemas de propulsión a gas natural licuado, amoníaco o metano: utilizan gasóleo tipo B (o bonificado) y, teniendo en cuenta que la edad media de la flota en la comunidad rebasa los treinta años, lo hacen de forma muy intensiva. Pero hasta tal punto se ha agudizado la sangría en la pesca que el gasóleo C, que es el que contiene más parafina y se destina a calderas de calefacción, ya supera en ventas al tipo B, que utilizan también los vehículos agrícolas. Entre enero y marzo de este año el consumo de este último tipo de carburante se quedó en las 57.347 toneladas, trece puntos por debajo de los volúmenes de hace un año y lejos de las más de 68.000 toneladas –pese a que no ha hecho excesivo frío y a los precios– para calefacciones. No hay registros disponibles –la serie estadística de la Corporación De Reservas Estratégicas De Productos Petrolíferos (Cores) arranca en 1997– de unas cifras tan bajas de venta de gasóleo profesional.
Porque tampoco los hay de una flota de pesca tan delgada. Hace quince años, por ejemplo, Galicia contaba con 354 buques de altura y gran altura, operativos en aguas comunitarias, en terceros países o caladeros internacionales. Desde entonces se han perdido 85 unidades de este tipo y más de un 20% de capacidad (expresada en arqueo bruto o gross tonnage). Esto refleja no solo el impacto de los desguaces ejecutados en la primera mitad de la década pasada, sino, y sobre todo, la estampida a África o Sudamérica de embarcaciones afectadas por las cada vez más restrictivas políticas comunitarias. Solo en lo que va de año, y teniendo en cuenta ya los buques más pequeños –artesanales o de litoral–, son 17 los pesqueros gallegos exportados o retirados de circulación, de acuerdo a los registros oficiales de la Comisión Europea. El coste del combustible, que promedió los 77 céntimos por litro durante el año pasado, fue el estoque definitivo para muchas pequeñas armadoras.
Algo similar sucede con la maquinaria agrícola, que no exhibe una caída tan pronunciada en la comunidad pero sí evidencia cómo han mermado, por la potencia de los tractores, las grandes explotaciones. El último censo disponible sitúa el número de tractores operativos en 142.281 unidades, por debajo de las 142.314 del año 2022. Más ilustrativo es un vistazo a las superficies cultivadas y cómo han mudado en los últimos diez años, con una caída singular en prácticamente todos los productos: un 23% menos de trigo, otro 20% menos en centeno y 1.515 hectáreas menos para la patata de media estación (-9%).
Los coches
Así como estas cifras facilitadas por el Cores muestran cómo cambia la estructura de una economía como la gallega, con el progresivo adelgazamiento del sector primario, también aportan una fotografía de la muda en las pautas de consumo inducidas, en este caso, por políticas de preservación medioambiental. El diésel, otrora rey absoluto en el mercado de los carburantes para vehículos, continúa perdiendo fuerza en la mano que ase el bastón de mando. Sin contar con las restricciones derivadas del COVID, la venta de gasóleo de automoción no era tan baja en Galicia –en un periodo equivalente del primer trimestre del año– desde el año 2003.
Con muchos factores en liza. A saber, la reducción de los consumos por la modernización del parque móvil; la progresiva penalización de los vehículos diésel para acceder a zonas de bajas emisiones, así como restricciones decretadas por grandes ciudades; una mayor penetración de los combustibles alternativos o de motores sin combustión; o, por último, las medidas públicas en favor del uso del transporte público. Porque la explicación no está en una retirada masiva de vehículos a gasóleo de las carreteras: en el año 2010 estaban registrados 896.416 diésel en Galicia (el 62% del parque móvil), frente a los 1.018.203 anotados por la Dirección General de Tráfico (DGT) a día de hoy (el 65% del parque).
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