Sequía y grandes incendios frenan el plan para elevar las quemas preventivas

Medio Rural quemó cinco veces menos maleza de la prevista para prevenir las llamas

Tres bomberos en una quema controlada en Carnota.  | // EFE/LAVANDEIRA JR.

Tres bomberos en una quema controlada en Carnota. | // EFE/LAVANDEIRA JR. / Daniel Domínguez

Daniel Domínguez

Daniel Domínguez

Uno de los mejores antídotos contra el fuego es el propio fuego, pero todavía existe “reticencia social” ante esta práctica, como aseguraba Cristina Fernández, integrante del Centro de Investigación Forestal de Lourizán, hace dos años, cuando la Consellería de Medio Rural se propuso potenciar las quemas controladas de maleza como método de prevención de los fuegos forestales. El año pasado, su plan pasaba por calcinar mediante esta práctica 3.000 hectáreas, pero la sequía y la irrupción de los grandes fuegos que convirtieron el verano en el segundo más dañino desde 2006 con 44.000 hectáreas ardidas, frenaron sus planes. Su balance resultó casi cinco veces inferior a esa previsión, con tan solo 672 hectáreas.

Las quemas prescritas consisten en usar el fuego para quemar superficies determinadas que permitan reducir el combustible vegetal que pueda alimentar los incendios forestales en época de alto riesgo, pero también contribuyen a renovar la vegetación.

En 2021, la Consellería de Medio Rural se propuso multiplicar estas prácticas controladas como método de prevención, simplificando sus trámites mediante un nuevo decreto. Alegaba que favorecía “determinados hábitats, eliminaba formaciones arbustivas de forma selectiva y reducía las cargas d combustible forestal”. Un año después, el documento de planificación en esta materia, el Pladiga, estableció una previsión de quemar mediante estas prácticas 3.075 hectáreas en un total de 284 quemas controladas.

La realidad se quedó muy por debajo de las expectativas. Las quemas sumaron 106 actos que permitieron actuar sobre 627 hectáreas, mientras que en 2021 se trató de 109 quemas sobre 506 hectáreas. Este año, hasta el 17 de febrero, la superficie sobre la que se usaron las llamas de manera controlada sumaron 445,5 hectáreas en 87 quemas prescritas.

El motivo de incumplir los planes radica en la meteorología y en el impacto de las llamas durante el año pasado. “Lo que marca el Pladiga es una previsión, pero hay que tener en cuenta diversos parámetros para poder llevar a cabo esas quemas”, alega el departamento dirigido por José González.

Para realizar este tipo de quemas, al igual que los particulares, deben combinarse unas condiciones meteorológicas favorables, pero también tienen que estar disponibles los integrantes de los servicios de prevención, que son los que realizan estas tareas. De hecho, las quemas prescritas –las que realiza la administración– solo están permitidas “fuera de la épica de peligro alto y con índice de riesgo diario de incendio forestal bajo o moderado, por lo tanto es normal que las previsiones puedan cambiar”.

El año pasado, sumó factores que impidieron conseguir los objetivos de potenciar las quemas prescritas. Por un lado, 2022 fue “extremadamente cálido y seco”

“No solo depende de factores meteorológicos (número de días sin lluvia, temperatura, humedad relativa, humedad del combustible, velocidad del viento...), sino también [...] de la incidencia de los incendios, ya que el personal que se dedica a la extinción de los fuegos es el mismo que el que realiza dichas quemas”, apunta Medio Rural.

Un verano dañino

El año pasado dificultó la consecución de sus objetivos. Por un lado, sumó varios de sequía combinados con períodos de lluvias intensas y, por otro, se produjo una decena de grandes incendios –de más de 500 hectáreas– que convirtieron el verano, con 44.000 hectáreas ardidas en el segundo peor desde 2006.

Gracias a la aparición de mayores “ventanas de oportunidad”, en dolo 48 días de este año ya se han realizado 87 quemas prescritas que han afectado a 445,5 hectáreas.

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