Combatir el fuego con fuego

Bomberos gallegos y lusos se adiestran en la “raia” en quemas preventivas nocturnas | Expertos abogan por combustiones controladas “numerosas y pequeñas” en Galicia

Una imagen de una quema nocturna en Paredes de Coura.

Una imagen de una quema nocturna en Paredes de Coura. / Juan Picos

Carmen Villar

Carmen Villar

El fuego también se combate con el fuego. Eso sí, “bajo prescripción facultativa”. Igual que un fármaco se receta para una enfermedad concreta, con su posología y un seguimiento por el especialista, los expertos abogan por el fuego como herramienta de prevención de grandes incendios forestales. Esa “terapia” toma la forma de “quema controlada” para “reducir en época de bajo riesgo el combustible forestal, todo lo que puede ser susceptible de arder en verano, en condiciones de baja temperatura y baja velocidad de propagación, con mucho menos impacto”, explica el ingeniero de montes Juan Picos. La meta es reducir un combustible que, de arder “en condiciones de alto riesgo”, daría pie a un incendio con “mucha más energía y mucho más impacto”. Así lo advierte el también profesor de la UVigo y coautor del artículo “Quemas prescritas. Una oportunidad efectiva” en la “Revista Incendios y Riesgos Naturales”, donde se aboga por ampliar esta práctica.

Galicia ya ha tomado nota. De hecho, las tres mil hectáreas previstas en el Pladiga del pasado año para aplicar esta práctica preventiva sextuplican las contempladas para 2020. La cuestión es cómo se aplica y dónde. Juan Picos sostiene que Galicia tiene un medio muy distinto al de otras comunidades. A su juicio, el objetivo sería “tratar una gran cantidad de superficie, pero en quemas pequeñas”. “En Galicia tiene más sentido distribuir las quemas”, indica. Aduce la conformación propia del paisaje, “mucho más en mosaico” que en otras áreas de España, y la propiedad de la tierra. 

Al margen de que se pueda aspirar a contar con una superficie “interesante” tratada por quemas prescritas, se muestra partidario de hacerlo, “sobre todo al principio”, mientras se valora la “viabilidad” de la herramienta, “con extremo cuidado”. Eso se traduciría en quemas de tamaño reducido, algo no tan distinto de las estivadas y actuaciones similares de otros tiempos en el medio rural. “Prefiero que las operaciones sean numerosas y pequeñas que no pocas y grandes” y aduce que es un “tratamiento” dirigido a un sitio específico y no al azar. 

“En el fondo” lo que se pretende “es fomentar el mosaico”, es decir, “que haya menos homogeneidad, sobre todo” en las zonas más afectadas por el abandono. “Porque el mosaico es lo que más defiende frente a los incendios”, afirma Picos, lo más resiliente. Para cuando se escape un fuego, porque alguno lo hace, avisa.

Al fuego no le gusta la diversidad, tampoco en el paisaje. “Los grandes incendios forestales se mueven muy rápido por bosques y matorrales extensos y homogéneos. Cada vez que el incendio encuentra un campo de cultivo o una vegetación diferente tiene que cambiar de comportamiento. Eso lo frena o lo ralentiza, dando una oportunidad a los servicios de extinción para poder sofocarlo”. Así explican desde el Cabildo de Gran Canaria por qué es importante conformar paisajes mosaico para luchar contra los grandes incendios forestales. Estos representan una “creciente amenaza global”, como sostiene Picos y otros autores en el trabajo que aboga por las quemas prescritas como “oportunidad efectiva” para hacerles frente. Como una herramienta “más”.

La meta es fomentar el paisaje mosaico, la forma más resiliente ante los incendios

Picos es también responsable de la parte gallega del proyecto europeo transfronterizo Firepoctep, que aspira a robustecer los sistemas de prevención y extinción de incendios forestales en la “raia”, que está viviendo ahora sus últimas fases de divulgación y puesta en común de resultados, aunque aspiran a lograr financiación para una segunda parte e implicación de la Xunta. Precisamente en el marco de este proyecto acaba de volver del lado sur de la frontera tras una experiencia de convivencia en Paredes de Coura entre bomberos y agentes forestales gallegos y zapadores forestales y gente de Protección Civil lusa. Allí asistieron sobre el terreno a una demostración de cómo funcionan las quemas preventivas y además, de noche, cuando del lado norte del Miño suelen hacerse de día.

Una imagen de una quema nocturna en Paredes de Coura. A la derecha, servicios de bomberos gallegos y portugueses en una acción transfronteriza de capacitación.   | // JUAN PICOS

Servicios de bomberos gallegos y portugueses en una acción transfronteriza de capacitación. / Juan Picos

“Las ventajas de hacerlo de noche llegan en forma de condiciones de más frío y humedad, incluso son distintos los vientos”, explica Picos. Eso permite tener “una ventana de prescripción más amplia”. Traducido: que las condiciones en que se puede efectuar la quema “con seguridad” aumentan. De hecho, aunque los medios aéreos se retiran de noche, a la hora de afrontar un incendio forestal real, las brigadas de tierra –que son las que “al final se hacen con el incendio”, dice– esperan la noche porque “baja la temperatura, aumenta la humedad y, por tanto, el fuego tiende a disminuir”.

De paso, apunta que, aparte de conseguir “eliminar combustible y mejorar la prevención”, que son los objetivos de estas quemas, esta experiencia ayuda a las brigadas a practicar en condiciones “controladas” de noche, como adiestramiento. Sin contar con que viene bien, añade, conocer cómo trabaja el vecino porque los incendios saltan fronteras. En todo caso, Picos recuerda estos pasados días a los bomberos defender que prefieren “correr detrás del fuego” que delante de él.

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