Derriban un muelle para recuperar una playa gallega desaparecida en 1908
Costas inició el desmantelamiento de la explanada y la rampa creadas en A Pobra cuando se construyó la conservera La Onza de Oro, derribada hace doce años
Jesús Souto Rodríguez
Con una década de retraso con respecto a lo previsto, la Demarcación de Costas del Estado acaba de iniciar las obras para desmantelar el muelle (la explanada y la rampa) de la antigua conservera La Onza de Oro, en A Pobra do Caramiñal, para recuperar la playa que se anuló con motivo de la construcción de la planta en el año 1908.
Parecía un proyecto utópico, pero es sólo cuestión de meses que se convierta en realidad. Y los vecinos, claro está, viven estos trabajos con la mirada puesta en el horizonte, con la sensación de haberle ganado una batalla al ruinoso paisaje industrial que dejaron en el lugar de A Ribeiriña las antaño prósperas empresas La Onza de Oro y Hadasa.
Han pasado ya catorce años desde que el Concello dio el primer paso ante el entonces denominado Ministerio de Medio Ambiente para poner en marcha un ambicioso proyecto, ahora tutelado por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, que deberá concluir con la regeneración medioambiental de esa pequeña franja litoral.
Ocupaba 4.647 metros cuadrados
Un proyecto que empezó a materializarse en 2010 con el derribo de las instalaciones de La Onza de Oro. La vieja fábrica ocupaba una superficie construida de 4.647 metros cuadrados en un recinto de 7.454.
La explanada del viejo muelle y la rampa estaban seriamente destrozadas, con boquetes del tamaño de un vehículo. Dado que la conservera había cesado su actividad quince años antes, Costas pudo abrir el expediente de caducidad de la concesión por falta de uso, pues ésta se le había otorgado sin fecha límite.
Más de 300 trabajadoras
La Onza de Oro la construyó en 1908 Andrés Díaz de Rábago (tío de la desaparecida Condesa de Fenosa). En 1938 pasó a pertenecer a la sociedad formada por Rábago y José Barreras Puente. Este último la compró en los años cuarenta. A principios de los sesenta la adquirió un belga, que la denominó Peco (Pescados y Conservas). En 1966 pasó a ser de tres familias: Román Padín, Silverio Nieto y los hermanos Amador y Salvador Otero. En 1980 la compró Román Padín Montenegro. Pero desde 1908 siempre se mantuvo fiel a la misma marca: La Onza de Oro, todo un símbolo en la historia de la industria conservera gallega.
En sus mejores tiempos llegaron a trabajar en ella más de trescientas mujeres en el enlatado de los productos. En los años ochenta, el sueldo de una trabajadora en esa fábrica era de 900 pesetas cada 15 días.
Su derribo (tras el cual se creó un paseo marítimo que une ese punto con el paseo de O Conchido) sumado al desmantelamiento de su muelle, ya en ejecución, permitirá recuperar 7.454 metros cuadrados para el dominio público marítimo-terrestre.
Pero la recuperación del dominio público marítimo-terrestre de esa zona de A Ribeiriña es solo la segunda fase de una actuación bastante más ambiciosa y que continuará con la regeración medioambiental de ese privilegiado entorno de la costa barbanzana. La demolición que ya está en marcha afectará a la zona comprendida entre el límite de la ribera del mar y el límite del dominio público marítimo-terrestre.
“Es muy importante que desaparezca toda esa zona que en la actualidad no era más que un impacto paisajístico tremendo y un espacio lleno de trampas y peligros, que cualquier día podrían llevarnos a lamentarnos amargamente”, señala al respecto el alcalde, Lois Piñeiro.
Hadasa: la última y complicada pieza que se resiste a caer
La vieja fábrica de harinas de pescados no se tirará, pero le afectará aún más la nueva línea de servidumbre
Las excavadoras trabajan a destajo para desmantelar el ruinoso muelle de La Onza de Oro. Pero en ese lugar se alzan todavía desafiantes al tiempo las ruinas de otra empresa que se resiste a caer: la vieja fábrica de harinas de pescados Hadasa.
Y es que los liquidadores de esta factoría, cuya actividad cesó en 2003, lograron paralizar los planes de Costas presentando un contencioso-administrativo contra el expediente de caducidad de la concesión, alegando que no toda la edificación está en dominio público marítimo-terrestre.
De hecho, no está previsto derribarla. Pero ahora, con la regeneración del muelle de La Onza de Oro, la línea de servidumbre va a afectarla mucho más, pues se va a establecer desde el nuevo límite de la ribera del mar.
Esto, sin duda, dificultará y condicionará cualquier posible aprovechamiento que sus actuales propietarios pudieran contemplar. Las instalaciones de Hadasa ocupan una superficie construida de 2.430 metros cuadrados en una parcela de 5.601. Si algún día Costas consigue tirarla, el espacio libre, sumado al que dejó en su día La Onza de Oro, superará los 13.000.
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