“Pudimos reaccionar al COVID porque se habían hecho los deberes”

La bióloga lucense María Jesús González Rellán trabaja en Toronto en uno de los grupos que lideran la investigación mundial sobre fármacos basados en GLP-1

La investigadora lucense María Jesús González, ante el icónico “skyline” de Toronto.

La investigadora lucense María Jesús González, ante el icónico “skyline” de Toronto. / CEDIDA

Sandra Penelas

Sandra Penelas

El primer medicamento basado en GLP-1 fue aprobado hace algo más de una década por la agencia estadounidense de regulación FDA para combatir la diabetes tipo 2. Y la investigación en este ámbito ha continuado revolucionando desde entonces los tratamientos de las enfermedades metabólicas. El reconocido endocrinólogo Daniel Drucker, ganador del Wolf Prize 2023 en Medicina, lidera en el Instituto de Investigación Lunenfeld-Tanenbaum-Mount Sinai Hospital uno de los grupos de referencia en este campo en todo el mundo. La lucense María Jesús González Rellán, Chusa, (Lugo, 1992) estudia allí el funcionamiento de estos fármacos y sus efectos en hígado graso y arteriosclerosis.

“Es una oportunidad espectacular para mí. El nivel científico de Drucker es indiscutible. Estos medicamentos ya están aprobados para diabetes y obesidad y en estos momentos se están llevando a cabo ensayos clínicos en arteriosclerosis, enfermedades cardiovasculares, hígado graso y diabetes tipo 1. Y el horizonte sigue creciendo. Mi jefe ha sido uno de los investigadores que más han aportado a este campo. De hecho, ha estado involucrado en tres fármacos, basados en GLP-1, GLP-2 e inhibidores de la proteína DPP-4, para diabetes y síndrome de intestino corto. Es muy complicado que la FDA apruebe un medicamento y, en su caso, han sido tres”, subraya.

Este tipo de tratamientos imitan la hormona natural GLP-1 que estimula la secreción de insulina y el grupo canadiense se centra en entender su funcionamiento. “Conocemos sus efectos, pero no las guías moleculares. Uno de mis proyectos principales a día de hoy está relacionado con la arteriosclerosis, una de las causas de la mayoría de enfermedades cardiovasculares, porque hay evidencias, tal y como se acaba de presentar en el Congreso Europeo de Cardiología, de que GLP-1 disminuye la incidencia de accidentes cardiovasculares en un 20%. Pero no se sabe cómo. Y en otro de los proyectos me centro en el hígado graso y en la respuesta de diferentes células”, apunta Chusa sobre las incógnitas que trata de resolver.

"Es muy bonita la sensación de que tus resultados pueden ayudar a mejorar esos ensayos y a la toma de decisiones de los médicos"

A principios de este año consiguió una prestigiosa Marie Curie para financiar su trabajo, de hecho, su candidatura fue una de las tres mejor valoradas fuera de Europa.Y su trabajo en el laboratorio de Drucker, que aprovecha el gran potencial del Mount Sinai, la ha acercado a la parte clínica: “Ha sido un cambio de concepto brutal. En Santiago hacía investigación básica. Describías un mecanismo y, desde ahí, ibas hacia arriba para comprobar si podía estar alterado en el paciente o convertirse en un medicamento. Pero aquí, la dirección es la opuesta.Tenemos un fármaco aprobado o en ensayo clínico y vamos hacia abajo para conocer cuál es su mecanismo. Ahora conozco más de cerca el impacto en los pacientes, cómo cambia su vida, y es muy bonita la sensación de que tus resultados pueden ayudar a mejorar esos ensayos y a la toma de decisiones de los médicos”.

Con su jefe, Daniel Drucker y otra investigadora gallega, en un partido de béisbol

Con su jefe, Daniel Drucker y otra investigadora gallega, en un partido de béisbol / Cedida

Chusa realizó su tesis en el grupo de Metabolismo Molecular que dirige Rubén Nogueiras en el CiMUS de la USC y, junto a ellos, publicaba este verano un artículo en la prestigiosa revista Cell Metabolism, la primera en su ámbito, sobre el descubrimiento de un mecanismo clave en la regulación de la producción hepática de la glucosa y que podría dar lugar a nuevos tratamientos para la diabetes.

“No es algo que ocurra todos los días, cuesta muchísimo y ahora, desde la distancia, veo el enorme mérito que tiene. Lo que hace el grupo de Nogueiras o el de Miguel López es espectacular. Es increíble la calidad de la ciencia que se hace en España teniendo muchas veces la mitad de recursos. La inversión que hace el Gobierno de Canadá, las entidades privadas y las farmacéuticas del país no es comparable. Es cierto que hacer ciencia es muy caro, pero el retorno es mucho mayor. Soy optimista pero da rabia porque no hay que inventar nada, solo fijarte en otros países”, reivindica.

Con sus padres, en el Mount Sinai

Con sus padres, en el Mount Sinai / Cedida

Ahí está otra de las lecciones ‘no aprendidas’ de la pandemia. “Alemania generaba los reactivos para hacer las PCR. Nosotros dependíamos de otros países. Pero en España no se han hecho los deberes ni parece que se vayan a hacer. De hecho, se han suprimido varias convocatorias para el retorno de investigadores”, lamenta Chusa. Por suerte, su contrato Marie Curie incluye el regreso a la USC en 2026 y después intentará crear su propio grupo. “Ojalá sea en Galicia. Detrás de los que queremos volver hay dos razones fundamentales: aplicar lo aprendido en nuestra tierra y lo personal. Norteamérica está genial para trabajar y ha sido muy fácil adaptarse en una ciudad donde el 50% de sus habitantes no es canadiense. La carrera investigadora es más sencilla e intuitiva y mi institución se preocupa por el bienestar y te concede ayudas para el ‘fisio’ o invitaciones para partidos de béisbol para que desconectes. Pero hay una gran desigualdad y un problema con las drogas similar al de EE UU. Es muy impactante ver a la gente consumir a plena luz del día y durmiendo en la calle cuando en invierno se llega a -20 ºC”, relata Chusa, cuya pareja, Iván, ha sido su “apoyo fundamental” y la animó a perseguir su sueño en Canadá.

Con su pareja, Iván

Con su pareja, Iván / Cedida

"De pequeña no conocía la profesión de científica y creo que es algo en lo que debemos insistir ahora con las nuevas generaciones"

Una aspiración que no empezó a definir hasta que conoció el laboratorio de Nogueiras mientras estudiaba el máster en Investigación Biomédica. “Hice Biología porque me encantaba, pero de pequeña no conocía la profesión de científica y creo que es algo en lo que debemos insistir ahora con las nuevas generaciones. Porque, en general, la sociedad desconoce en qué consiste nuestro trabajo. La divulgación debe ser algo intrínseco, precisamente porque nuestra financiación es pública”, defiende.

Chusa cree que el reciente Nobel de Medicina a Katalin Karakiló y Drew Weissman es un “ejemplo perfecto” de la utilidad de la ciencia y de por qué es necesario invertir en ella. “Es merecidísimo y también debe hacernos reflexionar. Durante 40 años sufrieron la falta de financiación porque no procedían de una universidad de renombre y sus estudios tenían un gran riesgo. Pero gracias al trabajo excepcional de ellos y de otros investigadores pudimos responder al reto. Si tuviésemos que empezar de cero todavía estaríamos hoy intentando diseñar las vacunas. Pudimos reaccionar al COVID porque se habían hecho los deberes. Y el beneficio, en este caso, fue mundial”.

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