Mujeres fuera de serie

Una mujer en la cumbre

Chus Lago fue la tercera mujer del mundo y primera española en escalar el Everest sin oxígeno artificial y también la pionera española en alcanzar el Polo Sur en solitario. La alpinista viguesa, que fue concejala de Medio Ambiente, ha escrito varios libros y ganado un premio literario. Su gran aventura desde hace dos años y medio es la maternidad. 

Amaia Mauleón

Amaia Mauleón

Chus Lago no es de espacios cerrados. Ni de estar sentada. Eso pienso cuando me pide si podemos hacer la entrevista paseando por la Senda del Agua, que está muy cerca de la casa de su infancia, donde estos meses ha regresado desde Houston, su residencia desde hace unos años.

Pero los estereotipos tampoco son para Chus Lago. La mujer que en 1999 se convirtió en la tercera del mundo y primera española en escalar el Everest sin oxígeno artificial y que en 2009 fue la primera española en alcanzar el Polo Sur tras 59 días de travesía en solitario a través de la Antártida, también disfruta días enteros sentada en su habitación, leyendo y escribiendo sus experiencias y sus relatos para niños aventureros.

Chus Lago es, sin duda, una mujer fuera de serie. Pero en las distancias cortas es una mujer absolutamente humilde y campechana. Risueña, sincera, discreta, cercana y reflexiva. Relata con tal naturalidad sus hazañas que hasta se le asemejan a uno casi asequibles. Pero no nos engañemos, son precisamente eso: grandes hazañas que requieren un esfuerzo y valor que escapan de lo habitual.

  • ¿Quién soy?

    “Todo un abanico de mujeres, no solo la alpinista con la cara quemada, también la que se pasa todo un día leyendo y escribiendo. La solitaria y la que está con gente. Descubrí que no tengo que elegir”

Los montes de Vigo es donde esta viguesa de 58 años comenzó a soñar muy alto. Recuerda a sus padres todos los fines de semana con la cesta preparada para ir a disfrutar del día en el monte. “Mi familia era muy sencilla: mi padre trabajaba en los astilleros y era muy deportista y mi madre, que tuvo un taller de costura, lo dejó para cuidar de nosotros. Disponíamos de pocos recursos para el ocio, por lo que la naturaleza era nuestro divertimento favorito. Buscábamos fresas salvajes, perseguíamos conejos, nos disfrazábamos de indios con las hojas de los castaños... ¡Fíjate que aquella manta fue el primer saco que dormir que tuve¡”, rememora.

El monte Vixiador, el Galiñeiro, el Monte Ceibe… Todos aquellos parajes cercanos eran bien conocidos por la viguesa, ya que a las salidas familiares se unieron después las que realizó con el colegio gracias a la iniciativa de una monja del colegio Carmelitas, que fue pionera en crear un club de montaña con sus alumnas. Y a los Montañeros Celtas, a los que se unió también nuestra protagonista.

La alpinista practicando, en su juventud, una de sus actividades favoritas: la escalada.   | // ARCHIVO

La alpinista practicando, en su juventud, una de sus actividades favoritas: la escalada. / ARCHIVO

“Mis padres no me dejaban llegar tarde a casa ni ir a discotecas, pero en cambio no tenían problema en que ya desde los 13 ó 14 años cogiera la mochila los fines de semana y me fuera con mis hermanos, primos y amigos a explorar montes de toda Galicia y dormir bajo las estrellas”, relata la única chica de tres hermanos.

Las vivencias de la adolescente eran así muy diferentes a las de la gran mayoría de sus amigas, por lo que los lunes, de vuelta a las clases, todos escuchaban curiosos sus aventuras del fin de semana. “Me lo pasaba muy bien, era todo muy mágico; nunca eché de menos lo que hacían en la ciudad porque no me interesaba nada. En el monte me sentía en casa y dominaba yo”, asegura. “Además, allí estábamos a salvo de todo ese mundo de drogas que se vivía a nuestro alrededor”.

Poco a poco, aquel divertimento se convirtió para Chus en una forma de vida. “Se fue creando una necesidad de superación, acabas forjando un espíritu y la montaña ya formaba parte de mi identidad; lo impregnaba todo”, afirma.

Lago junto a otros montañeros en una expedición a la Cova do Rei Cintolo en 1979.   | // ARCHIVO

Lago junto a otros montañeros en una expedición a la Cova do Rei Cintolo en 1979. / ARCHIVO

Desde muy jovencita, Chus trabajó para poder costearse sus cada vez más ambiciosas expediciones. “Estudié en el Instituto de A Guía y terminé COU. Al mismo tiempo trabajaba en gimnasios y daba infinidad de clases. Empecé Magisterio y me formé como técnico deportivo, pero siempre surgía alguna expedición entre medias”, explica.

Sus metas estaban cada vez más lejos, cada vez más altas. La Cordillera Blanca, en Perú, fue su primera expedición fuera de España. Tenía 22 años. “Todo el dinero que ganaba lo invertía en las expediciones y a la vuelta seguía meses pagando los billetes de avión”, asegura.

“Ser la primera era una motivación; reconozco que ahí me sale la parte deportiva, pero después eso se va quedando atrás y lo importante son todas las vivencias”

Vendrían después Kenia, los andes bolivianos, el Cho Oyu y, en 1999, su gran triunfo al convertirse en la primera mujer española y tercera del mundo en coronar la montaña más alta del mundo, el Everest, sin ayuda de oxígeno artificial. “Ser la primera era una motivación; reconozco que ahí me sale la parte deportiva, pero después eso se va quedando atrás y lo importante son todas las vivencias”, advierte.

Sus padres, especialmente su madre, vivía con angustia sus ausencias. “Ella lo pasaba fatal porque vivió épocas muy duras de compañeros míos que fallecieron o que sufrieron congelaciones, pero es que yo no podía renunciar a lo que más quería hacer en el mundo”, justifica.

La montañera Chus Lago en una cumbre con las banderas de Galicia y Vigo

La montañera Chus Lago en una cumbre con las banderas de Galicia y Vigo

No era una inconsciente. Ella también conocía los peligros a los que se enfrentaba. “La montaña te pone en situaciones extraordinarias en las que tienes que tomar decisiones trascendentales. Pasas hambre, frío, miedo, tensión... Ves cadáveres y sigues adelante. Y cuando regresas tienes la sensación de que ha pasado mucho tiempo, como si hubieras vivido una vida entera. Y llegas a tu ciudad y la gente sigue con sus pequeñas preocupaciones y su vida normal y es complicado”, reflexiona.

Pero la incansable aventura en seguida estaba pensando en repetir. “Los alpinistas tenemos mala memoria y entendemos que desde fuera cueste comprenderlo. Pero es que este modo de vida solo se entiende por la pasión. No te cuestionas las cosas; es tu mundo. Es lo que eres”, define.

La alpinista viguesa Chus Lago, durante la expedición al Lago Baikal.

La alpinista viguesa Chus Lago, durante la expedición al Lago Baikal. / Foto cedida por Chus Lago

Tener siempre un objetivo es clave para Chus. Sin embargo, al alcanzarlo, admite que a veces le queda una sensación de tristeza. “Hay lugares en los que me concentré tanto en ir, como por ejemplo fue el Everest, una expedición que preparé a conciencia durante siete años, que fue muy chocante llegar a la cima y decir, hubiera sido mejor no haber llegado. Yo creo que en la vida uno no camina sin un propósito; si no lo tienes, corres el riesgo de quedarte estancado”, advierte.

Su inmensa fortaleza de cuerpo y espíritu fue el que la llevó también en 2009 a alcanzar el Polo Sur en solitario y a recomponerse y continuar en los momentos más duros. “Aquella fue una experiencia muy intensa, a nivel psicológico y físico. Durante dos meses no hubo un paisaje diferente, todo blanco y plano, a 30 grados bajo cero y 14 horas al día tirando de un trineo”, recuerda.

Tras el Everest vinieron otras muchas cimas, como el llamado Leopardo de las Nieves, título a los deportistas que consiguen coronar los picos más altos de la extinta Unión Soviética: Lenin, Khan Tengri, Pobeda, Korgenevskaya y Somoni. Y Chus coronó las cinco cimas.

Esa fortaleza psicológica, Chus la ha construido sin ayuda. “Creo que lo más interesante de todo esto es desarrollar tú mismo ese mecanismo que te lleva a resolver las situaciones. La fortaleza psicológica es la suma de muchos aprendizajes. La voluntad te lleva a los sitios pero no te saca de ellos”, afirma.

Lo que sí disfruta especialmente Chus antes de iniciar una expedición es leyendo las experiencias de los que fueron pioneros. “Me pasé un verano entero en la hemeroteca de FARO buscando las noticias sobre exploradores polares que se habían publicado entre los años 1897 y 1898 para ver lo que se contaba en el momento real en que sucedieron los acontecimientos. Y me apetecía conocer a fondo el contexto, fue apasionante. Me maravilla imaginar ese momentazo que vivieron al ser los primeros y que yo ya no podría vivir. Por eso, para tratar de emularles, me quise ir sola a la Antártida, con la mayor sencillez de equipo posible, para poder sentirme cerca de ellos”, describe.

"Te hacían sentir culpable por ser fuerte y por llegar antes que ellos o no necesitar ayuda. Me daba cuenta que incluso algunos me dejaban de hablar y me hacían el vacío”

La alpinista asegura que el machismo, tristemente, también era y es una realidad en la montaña. Aunque habitualmente la viguesa ha realizado sus expediciones sola, es habitual ir en grupo y compartir logística con otros alpinistas hasta llegar al campamento base. “Yo notaba que se me trataba de forma muy diferente al resto. Te hacían sentir culpable por ser fuerte y por llegar antes que ellos o no necesitar ayuda. Me daba cuenta que incluso algunos me dejaban de hablar y me hacían el vacío”, relata.

Esa fue también la razón por la que quiso hacer alguna expedición solo con mujeres al final de su trayectoria, “no fue fácil crear un grupo de mujeres que estuviéramos en el mismo momento vital, que no quisiéramos competir entre nosotras, pero fue una experiencia muy bonita e interesante”, recuerda.

Durante la expedición Compromiso por la Tierra con Rocío García y Verónica Romero

Chus Lago durante la expedición "Compromiso por la Tierra" con Rocío García y Verónica Romero / FDV

En el año 2007, la exploradora inició una etapa nueva como concejala de Medio Ambiente en el gobierno de Abel Caballero, cargo que desempeñó durante 12 años y logró compaginar con sus expediciones. De aquellos años, se siente orgullosa de haber puesto en marcha el programa de educación medioambiental “Camiño a camino”, con el que mostró y enseñó a respetar a cientos de vigueses todos esos montes y paisajes cercanos a Vigo que ella tan bien conocía. “Fue muy emocionante ver cómo se iba sumando la gente y la afición que se creó; me dio muchas satisfacciones”, cuenta.

Dejó su cargo en 2019 cuando se mudó con su marido, Philip Kleinot, a Houston por el trabajo del empresario, y en América Chus decidió también que había llegado el momento hacer realidad el sueño que había pospuesto durante muchos años: la maternidad.

La alpinista y escritora Chus Lago, con su hijo Solomon, en Chapela

La alpinista y escritora Chus Lago, con su hijo Solomon, en Chapela / RICARDO GROBAS

A los 55 años, para sorpresa de muchos, la alpinista dio a luz a su pequeño Solomon. “Los médicos me decían que podía hacerlo porque tenía unos parámetros físicos muy buenos; las mujeres de 50 de ahora no son las de antes y yo animo a las muchas que me han comentado su deseo a luchar por él. Las mujeres que tenemos hijos a esta edad somos muchas veces criticadas, pero eso es otra forma de machismo, ya que a un hombre se le llama ‘machito’ y a nosotras se nos juzga constantemente”, lamenta.

Chus rebosa felicidad con su hijo, que estos días disfruta de su familia española más que nunca, ya que estarán en Vigo varios meses hasta comenzar, posiblemente, una nueva aventura en otro país el próximo año. “Con la pandemia pudimos venir muy poco a España y todos le echaban de menos. Ahora él está feliz y va a mejorar mucho su español”, dice sonriente.

El mismo año en que nació Sol, el 2020, fue especialmente feliz para la exploradora viguesa ya que recibió otra gran noticia: el premio literario Desnivel por “El espejo de hielo”. “La pandemia para mí fue un momento ideal para concentrarme a fondo en la escritura y he encontrado que aquí también está mi lugar”, asegura la alpinista, que ya está preparando un nuevo libro.

La alpinista y escritora Chus Lago, con su hijo Solomon, en Chapela.

La alpinista y escritora Chus Lago, con su hijo Solomon, en Chapela. / RICARDO GROBAS

Su hijo y la escritura son en estos momentos las cimas a las que Chus Lago está entregada. “No me sentiría bien marchándome ahora a una expedición; esperé para vivir la experiencia intensamente; es mi elección, no una renuncia”, advierte la deportista.

Pero raro es el día que no pasea con su hijo por la naturaleza. “No me gustaría que Solomon se hiciera alpinista, entiendo mejor que nunca cómo se sentía mi madre, todo su sufrimiento”, confiesa.

El tiempo lo dirá, pero mientras seguro que Chus le cuenta a su niño sus increíbles vivencias de esfuerzo, superación y fracaso. Y le educa en la máxima en la que insiste en sus libros y en sus charlas: “El éxito inmediato no existe”.

Las pioneras: Marie Paradis y Henriette d’Angeville, las damas del Mont Blanc

Marie Paradie hacia 1830 y Henriette d'Angeville, en 1838

Marie Paradie hacia 1830 y Henriette d'Angeville, en 1838

La Historia difiere al señalar a la primera mujer que escaló el Mont Blanc, la montaña más alta de Europa. Marie Paradis, una francesa de origen humilde, se embarcó en esta aventura en 1808 con el prosaico objetivo de alcanzar la fama.

Paradis se unió a un grupo capitaneado por el guía Jacques Balmat y las crónicas apuntan a que fue un calvario para la mujer, aunque sus acompañantes tiraron de ella para que llegara a lo alto.

Sin embargo, es la aristócrata Henriette d’Angeville a la que los relatos apuntan como la primera alpinista pura, 30 años después del logro de Paradis. D’Angeville sentía verdadera pasión por escalar el Mont Blanc y se entrenaba a conciencia para ello. Sufrió mal de altura, pero finalmente lo logró. De regreso, Chamonix organizó una gran fiesta para celebrar su triunfo y la primera en felicitarla fue Marie Paradis.

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