Entrevista | Pepe Bordallo Músico

"Ya fui hippy, ahora soy un anarcoburgués"

Retirado del mundanal ruido, Pepe Bordallo, uno de los valores de referencia de la música popular hecha Galicia en el último medio siglo, repasa su trayectoria de “músico anónimo”

Con Los Zuecos, dio el paso a la profesionalidad. | //

Con Los Zuecos, dio el paso a la profesionalidad. | // / FDV

Salvador Rodríguez

Salvador Rodríguez

Hubo una “movida” en Vigo, que no fue la de los 80, sino la que aconteció veinte años antes, y Pepe Bordallo ya estaba allí, liderando un conjunto llamado Los Diávolos que se rebautizó como Los Zuecos, y que venía a ser algo así como los Beatles vigueses de la época: cantaban en castellano y en inglés. También estuvo en el primer grupo de rock progresivo surgido en Galicia, Outeiro, y en una banda, Doa, que investigó nuevas vías en la música folk gallega, así como en varios experimentos más de fusión del jazz y el rock made in Galicia. Escudó a cantautores como Bibiano y Benedicto en sus inicios, y eso después de haber formado parte de grupos de acompañamiento de las famosas y eurovisivas Massiel y Karina o de aquel cantante melódico romántico llamado Tony Landa, que tuvo gran predicamento durante un tiempo, aunque hogaño pocos recordarán. Pero Bordallo (Vigo, 1948) no es el dinosaurio del cuento de Augusto Monterroso; él se considera “un músico anónimo”, pero no hay músico gallego con conocimiento de causa que no lo considere una referencia de la historia de la música popular hecha en Galicia en el último medio siglo. Ahora se “entretiene” grabando “mis cosillas” en su casa de San Andrés de Comesaña donde, de cuando en vez, lo interrumpen para otorgarle galardones como el premio honorífico Martin Códax por su trayectoria o intentan convencerlo para que vuelva a los escenarios, a la carretera o, qué diantres, a publicar algún material de los que graba y guarda.

–¿De dónde le viene su afición a la música?

–Yo creo que tuvo que ser en Brasil.

–¿Y eso?

–Es que, cuando tenía 5 años de edad, emigré con mi familia a Salvador de Bahía, y ya sabes cómo se vive allí esto de la música: está en todas partes y a todas horas. Mi padre, que era muy aficionado, compraba discos todas las semanas, sobre todo de música brasileña y española, y como yo también los escuchaba…Vivimos en Bahía cuatro años. Cuando yo cumplía nueve, regresamos a Vigo.

Pepe Bordallo, en su casa, rodeado de instrumentos de cuerda. | // RICARDO GROBAS

Con Los Zuecos, dio el paso a la profesionalidad. / FDV

–¿No hay músicos en su árbol genealógico?

–Que yo sepa, no. Bueno, tenía un tío que tocaba la trompeta, pero apenas me relacioné con él

–Después vivieron sus inicios.

–Mi primera pasión musical fue el Dúo Dinámico pero, claro, cuando conocí a los Brincos… aquello se convirtió en pasión y en devoción.

–¡Vaya, pensé que me iba a decir los Beatles!

–Te mentiría. Yo a quienes admiraba era a los Brincos. También escuchaba a los Beatles, claro, pero era fan de los Brincos.

–¿Cuándo decidió que quería ser músico?

–Sucedió casi de repente. Un día, cuando yo tenía 16 años, le pedí a un amigo que me enseñase unos cuantos acordes de guitarra. Me gustó tanto que ya no me paré; compré una guitarra y me pasaba todo el día tocando. Aunque en esa altura, no es que me plantease dedicarme a la música, sino que el hecho de tocar la guitarra me gustaba, me gustaba muchísimo. Lo de querer ser músico fue una consecuencia…

–¿Me la explica?

–Claro, es que nos empezamos a juntar amiguetes para tocar juntos y, entre unas cosas y otras, ya estaba metido en el mundillo musical, en el de los años sesenta, formando parte de grupos más o menos informales hasta que, bueno, junto con mi hermano Carlos y yo, nacieron Los Diávolos.

–Y tengo entendido que con ellos su independencia familiar.

–Pues sí. Cuando tenía 19 años, mi hermano yo nos fuimos de casa y decidimos que íbamos a ganarnos la vida con la música. En los verano vivíamos de camping en Samil y, cuando pudimos, para el invierno compramos una casa en Canido.

"Cuando tenía 19 años, mi hermano y yo nos fuimos de casa y decidimos que íbamos a ganarnos la vida con la música. En verano vivíamos de camping en Samil y para el invierno compramos una casa en Canido”

–Es difícil, incluso hoy, entender cómo se las arreglaron para poder vivir de la música.

–(risas) Pues mira, a nosotros nos daba lo mismo hacer conciertos que tocar en bodas que en bautizos o guateques en las casas. También enviábamos tarjetas con nuestro nombre a todas las sociedades recreativas de Galicia, empezando por supuesto por las de Vigo: Club de Campo, Mercantil, Casino…y, bueno, siempre caía algo.

–Y después estaban los conciertos

–Los conciertos se celebraban, sobre todo, en La Florida, y los pagaban muy bien. Llegamos a cobrar 2.500 pesetas. La verdad es que La Florida fue caldo cultivo de casi todos los grupos vigueses de la época.

–Que fue también la época de los festivales.

–Los festivales eran lo máximo porque se convertían en auténticas fiestas para los jóvenes. En ellos nos reuníamos varios grupos, lo que pasa es que no nos dejaban tocar más de cuatro temas a cada uno.

"Los festivales que se celebraban en Vigo en los años 60 eran lo máximo porque se convertían en auténticas fiestas para los jóvenes. allí nos reuníamos varios grupos”

–¿Cómo era el ambiente en aquellos festivales?

–Muy curioso, ¡que pena que no existan videos de aquellos festivales! La gente se desmadraba, pero digamos que “dentro del contexto” (risas). De hecho, algunos se celebraban en salas de cine. Por nuestra parte, la de los músicos, también los disfrutamos, pero en ellos fue cuando empecé a tomarme muy en serio la música. Llegué a la conclusión de que el que nos divirtiésemos nosotros estaba bien, pero allí teníamos que sonar lo mejor posible, ensayar mucho y, faltaría más, cuidarnos de no sonar desafinado.

–¿Eran muy concurridos o solo una parte de la juventud viguesa acudía a ellos?

–Eran bastante concurridos, y cada fin de semana se celebraban uno o dos. En Vigo había muchos grupos y cada uno tenía sus seguidores. Y era un fenómeno visible ¡hasta salíamos en el FARO!

–A todo esto, ya empezaban a verse jóvenes con pelo largo.

–¡Qué me vas a contar! A mí, cuando salía a la calle, lo más normal es que me llamasen maricón cuatro o cinco veces.

–¿Y problemas “políticos”?

–Nunca los tuvimos. Nosotros hacíamos guateques, no reuniones políticas. Yo nunca tuve la sensación de que fuésemos vigilados por la Brigada Político Social.

Pepe Bordallo, en su casa, rodeado de instrumentos de cuerda.

Pepe Bordallo, en su casa, rodeado de instrumentos de cuerda. / RICARDO GROBAS

–A mediados de los 70 todo aquello empezó a cambiar ¿no?

–Sí, en el sentido de que se puso de moda el cantante melódico, que solía ser el cantante de un grupo, si es que era guapo, mientras el grupo quedaba desplazado. Fue la época de los Camilo Sesto, Juan Pardo, Tony Landa…

–¿Y ustedes qué hicieron?

–Pues insistir, pero de otra manera. Fundamos una banda llamada Revólver, acústica, muy en el estilo Crosby, Stills, Nash & Young, y funcionamos bien durante algún tiempo. Como estábamos bastante en Madrid, conocimos a muchos cantantes y músicos y nos metimos en el ambiente.

"Fuimos el grupo acompañante de Massiel porque un amigo nos presentó a su padre y él nos fichó. Las cosas funcionaban así”

–Qué curioso que ese grupo terminase como el de acompañamiento de Massiel.

–Fue consecuencia del ambiente en el que nos movíamos. Conocimos a un músico venezolano que era amigo del padre de Massiel y, bueno, nos encontramos con él y nos fichó, porque resulta que Massiel se había quedado sin grupo. Yo estuve con ella un año, pero el resto de los componentes siguieron siendo el grupo de la gran Massiel.

–¿Y usted qué hizo?

–Pues de aquí para allá, algo así como de músico “mercenario”. Acompañé a Tony Landa, a Karina, a Hilario Camacho, después grabé dos discos con Bibiano, uno con Benedicto, me incorporé a Doa….

–Y nació Outeiro.

–Sí, y era un proyecto musical muy interesante porque contactaba con lo que se estaba haciendo con el rock en Inglaterra y Estados Unidos, en la vanguardia. Era el bum del rock progresivo, en el que cabían ingredientes del folk, del jazz, de la música clásica, pero me parece que aquí en Galicia nos adelantamos un poco a los tiempos. Tuvimos muchas cortapisas. Grabamos solo un disco y tocamos poco, aunque he de reconocer que, entre otras razones, porque exigíamos 5.000 pesetas por barba. A pesar de todo tengo un buen recuerdo, y aún hace poco me llamó un chaval de aquí que estaba haciendo una tesis doctoral sobre Outeiro y un asturiano que me dijo que estaba escribiendo un libro sobre el rock progresivo en España y quería saber cosas sobre Outeiro.

–De la movida de los 80 ni hablamos ¿no?

–Es que ahí ya estábamos en otro contexto muy diferente. Mi generación venía del franquismo y, en los 80, ya teníamos un camino recorrido. La gente joven quería divertirse y eso yo lo entiendo pero, y esto que voy a decir lo digo con todos los respetos, lo que yo no quería era volver a hacer una música pop como la que habíamos hecho nosotros y, encima, interpretada mucho peor de lo que nosotros lo hacíamos. Porque, a fin de cuentas, y si hablamos de Vigo, salvo a Golpes Bajos, y desde un punto de vista estrictamente musical, ¿a qué otro grupo podrías citar por su calidad en aquellos años?

–O sea, que ahí comenzó su retiro, pero ¿cómo siguió ganándose la vida con la música?

–Enfocándola de otra manera: dando clases, haciendo pequeñas colaboraciones, más que nada por divertimento…

–Y lo de volver a primera línea ni se lo plantea.

–Bueno, por una parte, es que ya tengo 74 años y ¿sabes una cosa? Que la música me gusta pero lo que odiaría, a estas alturas, es tener que andar por ahí ofreciendo mis discos o en el mercado de los conciertos. Esa parte no me hace ninguna gracia. Y encima, te confieso que me aburren las canciones, todas me parecen iguales, y además…

–¿Además?

–Además es que ¡qué carajo! Ya fui hippy, así que ahora me toca ser anarcoburgués (risas).

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