Ramón Tamames, el hombre que no será presidente del gobierno

Ramón Tamames

Ramón Tamames / Javier Cebollada

Salvador Rodríguez

Salvador Rodríguez

Soy de los que les consta, y de esto hace ya hace ya bastantes años, que, pese a haber lucido durante un cuarto de siglo el carnet del PCE, Ramón Tamames nunca fue comunista, ni de los de antes ni de los de después de aquel eurocomunismo adoptado por Santiago Carrillo a imagen y semejanza del PCI italiano. Entre otras razones porque se lo escuché decir en persona y en un marco muy especial: durante una entrevista que le hice cuando cursaba Periodismo en la Facultad de la Complutense. ¿Su argumento? Pues uno que se ha estilado muchas veces y atañe a numerosos casos: durante 40 años el PCE fue la única arteria organizada y efectiva frente al franquismo. Esto es, que si querías hacer algo contra la dictadura, por fuerza habrías de encontrarte con el PCE, más temprano que tarde.

La entrevista me la había encargado Alonso Puerta, aquel honesto concejal socialista en el ayuntamiento de Madrid que fue expulsado del PSOE por no comulgar con ruedas de molino, cuando se gestaba la creación de Izquierda Unida, una formación pensada por y para ofrecer una alternativa política a la izquierda del PSOE (repito, a la izquierda, del PSOE) a un potencial electorado zurdo descontento con las directrices socialdemócratas diseñadas por Felipe González y Alfonso Guerra, y muy especialmente ante el inminente referéndum sobre la OTAN. No, Ramón Tamames nunca fue comunista, tampoco socialista, pero, eso sí, era uno de los pocos afiliados cuyas lecturas marxistas sobrepasaban el Manifiesto, así como de los más escasos que conocían, y entendían a la perfección el, para no iniciados, complejo texto de Das Kapital, y encima alemán. 

En aquella altura, Tamames ya había abandonado el Partido para fundar el suyo propio, Federación Progresista, con el que muy pronto debió llegar a la conclusión de que, en solitario, no iría ninguna parte. Porque lo de Federación sonaba muy ampuloso, sí, pero no andaban muy sobrados de afiliados, de territorio ni tampoco de proyección mediática, presumo que inesperadamente para el propio Ramón, que se ha caracterizado toda su vida por amarse mucho a sí mismo. Y por eso no tardó en aceptar primero su participación en la plataforma anti-OTAN y, después, integrarse en Izquierda Unida como una de sus figuras estelares. Eso sí, ya de aquella, Tamames tenía puesto un ojo en IU, y el otro en el también novísimo CDS de Adolfo Suárez, sorpresivamente alineado contra el ingreso de España en la OTAN, de quien recuerdo que envió una carta a la asamblea constituyente de la plataforma, rematada con una lapidaria frase, “En el camino nos encontraremos”, que Tamames creyó a pies juntillas que iba expresamente dirigida a él.

La trayectoria de Izquierda Unida dio sus primeros pasos liderada por el minero Gerardo Iglesias, un hombre voluntarioso y honrado, pero al que le faltaba eso que llaman carisma, lo cual propiciaba que en su derredor, un día sí y otro también, se asomasen cabezas de relevo a su liderato. Una de ellas era la de Tamames… Mas aconteció que en febrero de 1988 Julio Anguita era elegido secretario general del PCE y, al año siguiente, se ponía al frente de IU. ¿Que cual fue la reacción de Ramón Tamames? Pues aceptar por fin aquella apelación al cruce de caminos para encontrarse con Suárez y apuntarse al CDS.

Hasta aquí todo podría interpretarse como una evolución ideológica - curiosa todo lo más y con la que se puede discrepar o no- pero, claro, cuando ya se le suponía felizmente retirado de la vida pública, recreándose en su sapiencia vitivinícola, como sabio y empresario del sector, la tentación llamó a su puerta y… ¡vaya, que decidió caer en ella! La contradicción estriba en que, desde sus primeras declaraciones, ha afirmado que su discurso iba a versar sobre la defensa de la Constitución de 1978 y, no obstante, va hacerlo, porque le da la gana, como candidato de un partido que ha demostrado ser más partidario del régimen anterior que del vigente desde la aprobación de la Carta Magna.

Ramón Tamames ya no podrá llegar a ser nunca presidente del Gobierno de España y él lo sabe más y mejor nadie, pero no me caben dudas de que saldrá oratoriamente ileso de la tesitura. Otra cuestión son las consecuencias: porque si a los 89 años de edad un médico te prohíbe el azúcar y la sal, no hay mayor desafío que saltarte la dieta y darte el gustazo de un empacho a base de un cocido poderoso coronado con postre de orejas, filloas, torrijas, buñuelos y tortitas de calabaza. Infelizmente para él, el Carnaval se acabó y ya estamos en Cuaresma.

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