María Agustina, la menina de Ponteareas retratada por Picasso

La desconocida historia de la sirvienta que le ofrece una vasija a la infanta Margarita María

Detalle de Agustina Sarmiento, la menina gallega, e interpretación de ‘Las meninas’, realizada por Picasso, en 1957, y que se pueden ver en el Museo de Belas Artes de A Coruña

Detalle de Agustina Sarmiento, la menina gallega, e interpretación de ‘Las meninas’, realizada por Picasso, en 1957, y que se pueden ver en el Museo de Belas Artes de A Coruña / Víctor Echave

Gemma Malvido

Cuando los comisarios de la exposición Picasso. Branco no recordo azul. Debuxando o futuro, Antón Castro, Malén Gual y Rubén Ventureira, empezaron a pensar en qué cuadros pedirían para mostrar su reinterpretación de Las meninas, les asaltó el recuerdo de unos reportajes publicados en este diario en 2006 y 2011. En ellos se contaba cómo el profesor de Ponteareas José Manuel Domínguez había realizado una investigación sobre los orígenes del apellido Sarmiento y había concluido que una de las jóvenes que aparece en el cuadro, la que le ofrece un búcaro —vasija realizada con tierra roja arcillosa procedente de Portugal, normalmente para servir agua— a la infanta María Margarita, María Agustina Sarmiento Isasi Sotomayor Idiáquez y Luna era, precisamente una paisana suya, nacida en Ponteareas el 28 de agosto de 1642.

Así que, al diseñar la parte en la que hablan de la gran influencia de Velázquez en Picasso, decidieron solicitar al Museu Picasso de Barcelona dos piezas de la serie, una en la que el malagueño se centra en Agustina Sarmiento y en la que le dedica un cuadro a ella sola y otra, en la que se ve una interpretación de toda la escena.

Conoció el cuadro en blanco y negro

Es fácil saber que estas dos piezas pertenecen a la parte final de la serie porque, según explica Gual, tiene una evolución clara. Comienza en blanco y negro, porque fue así como Picasso conoció el cuadro —muy posiblemente en A Coruña, gracias a un libro que había en la escuela de Bellas Artes con grabados realizados por Madrazo de obras importantes del Museo de Pintura, que era como se llamaba por aquel entonces Prado— y, después, va evolucionando, poco a poco, hasta la explosión de color que se puede ver en estos dos óleos de pequeño formato.

“En la exposición estábamos buscando todas las relaciones de Picasso con A Coruña y, una de ellas es la admiración que siente hacia Velázquez. Es sabido que, en el viaje de A Coruña a Málaga que hizo Picasso en 1895, paró en el museo del Prado y copió dos obras de Velázquez, pero ya antes, en A Coruña, había hecho un pequeño dibujo, llamado El panteón, en el cual aparece un retrato de Velázquez”, relata Gual. A partir de esa obra de niñez, empezaron a investigar cómo había conocido a Velázquez y encontraron la respuesta en ese libro de Madrazo que, seguramente, le hubiese enseñado su padre, que era profesor en el centro.

“Cuando va en 1897 a estudiar a Madrid, Picasso copia en un dibujito Las meninas, pero no la obra en su conjunto, sino un detalle en el que aparece la infanta Margarita María y la menina María Agustina Sarmiento ofreciéndole un búcaro de agua, así que, en 1897, él ya se fija en este detalle de esta sirvienta, que era noble”, comenta Gual. Fue en 1957 cuando Picasso decidió enfrentarse a la reinterpretación de Las meninas, dedicó medio año a esta tarea que nadie le había pedido, pero que quiso acometer en su estudio de Cannes, frente al mar Mediterráneo.

"Se fija en los personajes como individuos"

“Se fija más que en el conjunto, en los personajes como individuos. De la infanta Margarita María es de quien hay más retratos, pero también retrata mucho a las otras dos meninas, a María Agustina Sarmiento y a Isabel de Velasco, pero, especialmente, a Sarmiento. Hay bastantes retratos en los que aparece la infanta con ella, pero otros en los que aparece sola, con esta postura de ofrenda y servidumbre hacia la infanta que es la misma en la que se había fijado Picasso en 1897. Setenta años después, vuelve a desarrollar el mismo tema”, resume Gual.

Es por ello por lo que el de María Agustina Sarmiento es uno de los personajes que más veces aparece en esta serie de Las meninas, que, por cierto, Picasso insistió en que no se segregase y que se exhibiese toda junta para poder apreciar la evolución de su obra, desde el 17 de agosto de 1957, que fue cuando hizo el primer dibujo preparatorio de este proyecto, a finales de diciembre de ese año, que fue cuando la dio por terminada.

Pero ¿quién era María Agustina Sarmiento? Según las investigaciones de Domínguez, era hija de don Diego de Sarmiento, tercer conde de Salvatierra y hermano de don García, virrey de México y Perú. Fue él, en 1642, quien recomendó al rey Felipe IV, que fuese su hermano Diego quien le relevase en el cargo de hombre de máxima confianza del monarca en la corte cuando fue nombrado virrey. Fue entonces cuando la familia se trasladó a Madrid y la vía de entrada de María Agustina Sarmiento como sirvienta de la infanta Margarita.

Un matrimonio sin descendencia

Agustina se casó con Juan Arellano, amigo de Velázquez, y recibió el título de conde de Aguilar, un matrimonio que no tuvo descendencia. Poco después de casarse, la pareja se trasladó durante diez años al pazo familiar de Canedo, en Ponteareas, para hacerse cargo de las tierras de los Sarmiento, tras la muerte del hermano de María Agustina. En 1968, cuando fallece Arellano, Sarmiento es requerida por la reina como su dama de honor y regresa a Madrid, hasta que en 1677 la reina Mariana de Austria es desterrada y Carlos II alcanza la mayoría de edad para poder reinar. El segundo marido de Agustina, Diego Felipe Zapata y Silva, fallece en 1684 y tanto ella como su familia van a la deriva, tanto, que ni siquiera el investigador Domínguez sabe dónde ni cuándo murió, aunque cree que fue “en algún rincón olvidado de Madrid” y en la ruina.

Picasso, a pesar de que había empezado a hacer interpretaciones de los clásicos en 1950, esperó hasta 1957 para enfrentarse a Velázquez. Su idea con Las meninas no era hacer una copia sino ir “moviendo a los personajes para ir haciendo sus meninas”, relata Gual, que hace hincapié en la importancia de la luz en estos cuadros. “En el cuadro de Velázquez todas las ventanas están cerradas, pero Picasso, que está en Cannes, abre sus ventanas e irradia la luz del Mediterráneo. Picasso no se repite nunca, así que va haciendo sus versiones, pero ninguna se parece a la anterior”, remata Gual.

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