El Celta no se entiende con el balón

El equipo vigués pierde ante el Girona un partido en el que volvió a pagar su apatía inicial y solo reaccionó después del gol de Portu

Los de Benítez se estrellaron en el segundo tiempo con su impotencia y falta de ideas

Juan Carlos Álvarez

Juan Carlos Álvarez

El Celta avanza por la temporada como un espectro incapaz de reconocerse en una idea. Languidece el equipo, empobrecido en su juego, sin nadie que le gobierne en el campo y con el banquillo pegando bandazos semana tras semana hasta exprimir la paciencia de una grada agotada y que avanza hacia la depresión. Ayer la propuesta de reunir por primera vez a los tres delanteros en la alineación titular (Larsen, Douvikas y Aspas) naufragó ante un Girona que tiene casi todo lo que echa en falta el Celta y que castigó el desorden y la ausencia de plan con el que se mueve el equipo de Benítez por el campo. Sucedió lo lógico, un mazazo de realidad que vuelve a retratar la pobreza en la que se mueve este equipo desde hace tiempo.

Es evidente que hubo mejores semanas en la historia del Celta. Unos días después de despedirse de manera amarga de la Copa del Rey los vigueses vivieron una nueva jornada de penitencia liguera. La amenaza del descenso no deja de agrandarse mientras el equipo de Benítez se consume poco a poco, envuelto en un ataque de impotencia, enemistado con la pelota hasta un punto grosero. Los síntomas esperanzadores de hace semanas han ido desapareciendo para convertir cada partido del Celta en un dolor. Al Girona le valió con una versión aseada para tomar ventaja y controlar luego a un rival donde solo se puede rescatar el arranque de coraje de los últimos veinte minutos del primer tiempo, justo tras el gol de Portu, cuando generaron un puñado de ocasiones que tal vez podría haber llevado el partido en otra dirección.

Una vez más al Celta le penalizó su versión contemplativa, esa con la que últimamente se ha acostumbrado a entrar en los partidos. Decidió esperar al Girona confiado en que cualquier robo podría traducirlo en un ataque esperanzador, pero el problema fue quitarle el balón al equipo de Michel que tiene paciencia, jugadores y atrevimiento para generar situaciones de peligro. En ese arranque ya se adivinaba el problema del Celta.

La alineación con tres centrales y tres puntas generaba un latifundio en el medio del campo que se encargaba de arar casi en solitario Renato Tapia.Y no hay físico que aguante semejante esfuerzo por mucha voluntad que ponga el peruano, obligado a ejercer un papel protagonista en este Celta cuando debía ser un secundario de lujo. Ese ansia por estar en muchos sitios genera un desorden que los rivales, siempre mejor organizados, penalizan.

Gol y reacción

Por si fuera poco, Larsen y Douvikas fueron destinados a proteger los costados (donde el Girona tiene dos parejas extraordinarias con Gutiérrez y Savio por un lado y Couto y Tsygankov por otro) con el resultado fácilmente imaginable. A los veinte minutos llegó el castigo por el sector derecho de la defensa del Celta. Savio conectó con Portu que se aprovechó primero del cansancio y la soledad de Tapia y después del error de Starfelt que midió de forma pésima y salió a un cruce imposible. El delantero se plantó ante Guaita y lo superó con un disparo ajustado al palo derecho. No era su primera llegada porque el meta valenciano ya había tenido que intervenir con acierto en dos cabezazos de Dovbyk, el gigante ucraniano.

Al menos el gol en contra cambió algunas cosas, sobre todo la mentalidad del Celta que dio el esperado paso adelante. El alma que le faltó en el encuentro del martes en la Copa del Rey pareció recuperarlo de golpe. Es como si les hubiese picado el orgullo tras disfrutar durante veinte minutos de unos asientos inmejorables para seguir el juego del Girona. Benítez movió a sus atacantes y convirtió a Douvikas, muy peligroso en los balones al espacio por sus piernas de velocista, en la referencia y dejó que Aspas ejerciese de lanzador.

Los vigueses fueron a las disputas con la intensidad necesaria para robar y correr. Se despistó el Girona y el Celta consiguió llevar el partido a otro escenario. Durante más de veinte minutos fue otro encuentro, el mejor tramo de los vigueses que sometieron al Girona y disfrutaron de importantes ocasiones para cambiar seguramente lo que estaba por llegar. Mingueza obligó a Gazzaniga a hacer una gran intervención en un disparo desde el borde del área; Larsen cabeceó al palo; Douvikas falló al regatear al portero catalán en un mano a mano; y el griego tuvo como postre la más clara en un fallo de la defensa que le dejó frente al portero. Con todo el tiempo del mundo para pensar, con metros para acercarse en busca de un remate más fiable, Douvikas se fio de su instinto e intentó ubicar el balón en el palo largo, pero su disparo se fue mansamente a las manos de Gazzaniga.

El final del primer tiempo se trago la reacción del equipo de Benítez. Porque el Celta ya no fue el mismo. El Girona tampoco. Ajustaron mejor los de Michel su posición ante el cuadro vigués que poco a poco fue bajando la intensidad y aumentando su ansiedad. Gazzaniga dejó de aparecer y el partido estaba cada vez más cerca del Girona que no generaba ocasiones, pero controlaba la escena ante un Celta que desconocía la manera de crecer.

Benítez decidió intervenir en el partido para no mover nada, más bien para empeorar las cosas. Entró Jailson (terrible partido el suyo) por Luca de la Torre y Ristic por Manu. Otra vez la pareja Tapia-Jailson, que había estado espantosa ante la Real Sociedad, juntos en el campo. Sucedió lo esperado: que la mezcla dio un espanto. Solo cuando el balón caía a los pies de Mingueza el Celta sí tenía la esperanza de progresar con algo de sentido. La entrada de Miguel Rodríguez, que reunió una buena cantidad de atacantes, le dio al Celta un poco más de energía, pero nada más. No se dejaron ir los vigueses que lo intentaron y acabaron el partido obligando a Gazzaniga a sacar los puños en el último remate del partido. Sonó el pitido final y Balaídos dio rienda suelta a su agotamiento y a su infinita preocupación. No es para menos.