El Getafe mata al Celta de aburrimiento

El equipo de Coudet pierde ante los madrileños su octavo partido de la temporada en Balaídos

Juan Carlos Álvarez

Juan Carlos Álvarez

El Getafe mató al Celta de puro aburrimiento. Casi dos horas de fútbol reconvertidas en una sesión de tortura que premiaron la efectividad y orden del cuadro madrileño y castigaron con merecimiento la versión más terrible del grupo de Coudet. Un suplicio de partido difícil de calificar en el que el Celta se limitó a jugar diez minutos, los primeros. Es todo lo que le duró el entusiasmo, la fe y la velocidad. A partir de ahí desapareció de una escena en la que se impuso la firmeza de un Getafe que ha cambiado de entrenador, pero conserva aún el carácter pedregoso de sus anteriores temporadas. Uno de esos equipos cargados de defensas y rigor que suelen atragantarse al Celta en Balaídos, convertido esta temporada en “estadio abierto”. De ningún otro se han escapado más victorias, no hay anfitrión más cariñoso que el Celta. Con el de ayer son ocho los equipos que se han fugado de Fragoso con los tres puntos. La mayoría tirando del mismo manual. Incluso el Getafe que no había ganado aún a domicilio lo hizo en Balaídos. Dice poco de este Celta irregular que en ocho meses de Liga ha demostrado escasa evolución. Sus problemas son los mismos que tenía en agosto, sus carencias permanecen y los remedios que no funcionaban hace meses, como es lógico, sigue sin hacerlo ahora. Por el medio regala días ilusionantes, esperanzadores, sobre todo en partidos que se salen del guion que abrazan equipos como el Getafe. Pero son los menos.

Todo empezó a suceder demasiado despacio. Interrupciones, saques de banda que detenían el partido un minuto...

Y eso que el Celta ayer amagó con algo diferente. Como si le durase el entusiasmo de hace unos días en San Mamés, el equipo de Coudet parecía tener la vocación de prolongar la fiesta. En el minuto uno, tras una buena combinación por la banda izquierda, Brais remató al palo en inmejorable situación. Fue la primera de tres llegadas consecutivas. Corría la pelota, se movían los futbolistas y los jugadores del Getafe daban vueltas como peonzas persiguiendo duendecillos azules. Diez minutos duró. A partir de ahí, la nada. El Getafe ajustó sus líneas, dejó de perseguir cuando no debían y el Celta ya no supo cómo entrar en ese laberinto que había hasta la portería de Soria. Un partido mil veces visto. Quique cerró las líneas de pase que salían de Beltrán y de esta manera desconectó a casi todos los futbolistas de ataque del Celta. Cuando recibían siempre era fuera de posición, alejados de la portería o rodeados de una manada de lobos que no les dejaban darse la vuelta. Si a esto añadimos malas actuaciones individuales (Brais, Mina...) y carencias evidentes como no disponer de jugadores con capacidad de romper líneas a través de la conducción...el panorama era desolador para el Celta. Como ir a solucionar una fuga de agua sin caja de herramientas.

Fiel a la tradición de esta clase de partidos el Getafe anotó en la primera jugada de peligro que generó. Un clásico. Un buen robo, una transición y un delantero de categoría como Borja Mayoral que anotó tras recibir un pase a la espalda de los centrales. Con el 0-1 el Getafe puso el partido a fuego lento. Todo empezó a suceder demasiado despacio. Interrupciones, saques de banda que detenían el partido un minuto...un drama para el espectáculo y para un Celta al que solo le faltaba bostezar de puro aburrimiento. No le costó llegar al descanso al equipo madrileño porque los de Coudet desaparecieron por completo del escenario, consumidos por el rival y por la ausencia de ritmo. Estaban una vez más encerrados en la peor de sus pesadillas y seguían sin un tratamiento para ese problema.

Por si fueran pocas calamidades, en el arranque del segundo tiempo llegó el segundo gol del Getafe. Otra vez Mayoral. En esta ocasión le ganó el mano a mano a Aidoo, que no es poca cosa. Porque el ghanés es una de las grandes noticias de la temporada y raro es el día que pierde un duelo individual. Ayer cayó en la trampa del delantero y cuando quiso reaccionar ya era tarde. El balón estaba incrustado en el fondo de la portería de Dituro. Coudet ya no esperó más. Echó mano de sus recursos habituales en el banquillo con más de media hora por delante. Juegan los mismos y entran en el segundo tiempo los mismos. La escena se repite hasta el cansancio. No pidan otra cosa. No lo hay o Coudet no lo quiere ver. Aparecieron Nolito y Solari que le dio un carácter algo más ambicioso al Celta al ocupar el sitio de Kevin. Pero nada movió al Getafe de su sitio. Allí permaneció con sus tres centrales bien armados y la decisión de no moverse un metro más de la cuenta. Si caían en la trampa de abrir el partido y perseguir el tercer gol con demasiadas ganas era regalarle una oportunidad a un Celta maniatado por completo. Gracias a la presencia de Solari llegaron muchos centros desde la derecha (ninguno de provecho) y por momentos los de Coudet dieron la impresión de estar en condiciones de alterar algo el plan. Un simple espejismo. Igual que el remate de Brais en el primer minuto que hizo pensar en otra cosa. El Celta se fue consumiento. Con la pelota en los pies eso sí, pero incapaz de encontrar la manera de abrir espacios en el campo del rival. David Soria se pasó una segunda parte plácida, sin apenas trabajo, limitándose a blocar cuatro centros y viendo como algunos disparos lejanos volaban metros por encima de su larguero.

En el tramo final Coudet le regaló diez minutos a Orbelín Pineda, un detalle que quedará como anécdota para el futuro. También entró Galhardo para ver si por simple acumulación el Celta era capaz de producir una situación de peligro. Esfuerzos inútiles por tratar de reavivar algo que hacía tiempo no tenía vida ninguna. La muerte por aburrimiento también existe en el mundo del fútbol. Se volvió a encontrar con ella el Celta, un experto en la materia esta temporada.