En la montaña rusa que vive el Celta esta temporada, incapaz de mantener una línea clara en su trayectoria, hoy tocó versión gris. Casi negra. El orden del Getafe supuso un problema insalvable para los de Coudet que, unos días después de desplegarse con solvencia en San Mamés, se estrellaron de forma sonora contra los madrileños. Borja Mayoral aprovechó dos de las contadas llegadas del equipo de Quique Sánchez Flores al área de Dituro para liquidar a un Celta pastoso, sin imaginación y completamente maniatado por el rival.

La energía le duró diez minutos al Celta que “engañó” al personal con su puesta en acción. En el minuto uno Brais estrelló un balón en la madera y el partido parecía que iba a ser algo diferente. El Getafe se protegió como pudo en esos minutos porque los vigueses, como si les durase el “subidón” de hace unos días, apretó con entusiasmo. Pero se consumió rápido. Por un lado se apagaron los de Coudet y al mismo tiempo el Getafe ajustó su sistema defensivo y cerró los caminos que llevaban a su portería. Ya no fue capaz el Celta de encontrar el ritmo del inicio. Desaparecieron sus jugadores diferenciales, Iago Aspas tenía cien ojos encima y el área de Soria pasó a ser una zona segura. Aún por encima el Getafe anotó en el minuto 23 en su primera llegada al área por medio de Borja Mayoral. Un problema más que el Celta no fue capaz de manejar. Se bloquearon y ya no hubo más. Los madrileños jugaron con el reloj y llegaron tranquilos al descanso.

Para terminar con cualquier inquietud el Getafe anotó el segundo gol en el arranque del segundo tiempo (minuto 52) en una jugada en la que Borja Mayoral hizo honor a su indiscutible calidad para ganar el duelo a Aidoo y superar a Dituro con un disparo potente por alto. El Celta entró definitivamente en estado melancólico. Sin ideas, sin alegría, sin ánimo. El Getafe no se movió un metro de su sitio mientras Coudet trató de encontrar soluciones en el banquillo. Pisaron el campo Nolito, Solari, se renunció a un defensa para tener más presencia en el campo contrario, pero no había manera de encontrar una mínima rendija en su entramado defensivo. El Celta ni disparó a puerta en ese segundo tiempo. Su dominio resultó absurdo, insulso, sin sentido. Apareció en escena Orbelín como simple anécdota de un partido que conviene olvidar cuanto antes.