Del mármol al estiércol

La derrota ante el Getafe es más fértil para el futuro que la victoria en San Mamés porque expone el debate necesario

Mayoral bate a Dituro enla acción del 0-1. // R. GROBAS

Mayoral bate a Dituro enla acción del 0-1. // R. GROBAS / Armando ÁLvarez

Armando Álvarez

Armando Álvarez

Nada se puede predecir. Cuanto menos tiempo entre partidos, mayor contradicción. Tras una victoria siempre histórica en San Mamés, la tradicional resurrección del rival en Balaídos. Tras quizá el mejor partido de la Liga, quizá el peor. El único equipo que no había ganado nunca fuera de casa lo logró ante un Celta que de repente volvió a ser aquel que no ganaba nunca en casa. El disparo al palo de Brais parecía el prefacio y acabó siendo el epílogo. Actuación de temporada clausurada, pero es solo un parón. Aún quedarán cinco partidos cuando retoñe mayo. Falta algún punto por si acaso para asegurar el presente, que es la permanencia. Falta un debate profundo sobre las interferencias del proyecto que asoman en jornadas como esta.

Corrección narcótica

El Celta salió prolongando el ímpetu de San Mamés, pero debía estar jugando con la reserva de aquel depósito. Se hizo de noche y se hizo septiembre. Ha sido otra vez esta semana el equipo de inicio de campeonato: cómodo fuera de casa, ante rivales proactivos, y aletargado en casa, ante rivales reactivos. El Getafe ajustó los desfases de los primeros minutos y a partir de ahí siempre supo neutralizar la basculación roma del Celta. Nadie rompió líneas con un regate, con un pase interior, con un cambio de banda. El Getafe aplicó además con precisión la segunda parte del plan. Aguardó agazapado cualquier rechace o pérdida que le permitiese cazar a los célticos en plena transición defensa-ataque.

Identificable en lo peor

Al Celta de Coudet lo podría reconocer cualquiera en un segundo aunque se retransmitiesen sombras o con aquella nieve estática del antiguo Canal Plus. Es un equipo con identidad definida en los días de sol y en los nublados. Son varias las constantes: alineación, dibujo, sustancia y minuto de los cambios. La contumacia de Coudet supone riqueza en la construcción de la escuadra y pobreza en su manejo. El equipo sabe a lo que juega, sin imaginarse a qué otras cosas podría jugar. Cuando el rival le cierra la puerta, se destroza la cerviz contra ella, en vez de buscar las ventanas. Este partido contra el Getafe condensa lo malo y lo bueno del Celta de Coudet cuando sucede lo peor: porque insiste sin alternativas, pero sin la melancolía que debería padecer en tal circunstancia. Aún debería estar fresco el recuerdo de aquel Celta de Óscar, que se deprimía incluso cuando podía ganar. El del Chacho, al menos, exhibe nervio hasta cuando no tiene más remedio que perder.

Solo el presente

Coudet no invertirá ni un solo segundo en futuro. No lo hará ni cuando la permanencia sea matemática. Ni meritorios como Orbelín ni canteranos a los que se adivine proyección. Quiere competir siempre en el instante. Se mantiene fiel a una jerarquía en los papeles que va a caducar el 22 de mayo. Es una postura legítima. Ayer, una vez más, no encontró soluciones diferentes en su banquillo si es que llegó a girarse. De Coudet se ha destacado con justicia que le ha extraído a algunos jugadores su mejor versión: Denis, Brais, Tapia o Mina en la pasada temporada; Beltrán o Aidoo en la vigente. Con ese mismo criterio habrá que afearle que piezas secundarias pero útiles como Solari hayan perdido eficacia. En todos los casos la responsabilidad primera es del jugador.

La envidia de Mayoral

Coudet pidió un delantero en el mercado de invierno y le trajeron a Orbelín. Ayer habrá masticado su disgusto viendo a Borja Mayoral, que aterrizó en Barajas en vez de en Peinador. Ciertamente la directiva le ha proporcionado a Coudet una plantilla corta. Hay que agradecerle a la fortuna, a la mudanza al césped de Afouteza y al trabajo de preparadores físicos, recuperadores y fisioterapeutas que el Celta haya sufrido tan pocas lesiones de gravedad en el cómo y el quién. No es difícil concebir una temporada mucho más dramática si dos o tres jugadores hubieran padecido, por ejemplo, contratiempos musculares.

Esclavos del silencio

De todo lo anterior se colige lo que prosigue: el Celta está casi salvado, debe al menos preparar la próxima temporada con Primera División como primera hipótesis de trabajo, y son actuaciones como la de ayer sobre las que debe basar el debate. Nada germina sobre el mármol de las victorias, sino sobre el estiércol de las derrotas. El club debería agendar muchas reuniones durante este parón: de Mouriño y Chaves con Luis Campos; de Coudet con Mouriño y Chaves; de Coudet con Luis Campos. De todos juntos, casi mejor, para que nada se pierde por los correveidiles. Poco se le puede reprochar al Chacho respecto al rendimiento del equipo, espectacular el primer año y más que correcto el segundo. La reflexión debe ser otra: el Celta tiene un proyecto que concede peso a la cantera, Luis Campos se distingue por encontrar jóvenes talentosos en mercados secundarios y Coudet ni quiere cantera ni fichajes experimentales. Son cosas que todos saben pero que nunca se han dicho claramente. Orbelín funciona como síntoma de lo que sucederá si no se acuerdan los parámetros básicos. En el Celta son esclavos de sus silencios.

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