Eduardo Berizzo abre la puerta a su regreso al Celta. De par en par, casi con la misma rotundidad con que desea que caiga esa otra puerta que separa al club de un título. Aunque tal opción no interfiere con su deseo de una etapa larga y exitosa de Coudet, del que es amigo. El entrenador de Cruz Alta compartió con Álvaro Cervera y con otro entrenador excéltico, Fran Escribá, una jornada formativa organizada por la Federación Gallega en Santiago. El acto tenía un componente solidario, de solidaridad con el pueblo ucraniano. Berizzo, aunque no concede entrevistas, sí aceptó responder a algunas preguntas de los periodistas. La oportunidad de recabar sus sentimientos casi un lustro después de su marcha de Vigo.

“Estoy bien, contento de volver a mi segunda tierra”, indica. Añade que “muy bien de salud, por suerte”, sin vestigios del cáncer de próstata que le detectaron en noviembre de 2017, cuando entrenaba al Sevilla. Tras el equipo hispalense y el Athletic, Berizzo se hizo cargo de la selección de Paraguay. Fue destituido en octubre pasado. Desde entonces se dedica a “hacer cosas que habitualmente cuando uno está trabajando no hace: descansar, pasear, viajar, mirar fútbol de otra manera… Es agradable. Hay que aprender a vivir momentos de relax. Siempre metido en la rueda, cuesta desenchufarse un poco. Es agradable sentirse desocupado por un momento”, valora.

Berizzo revela que está en contacto permanente con Coudet, que fue compañero suyo en River y Celta siendo jugadores: “Soy amigo de él y me alegro de que dirija un equipo que queremos. Soy un aficionado, así que también le riño. Hablo mucho con él. Es un entrenador que siempre ha demostrado pensar en el arco de enfrente, jugar un fútbol ofensivo, protagonista. A la gente le gusta ver un equipo así. Ojalá el equipo siga demostrando lo que él pretende, vaya hacia arriba y termine la Liga como quiere”.

“No lo podría comparar exactamente”, dice de su Celta y del actual. “No he visto tanto como para opinar y aunque hubiese visto mucho, tampoco me animaría a opinar. En mi Celta una de las claves fue poder mezclarnos, integrarnos y desarrollar un equipo a partir de los buenos jugadores que yo tenía: Iago, Wass, Guidetti, Nolo, Radoja, Pablo, una defensa también muy sólida... El grado de desarrollo que logró el equipo con tiempo, porque todo entrenador necesita tiempo, hizo que las individualidades pareciesen cada vez mejores. Una clave en el fútbol es la retroalimentación: los jugadores hacen buenos a sus equipos y sus equipos elevan la individualidad de los jugadores”.

Componente humano

“Esta es una camiseta para todos los días”, “para lograr algo hay que soñarlo” o “golpear la puerta hasta tirarla” son frases totistas incrustadas en el imaginario celeste. “Yo creo en que hay un componente humano en los equipos que es muy importante; una energía que se construye día a día conectando la cabeza de los jugadores con la del entrenador y que contagie a todo el mundo, que incluye a la gente; que la gente también crea en su equipo. Generalmente el éxito no se consigue rápido ni fácil en el fútbol. Hay que seguir insistiendo hasta que esa puerta caiga una vez”, mantiene sobre su filosofía.

En breve se cumplirán cinco años del instante en que los goznes más temblaron, en Old Trafford, con Beauvue intentando asistir y Guidetti intentando rematar. “Todos rememoramos esa jugada en nuestros sueños”, acepta. “Pero también es cierto que ese momento tiene que impulsar a otros. A mí me ha tocado atravesar éxitos y fracasos. Y creo que en el fracaso o en la decepción uno también empieza a construir la nueva victoria. Aquella desilusión, por decirlo de alguna manera, debe impulsar a ir en búsqueda otra vez. Así que ojalá aquella semifinal la volvamos a jugar y la ganemos, y seamos campeones. Sería el hombre más feliz del mundo si el Celta logra un título, conmigo o con mi amigo. Todas esas decepciones y desilusiones deportivas tienen que ver con un nuevo impulso, con aprender a ganar, aprender a soportar”.

Habla así, él directamente, de poder regresar. “No, por favor”, bromea sobre que nadie desea la destitución del Chacho. En serio, dice de una posible segunda etapa en el Celta: “Sí, cómo no. No descubro nada diciendo que para mí no es un lugar más. Es un lugar especial. No solo porque fui entrenador, sino por mi pasado como jugador y es una ciudad a la que vuelvo, llena de amigos. Claro que me encantaría”.

Sabe que sembró felicidad: “Algo bueno habré hecho si la gente se siente contenta con su equipo. La mayor responsabilidad que tiene un entrenador es interpretar la idiosincrasia, interpretar el sentir del equipo al que representa y lo que el equipo representa para sus aficionados. Guardo un gran recuerdo de esa época. Siempre que vuelvo, obviamente, no pasa desapercibido juntarme con amigos a recordar lo bien que lo pasamos. Hace poco me encontré con Pablo Hernández en Chile y conversamos de nuestros días en el Celta. Un entrenador construye un equipo fundamentalmente para hacer feliz a su gente y ojalá pueda volver algún día a construirlo”. Concluye rechazando que exista una maldición que haya perseguido a sus sucesores en el banquillo de Balaídos: “No creo que esas cosas sucedan. Creo en la buena suerte, no en la mala suerte”.