Después de semanas flotando en esa nube esponjosa que forman las victorias y los elogios, el Celta de Coudet se estampó como aquel que se cae de la cama en mitad de un sueño agradable. Lo hizo con un ridículo memorable en Ibiza, un episodio bochornoso, de esos que quedan grabados en la memoria de los aficionados. Perder ante un equipo de Segunda B con este formato de la competición y en un complicado terreno de juego que puede ejercer un papel determinante entra dentro de lo posible. Pero no de esta forma. Uno se puede marchar de una fiesta discretamente, saludando sin hacer mucho ruido a los antitriones, dando las buenas noches y cerrando la puerta con cuidado para que no se despierten los niños. O puede irse como hizo el Celta, rompiendo parte de la cubertería, cayéndose por las esquinas y descalificando a buena parte de los invitados. Ofreciendo un espectáculo dantesco en definitiva. Porque eso fue el Celta en Ibiza durante ochenta minutos: una broma pesada, un mal sueño, un desastre. Se aleja de un torneo que le ha proporcionado aventuras inolvidables y despeja de golpe el calendario. Pero lo ha hecho arrastrando su prestigio y su nombres tras ofrecer en Can Misses un resumen perfecto de sus defectos más evidentes: los que tienen que ver con la planificación de la plantilla y con el rendimiento de algunos de los jugadores a los que paga un generoso sueldo sin acreditar en absoluto semejante generosidad. A Coudet le toca lidiar ahora con esta frustración y vencer también al fatalismo que parece haberse despertado en el entorno tras la lesión de Aspas y Nolito. El grupo demostró necesitar poco tiempo para levantarse de la lona; ahora se trata de que no vuelva inmediatamente a tumbarse sobre ella. Y ayer es de los días que hacen mucho daño.

Suplentes por algo

Es la primera de las lecturas que se hace, la más sencilla si me apuran, a lo mejor una de las más injustas...pero hay futbolistas de esta plantilla que no tienen sitio actualmente en un fútbol como el de la Primera División. Es un asunto futbolístico, pero sobre todo de mentalidad. De todos ellos lo más preocupante fue el rendimiento de Emre Mor y de Okay. Se desengancharon del partido por completo en un día en que debían haber sido diferenciales frente al buen equipo ibicenco. Ni abrieron la boca. Solo para protestar. A su alrededor no es que sus compañeros mejorasen mucho sus prestaciones, pero disimularon al menos. Tapia fue un desastre, Beltrán otro; Baeza apenas vio el balón...pero nadie transmitió tan poco como la pareja de turcos. Ya se sabía que el partido sería incómodo para ellos por las circunstancias en las que se desarrollaba, pero a esos obstáculos se les vence con otra actitud. No poniendo cara de que aquello no va con ellos.

Una defensa de chiste

El Ibiza hizo barro gracias a la debilidad de un Celta que no supo encontrar una solidez con la que protegerse a la espera de momentos mejores. Carreira no fue el de la primera eliminatoria; Aidoo estuvo todo el partido perdiendo duelos con Castel, Fontán se desconectó tras sus primeros errores en la entrega y Aarón –que dejó algunos detalles interesantes con la pelota– pagó el estreno con el Celta con un desorden que convirtió su banda en un autopista. Por allí comenzó a construir el Ibiza su victoria. Luego vendría el colapso en la zona central mientras los centrocampistas de Coudet, los que deberían marcar la diferencia y el ritmo del juego, observaban el juego con aparente indiferencia. Pocas veces el Ibiza se habrá encontrado condiciones más sencillas para inclinar un partido como ayer.

La plantilla corta

El partido desnudó en gran medida alguno de los problemas de planificación del Celta. Coudet tiene, fuera de los titulares, pocos futbolistas fiables ahora mismo en el banquillo y a buena parte de los chavales aún les faltan horas en el horno hasta convertirse en futbolistas para competir a este nivel. Ayer jugaban contra gente de Segunda B, pero es lógico que acabaran contagiándose de los males que acusaban sus bien pagados compañeros de equipo.

Holsgrove y Alfon

Pero no todo se puede justificar por el hecho de que el Celta tenga pocos efectivos ahora mismo en la plantilla. Hay más razones que explican lo de ayer y muchos de ellos tienen que ver con la responsabilidad individual de cada uno. Se pudo comprobar con la entrada de Alfon y Holsgrove en el campo. Es cierto que irrumpieron cuando también estaban Denis, Brais y Mina en escena y el Ibiza estaba algo cansado, pero su actitud poco tuvo que ver con la de muchos de sus compañeros. Pidieron el balón, ofrecieron soluciones, tuvieron personalidad y fueron de los que estuvieron a punto de inclinar sorprendentemente el destino de la eliminatoria. Y también son futbolistas del filial, pero su respuesta en una situación límite fue completamente diferente. Por eso a veces no basta con echarle la culpa a una hoja de excel y hay que preocuparse también de lo que cada uno es capaz de ofrecer.

El penalti

Si Santi Mina, esencial con su actitud en el arrebato final del Celta, hubiese anotado el penalti que supondría el 4-3 en aquel momento...es imposible imaginar lo que hubiera venido detrás. Es verdad que con los cambios el Celta despertó de la siesta que se estaba echando en Ibiza y estuvo a punto de meterse en la eliminatoria.

Mérito de los titulares que aparecieron en el partido y que en vez de dejarse ir con el 4-0 en contra apretaron los dientes y remaron contra una corriente que bajaba muy fuerte. También demuestra de que con poco más que hubiesen hecho durante la hora anterior de partido el destino debería haber sido otro. Y por eso duele más, por eso el naufragio es aún mayor.