Siguiendo con los símiles cinematográficos y dejando aparte lo vulgar y todo lo malo que dejan entrever los entrenadores de hoy, nos tenemos que centrar en "El hombre que pudo reinar" como pudo ser Pep Guardiola. El cual me hizo recordar la primera vez que entré en el vestuario del Celta, asustado y cohibido, al encontrarme entre mis inolvidables héroes de la infancia. El viejo utillero Galeiro, con cuya "retranca" siempre se imponía al jugador novato, me colocó, como yo esperaba, en el último y más escondido rincón de la caseta. Lo que más me llamó la atención fue la cantidad de cuadros pequeños que había colgados por todas las paredes, de los cuales, uno de ellos, me hizo fijar más la atención en él. Tanta que incluso aún hoy, después de más de sesenta años, recuerdo perfectamente que, como advertencia al juego limpio y ponderado, decía: "La soberbia solo descansa en el pecho del necio". Ya que hay que comprender que, si no sabemos aprovechar lo que nos regalan o conceden limpiamente en la vida, cualquiera de nosotros nos podemos convertir en uno de ellos. Así pues, cuando Guardiola se revistió con la seriedad de ser un entrenador de fútbol aplicado y estudioso, se encontró con un equipo que venía bien preparado por otro buen jugador, de características de juego muy parecidas a las suyas, pero que no encontraba el punto exacto para poder hacer evolucionar, directo al gol, como campeón al Barcelona.

Sin saberlo, Guardiola tenía ese resorte que le faltaba a Rijkaard en su juego, buscar el gol verticalmente a la portería. Era una de sus grandes virtudes que había tenido como jugador, y que ahora, mecánicamente, podía hacer llegar a sus jugadores para, con el juego lateral desarrollado por el conjunto de Rijkaard, completar a la perfección el sistema de juego adecuado para el Barcelona. Pero Guardiola no solo se encontró con lo que ya tenía y con la posesión del balón que le daba el sistema, sino que también se encontró con un perfecto control del espacio, tiempo y jugada del partido que le brindaba un extraordinario jugador, Messi. Sin que el técnico se percatase, del todo, de lo que pretendía el jugador, con su fútbol de acortar espacios y de la concesión única y genial, que tiene, dicho jugador, para inutilizar la labor del guardameta ante el gol. Sin contar con la perfecta sincronización de los restantes jugadores, cada uno maestro en su puesto, llevada a cabo por el mejor jugador, con gran diferencia de todos los que vi y jugué, hasta ahora en el fútbol: Iniesta.

El juego del Barcelona de Guardiola era la perfección incomprendida por unos y otros. Incomprendida incluso por el propio Guardiola, porque no sabía o no se daba cuenta de lo que le ofrecía Messi en cada jugada y partido. ¡Una concesión de una forma nueva de jugar y ver el fútbol, más perfecta que la mostrada por el San Lorenzo de Almagro ya en 1947! Una manera incomprensible de ver, de cómo se tenía que desarrollar el nuevo fútbol a jugar, sin buscar los espacios, sin las disputas, cuerpo a cuerpo, por la posesión de la pelota, controlando en todo el momento el partido, con un fútbol posicional totalmente contrario al conocido hasta este entonces. Y todo gracias a un gran jugador, ¡Messi!, que juega solo para buscar y marcar el gol. Siempre buscando el apoyo de su juego en Xavi, primero, y luego perfeccionándolo, hasta la perfecta precisión, con el genial Iniesta. Lo que era incomprensible para Guardiola, asustado como estaba de haber conseguido hacer jugar al Barcelona a la perfección, y de hacerlo casi invencible.

Realmente era increíble aquella manera y forma de jugar, tanto que fue bautizada por los que creen saber, pero no entienden nada, como "el tiki taka". Porque la pelota siempre estaba controlada por un equipo, el Barcelona, que realmente lo que controlaba era el partido y su resultado en todo momento, sin dejarle opción al contrario a disputarle el triunfo. Era todo tan genial como incomprensible para entrenadores y espectadores, que veían cómo el genial Messi, como siempre hacía, en vez de buscar el hueco al espacio, para burlar al contrario, lo achicaba yendo en busca del compañero que tenía el balón, acción que acompañaban, como apoyo, otros compañeros que siempre le ayudaban en el regate, para deshacerse de los contrarios que habían seguido al astro argentino para arrebatarle el control de la pelota, dejando completamente libre los espacios, que otros jugadores del Barcelona sabían aprovechar, al otro lado del campo, para hacer el mortal contraataque, siempre que Messi no lo hubiera logrado antes.

Todo era tan perfecto e incomprensible, que al no poder darle una explicación a todo aquello, los hombres que más "saben" de fútbol y los entendidos de los espectadores que acuden a ver todos los partidos, al no saber de lo que iba aquella forma de jugar, comenzaron una autodefensa a sus escasos conocimientos. Con comentarios como: "Es un futbol aburrido", "siempre lo mismo", "cansa hasta a los mismos vagos". No entendían ni sabían lo que estaban viendo, por eso no querían el cambio de aquel fútbol por el que siempre veían, donde la disputa del balón, las carreras, cargas, pases largos, cortos, encontronazos de todas clases, era lo que gustaba. No querían el cambio por otro fútbol, como impusó el San Lorenzo de Almagro en 1947, que con la llegada, un poco más tarde, a Chamartín de Di Stefano con el Millonarios de Bogotá, desterraron de los terrenos de juego "la furia española".

Esta nueva concesión del fútbol implantada por el Barcelona de Guardiola, por incomprensible, siempre estuvo bajo sospecha de que pudiera llegar a ser una W.M como la de Míster Chapman, un cerrojo como el de Benito Díaz, o aquel perfecto y controlado fútbol del San Lorenzo de Almagro y del Millonarios de Bogotá. La sospecha radicaba en Guardiola, que lo había impuesto casi por casualidad y sin mucha convención, dado como se desarrollaba en el terreno de juego. Por eso, poco a poco, se le fue escapando de las manos, aunque él no quería que así fuese. Pero al no saber bien lo que había conseguido implantar en el fútbol, no supo conservarlo a medida que los jugadores iban caducando para su práctica. La primera de las sospechas de que ello era así llegaba cuando tuvo que relevar a Xavi y se ficha a Cesc, al que todos esperamos que fuera entrando, poco a poco, en el equipo, para ir sustituyendo al de de Tarrasa. Pero no es así, ya que lo coloca de centro delantero, medio falso, donde le hace perder un tiempo de adaptación importante para que el sistema no note el cambio. Luego se pierde por completo, ¡cuando engaña a todos los entrenadores de Primera División!, al disfrazar a las jóvenes promesas de la "Masía", con la camiseta del Barcelona, con los cuales, en su mayoría, gana varios partidos. Hasta que, jugando contra la Real Sociedad, en San Sebastián, donde iban ganando 2-0 en el primer tiempo, el entrenador de la Real se da cuenta de que en vez de estar jugando contra el Barcelona, está jugando contra su equipo filial, le remonta el resultado con un 4-2. Desde este entonces Guardiola pierde los papeles, y por mucho que los busca y rebusca ya no los encuentra. Y como ya es un entrenador valorado y ponderado, decide ir a buscarlos al Bayern de Munich, donde se le descubre que no había aportado nada en el juego desarrollado por el Barcelona, salvo la búsqueda de la vertical del gol, con la que ya había nacido para jugar en el equipo catalán. Un "gran entrenador" de la casualidad.

La sospecha de que esto era así se pudo ver y comprobar durante las dos o tres temporadas que estuvo en el equipo alemán, con todo a su alcance para hacer del Bayern lo que había conseguido hacer con el Barcelona. Pero allí, aparte de otras muchas equivocaciones, dejó en claro de que no era el entrenador que todos pensaban. Pues un entrenador que conoce de verdad el oficio, y no entrena solo por el dinero que pueda ganar, nunca iría al Bayern a buscar lo que había perdido y no encontraba. ¿Por qué? Porque los mimbres con los que tenía para hacer el cesto que pretendía no eran los adecuados. Allí no encontraría un jugador que le supiera jugar acortando huecos, y con el regate de Messi, único en el mundo en esas dos facetas y en la del gol. Como no encontraría al hombre que mejor y más perfecto desarrollaba el fútbol: Iniesta.

Allí tenía dos jugadores, completamente distintos al sistema que pretendía imponer, Ribery y Robben, que le romperían, como le rompieron, todo el sistema. Al cual, incluso, le hacen renunciar y dejar claro que es un entrenador como los demás, que luchan con sus equipos, como todos ellos, con las mismas armas y garras con las que todos se han clonado. En Inglaterra, donde yo dejé de seguirlo como el entrenador del futuro, está justificando lo que digo a pesar de que los de siempre tratan de hacer que no recaiga sobre él la sospecha de ser un entrenador vulgar y clonado, como todos los que hay. Para mí, la actuación de Guardiola, como entrenador, después de ver a su Barcelona, ha sido de completa frustración. Ya que no supo cambiar ese fútbol clonado que se sigue jugando hoy por otro más acorde a los tiempos y para lo cual él había sido el elegido para hacerlo, y no supo llevar a cabo. Recordemos pues lo que representó para nuestro fútbol la venida del San Lorenzo aquel 26 de enero de 1947, año que comenzaba. Llegaba a la ciudad herculina el temible San Lorenzo de Almagro, con un asombroso palmarés, pues había empatado 3-3 en San Mamés contra el Athletic de Bilbao, y goleado a la selección española, dos veces, en el campo de "Les Corts",5-7, y la otra en Madrid, ¡nada menos que por 1-6!. La visita del San Lorenzo de Almagro sería de gran importancia para el fútbol español, ya que el equipo argentino sería el revulsivo que necesitaban los equipos españoles para modernizar su fútbol. Por primera vez, en muchos años, los espectadores españoles quedan silenciosos, conmovidos ante la práctica de un fútbol preciso y extraordinariamente hábil. La furia parece no poder con la técnica, contra la cual los jugadores españoles estrellan su dominio y la fuerza, contra ese ajedrez futbolístico. Si el fútbol inglés y continental nos habían deparado la lección del marcaje férreo y la técnica ofensiva, el equipo argentino asombra por su limpia lección de cómo deben evolucionar defensas, medios y delanteros. El balón empieza a jugarse desde atrás, en la zaga, y es una maravilla contemplar la fina red que engarza la portería propia a la contraria. Ante la cual los jugadores españoles persiguen inútilmente a los del San Lorenzo de Almagro, a los que no los encuentran para la disputa del balón. Y los espectadores observan atónitos que en el fútbol moderno se vive la época del pase en corto, del apoyo constante en la jugada, del pase a la zona libre y no al hombre, así como de la permuta de puestos. Con lo cual, junto a la táctica defensiva continental, el San Lorenzo levanta la bandera de la belleza constructiva del juego, orientado, sobre todo, a la concesión del gol. Los míticos jugadores del San Lorenzo de Almagro que enseñaron un fútbol nuevo y nunca visto fueron: Blazina, un portero de buena colocación, sobrio, bajo el marco, y resolutivo en las salidas. Los zagueros eran Vazini y Basso, dos hombres de gran regularidad en la defensa, mientras que en la línea media estaba el gran Zubieta, el medio ala español que emigró a la Argentina durante la guerra civil. Jugador de gran envergadura y de una clase excepcional, que estaba considerado como uno de los mejores medios del fútbol mundial, al que acompañaban, a mucha distancia del vasco, Rodríguez y Colombo. Luego estaba la gran delantera formada por: Imbelloni, un extremo hábil en él regate y muy peligroso ante el gol. Farro, un interior genial que manejaba los pies como si lo hiciese con las manos e incluso mejor. Pontoni era un delantero centro totalmente distinto al estilo español, dado que el jugador argentino era un verdadero hombre cerebral dentro del área, en donde era muy difícil que se le escapase una oportunidad de gol. Martino era el otro interior que ponía su clase en concebir la jugada cara al gol, para lo que eran acompañados por un extremo Silva, que aún siendo un buen extremo, no tenía la calidad de los cuatro restantes del quinteto atacante. El partido terminó con un empate 0-0, siendo Juanito Acuña el verdadero artífice de este empate, por lo cual sería recordado, por mucho tiempo, por los aficionados que asistieron a tan emocionante partido, que a su conclusión lo pasearon a hombros.