El trámite de sellar dignamente la permanencia con un triunfo más o menos convincente frente al penúltimo clasificado se convirtió en un suplicio para el Celta, que fracasó de plano en su objetivo de redimirse ante su gente y mortificó a su entregada afición con un triste empate que resume a la perfección una temporada frustrante que habría acabado en tragedia de no ser por el inabarcable talento de Iago Aspas, su estrella, salvador y guía.

El crack celeste certificó su tercer Trofeo Zarracrack consecutivo con un doblete que dio la vuelta a un partido en el que el conjunto de Fran Escribá no compareció en el campo hasta que una inocente mano en el área de Catena le metió inesperadamente en un partido que perdía claramente por 2-0 a nueve minutos del final. Aspas anotó la pena con un tiro perfecto, raso y ajustado al palo, al que no pudo responder Dimitrievski. El Celta, se estiró en busca del empate y logró salvar los muebles prácticamente sobre la bocina con una pequeña obra maestra del genio de Moaña, que salió de la lámpara para remachar impecablemente de tacón al fondo de la red un gran centro desde la izquierda de Lucas Olaza.

El doblete permite a Iago convertirse en el primer futbolista en lograr tres Zarras consecutivos y, de algún modo, hace justicia a la descomunal campaña del delantero morracense, que cierra el curso con 20 goles, solo dos menos del récord personal de anotación que estableció el pasado ejercicio, a pesar de haber estado tres meses -casi un tercio de la temporada- apartado del juego por lesión.

No mucho más se puede rescatar de la noche que el incomparable talento de Iago. Acaso las buenas prestaciones de Olaza, el espíritu de lucha de Okay, el único de los celestes que puso algo de intensidad a la disputa del balón, y el soplo de aire fresco que supuso la entrada en el campo de Boufal, relegado de nuevo ayer al banquillo por Fran Escribá.

Apenas un cambio, el de Gustavo Cabral por Wesley Hoedt en el centro de la zaga, introdujo el preparador celeste con respecto al once que cayó en San Mamés. Acaso por su menor aportación defensiva, Escribá decidió prescindir de Boufal para mantener en banda izquierda s un desvaído Ryad Boudebouz y pagó un alto precio por su decisión. Extraviado en el verde el franco-argelino perdió cada duelo por la pelota y tomó pésimas decisiones en el último tercio del campo que acrecentaron la monumental pobreza de ideas con que el Celta atacó el portal de Dimitrievski, que vivió una primera parte plácida Pero si la aportación ofensiva de Boudebouz fue irrelevante, las prestaciones defensivas del futbolista cedido por el Betis resultaron nocivas. De nuevo sin estar exigido, en una jugada aparentemente intrascendente el Celta regaló a su rival un penalti absurdo que pudo complicarle mucho la existencia.

Un mal control de Boudebouz sobre la línea de la frontal propició una pérdida de balón que el argelino quiso enmendar con una prescindible patada a Advíncula que Mateu Lahoz castigó señalando el punto fatídico. Embarba transformó la pena sin dar opción a Rubén.

El Celta tan solo había dado tímidamente señales de vida en los primeros minutos con un buen arranque y un par de acciones aisladas que murieron al borde el área franjirroja por imprecisiones o malas decisiones en la resolución del último pase.

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Las imágenes del duelo entre el Celta y el Rayo

A medida que los celestes se iban empequeñeciendo se entonaba más el Rayo, que aprovechó la falta de energía y de ritmo de los celestes para mandar en el juego. La expulsión de Escribá por protestar un inexistente penalti a Maxi Gómez empeoró la situación de un equipo desnortado e incapaz de responder con fútbol al incondicional aliento de su gente.

El gol del Alavés al Girona en Mendizorroza tranquilizó a Balaídos pero no sirvió para reactivar tras el descanso al Celta, que no logró hilvanar jugadas frente a un adversario que fue creciendo en el partido hasta sacarle los colores. Rubén, en el minuto 52, tuvo que emplearse para sacar con una buena mano un disparo con veneno de Medrán desde la frontal del área.

Respondió Boudebouz dos minutos después con otro tiro lejano, muy desviado, antes de ser sustituido por Boufal. La entrada del parisino insufló aire al ataque celeste. El regateador franco-marroquí dio profundidad y filo al ataque celeste, que por primera vez en el partido ganó el área rival con sensación de peligro.

Dimitrievski eludió el gol con una solvente intervención tras una gran jugada de Boufal, que ganó el área por velocidad y sirvió en bandeja un perfecto balón que el medio eslovaco, poco acostumbrado a definir, estrelló contra el portero del Rayo. El macedonio salvó luego una doble ocasión celeste a la salida de un córner que peinó Cabral y Araújo, con el pie, estrelló contra su cuerpo y luego, de cabeza, Okay remató sobre el travesaño.

Las cosas se complicaron, sin embargo, para el Celta con el segundo gol del Rayo, obra de Medrán, que aprovechó la laxitud de la zaga celeste para acomodarse la pelota en la corona del área y descerrajar un trallazo al palo corto al que no logró responder Rubén Blanco.

La decepción se apoderó de Balaídos, que ya se resignaba a despedir la temporada con otra derrota cuando Catena le allanó el camino con una mano cándida. Aspas anotó sin pestañear la pena y se echó a los hombros al equipo, que reclamó la pelota para sí, dio algo de mordiente al juego y acabó encontrando en el descuento el empate con un golazo de tacón de Iago Aspas, que enganchó a media altura un buen centro de Lucas Olaza con un hermoso remate que permitió al Celta maquillar uno de sus peores partidos del curso en casa.