Devotos irreductibles de As Cabezas

Cientos de personas desafían la lluvia, el frío y el granizo y acuden a la romería de Armenteira

Los devotos, alrededor de la imagen de la Virgen.

Los devotos, alrededor de la imagen de la Virgen. / Noé Parga

Isidoro Rey y su pareja, Consuelo Parada, esperaban la salida de la procesión en el atrio del monasterio de Armenteira, bajo una gran carpa. Él es de Barrantes y acude cada año desde niño a la romería de la Virxe das Cabezas; ella es de Bueu, y se ha dejado contagiar por la ilusión de él hacia la Virgen de Armenteira. Como ellos, cientos de personas se dieron cita ayer en la romería de As Cabezas. Fueron solo una ínfima parte de los que habrían acudido si hubiese amanecido con sol y calor, pero los que se atrevieron a desafiar la lluvia, el frío que hizo hasta mediodía a los pies del Castrove e incluso un par de granizadas eran fieles irreductibles a una de las romerías más singulares y multitudinarias de la comarca.

Con el cielo encapotado y constantes chaparrones durante la mañana, se podía llegar con el coche casi hasta el entorno de la capilla de San Antonio do Vilar, que es donde se coloca una valla para impedir el paso de los vehículos. Al descender la larga cuesta que va desde allí hasta la iglesia no había ni un solo puesto de venta ambulante -en un día de buen tiempo se contarían por decenas- y su lugar lo ocupaban los turismos de los más madrugadores -los que pasaron cuando todavía no se habían colocado las vallas-, y un par de autobuses, uno de ellos el vistoso autocar verde del club de fútbol Arenteiro.

La imagen de la Virgen, durante la procesión.

La imagen de la Virgen, durante la procesión. / Noé Parga

El ambiente cambiaba completamente al aproximarse al monasterio. Allí sí, se sucedían los puestos de venta de pan, de rosquillas, de cera -los exvotos de cabezas se vendían a 2,50 euros, un precio similar al del de los últimos años-, de juguetes y camisetas de fútbol. En una mañana más invernal que de primavera, también abundaban los vendedores con paraguas, que costaban desde cinco euros. La misa solemne fue a la una de la tarde. El párroco de Armenteira, Ramón Fernández, estaba acompañado por casi una decena de sacerdotes de las comarcas de O Salnés y Pontevedra, entre ellos Javier Porro, párroco de Santa María la Mayor de Pontevedra y vicario episcopal de la diócesis. La misa la ofició Rolando Álvarez, un obispo nicaragüense exiliado en el Vaticano, y que está pasando una temporada en Pontevedra, con Javier Porro y otros religiosos en una situación similar.

Comensales en un puesto de comida.

Comensales en un puesto de comida. / Noé Parga

La iglesia estaba a rebosar. La imagen de la Virgen, con un pecho en la mano y el Niño Jesús en el regazo, estaba en el centro del templo, a donde acudían los devotos para bendecir sus pañuelos y estampas o dejar una ofrenda de cera. Fuera de la iglesia, esperaban numerosos fieles, guarecidos de la lluvia bajo una carpa, y los músicos de la Banda de Vilanova, encargados de acompañar la procesión, en la que este año no participaron los Danzantes de Covas.

El tiempo dio una tregua para la salida de la procesión, y la comitiva hizo el recorrido habitual por el atrio, dando la vuelta en el crucero. Finalizados los oficios religiosos de la mañana, pronto se llenaron los bares y los puestos de comida ambulante. Los más previsores ya habían tomado posiciones con tiempo y se ahorraron las largas colas que se formaron a partir de las dos de la tarde. Porque con lluvia o sin ella, la Virxe das Cabezas de Armenteira demostró que sigue contando con una legión de seguidores fieles.

En las carpas, la ración de pulpo se pagaba a 12 euros, las de churrasco a 14 -tanto el de cerdo como el de ternera-, y los callos a 10. También ofrecían carne ao caldeiro. Los jóvenes que se animaron a subir a la romería -muchos menos que de costumbre- optaron por los cartuchos de patatas fritas y los bocadillos calientes, a entre cinco y seis euros. A primera hora de la tarde también se dejó ver por Armenteira el presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, quien ensalzó los atractivos turísticos de Galicia.

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