La apicultura arousana se adapta para luchar contra las velutinas

La avispa ha modificado sustancialmente la manera de trabajar las colmenas

Monteagudoen una de sus colmenas.

Monteagudoen una de sus colmenas. / Noé Parga

A. G.

Hace veinte años, llegaba a Europa la avispa velutina, un insecto que, en estas dos décadas, ha ido colonizando gran parte del continente, llegando a Galicia hace poco más de una década. Aquí, se ha adaptado muy rápidamente, mostrando una gran inteligencia y se ha convertido en una de las grandes amenazas de una actividad tradicional y ancestral como es la apicultura.

Es cierto que no es la única, pero si que se ha convertido en la más amenazante, modificando no solo el comportamiento de las colmenas, sino también el de los propios apicultores, que tienen que recurrir a todo tipo de trampas para evitar que sus enjambres acaben devorados o muriéndose de hambre.

Lo saben bien Manuel Monteagudo, Roberto Vázquez y Araceli Maquieira, tres apicultores de Meis a los que la presencia de la velutina les ha cambiado sustancialmente el trabajo.

El primero de ellos no duda en calificar de “muy duro” todo lo que han tenido que afrontar en estos años, donde ven como muchas de sus colmenas acaban pereciendo por el estres que provoca la velutina en las abejas, que les impide salir de la colmena, lo que provoca que acaben falleciendo de inanición.

Maquieira en uno de sus apiarios entre los municipios de Meis y Barro.

Maquieira en uno de sus apiarios entre los municipios de Meis y Barro. / Noé Parga

Es cierto que, después de muchos bandazos, “tenemos el trampeo, que se realiza en la primavera y que evita que haya más nidos” y, sobre todo, a partir del mes de junio, las arpas eléctricas, unas arpas que, si están a pleno funcionamiento, evitan que las velutinas se acerquen, “pero como fallen, todo se llena rápidamente de velutinas”.

Esa inversión ha llevado a que mucha gente abandonase la apicultura y, aquellos que resisten, tienen que afrontar muchos más gastos que antes y corren el riesgo de perder un buen número de colmenas cada año a causa de la avispa asiática.

Los tres apicultores reconocen que la velutina ha cambiad por completo la forma de trabajar. Antes, muchos vecinos tenían una o dos colmenas que iban cuidando sin mucho esfuerzo y si necesidad de una gran inversión, pero la aparición de la velutina ha resultado determinante para “estar pendientes de las colmenas prácticamente de forma diaria”.

No en vano, necesitan alimentarlas para evitar que las colmenas acaben yendo a menos y puedan superar el invierno.

“Es necesario para que no se debiliten, porque una vez que ven cuatro o cinco velutinas en la piquera, se dedican a defender la colmena, no salen a por reservas de alimento y acaban sin reservas muriendo de inanición”, explica Monteagudo.

Maquieira señala que “antes, las etapas de trabajo estaban muy claras, pero la presencia de la velutina ha cambiado el ciclo natural de la abeja y amenaza cualquier enjambre nuevo que podamos estar formando”.

Vázquez reconoce que la velutina “no es la única amenaza que pueden tener las abejas, pero si se ha convertido en la que más ha influido sobre nuestra forma de trabajar, e incluso, en el ciclo de vida de las abejas”.

El meisino llegó a perder el pasado año la mitad de las colmenas de las dos zonas que trabaja porque “las abejas son una fuente de proteínas muy importantes para ellas y, durante el verano, están pegadas a los apiarios”, atacando a las pecoreadoras, aquellas abejas que van a buscar el alimento para la colmena.

Los tres reconocen que “la velutina ha venido para quedarse y vamos a tener que convivir con ella, porque es un insecto que se adapta con mucha facilidad, pero también con mucha inteligencia para hacerlo, modificando sus hábitos si se ve amenazada”, explican.

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