Una historia con final feliz

El joven con trastorno del espectro autista recupera la bici que había comprado con todos sus ahorros

La encontraron un tractorista y una vecina en una finca oculta con maleza

José Pastoriza, que este fin de semana vuelve a disfrutar de su bicicleta.

José Pastoriza, que este fin de semana vuelve a disfrutar de su bicicleta. / Gustavo Santos

En la semana de su cumpleaños José Pastoriza, un joven que padece un trastorno del espectro autista (TEA) recibió un gran disgusto: de la bodega de su casa le habían robado la bici en la que había invertido todos sus ahorros, un suceso que movilizó a todos sus vecinos y que ha acabado por tener un final feliz, ya que el vehículo ha sido encontrado.

“La encontró un tractorista y una que vive al lado de donde apareció y que estaba desbrozando en una finca”, explica el padre, también José Pastoriza, “la bicicleta estaba escondida, tapada con maleza. El que se la llevó no tuvo arrepentimiento ni la dejó para que se la encontrase” sino que muy posiblemente intentaba ocultarla con la idea de recuperarla posteriormente.

La familia del joven reconoce que “dentro de lo malo, quedamos muy contentos” con la solidaridad que mostraron sus vecinos. “Un deportista anónimo se ofreció a regalarle una de sus bicis. Por supuesto quedamos encantados pero le dijimos que no”, al igual que se negaron a que se realizase una colecta. “Con lo que nos quedamos es con lo bien que se portaron, con que todo el que pudo ayudó”.

Para el entorno del joven fue “una situación muy complicada”, reconoce su padre, “porque no entiende las cosas como las demás personas”, pero en ningún momento José Pastoriza se dio por vencido. “No dejó de buscar la bici”, recuerda su padre, “le hice unos letreros para que pasase el duelo y se aburrió de colgarlos a diario por todos lados. En la bici vieja se movía y cuando iba en autobús a Cangas, en todos los sitios donde podía, ponía letreros”.

José Pastoriza es muy aficionado al ciclismo. “Hace rutas, llega a Cabo Home, al alto de Meiro, va a Moaña, a Cangas”, señala su padre a propósito “del único deporte que le llama”. Tenía una vieja bicicleta que le funcionaba pero “lo convencí de conseguir esta bici, que es de segunda mano, era de un amigo mío”.

El joven la pagó con sus propios ahorros, juntando los regalos en dinero de su familia, la paga y también los ingresos por lavar el coche de la abuela o por cortarle la hierba. “Fue algo positivo”, refiere el padre, “porque él la tenía más valorada, de hecho siempre tenía guardada la bici pero aún así dieron con ella”.

Se la robaron de la bodega de la casa, en la parroquia marinense de Ardán, a primera hora de la mañana. “El que entró sabía bien a dónde iba porque fue directo a por ella, había más cosas y fue a por ella específicamente”, constata la familia.

Es una bicicleta de segunda mano pero con cierto valor para la reventa y el entorno de José Pastoriza se temía que no aparecería. El joven la echó de menos una semana, hasta que el pasado viernes un amigo de la familia llamó a su padre para contarle que la habían encontrado.

Cuando supo la buena noticia, al joven “le vino la luz a los ojos. Cuando lo llamamos ya loqueó, porque él también se preocupó de avisar a todo el mundo cuanto podía”, ya que desplegó todo tipo de esfuerzos para localizar su preciada bicicleta. Y al recuperarla, volvió a hacer gala de su buena educación “y lo primero que hizo fue avisar a todo el mundo. Le vino la luz a los ojos”.

José Pastoriza, que la pasada semana cumplió 21 años, no aguantó en casa y fue personalmente a buscar la bici. Este fin de semana ya disfruta de ella, y sus padres (y esta redacción) se felicitan porque “hay gente mala, es cierto, pero también hay mucha gente buena y solidaria. Solo que los malos hacen más ruido”. Y esta vez, ganaron los buenos.

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