El hijo entrega el poder que su padre le dio en herencia

La saga Baltar ha gobernado la Diputación desde 1990 a 2023: del autodenominado cacique bueno a la pretendida transparencia, con sombras; del trombón y la boina a la reivindicación de la ‘ourensanía’

Javier Fraiz

Javier Fraiz

“Hay quien se levanta pensando siempre en criticar. Curiosamente, reciben siempre la crítica de las urnas”. En esta y en otras frases similares con las que José Manuel Baltar Blanco respondía a la oposición al ser cuestionado, desde el minuto inicial de su mandato, descansa la idea de que, si los resultados electorales no dan, la barrera de protección cae. En esas situaciones, en la política pasa como en la vida en ocasiones: hay un proceso de demolición.

En 2019, Baltar salvó la Diputación de Ourense gracias a un acuerdo que aupó a Gonzalo Jácome a la alcaldía. En 2023, la pérdida de la mayoría absoluta –otra vez– le cuesta el cargo, con su figura sometida a una erosión. Desde el 2011, el PP de Ourense se ha quedado sin un 9% de apoyos y sin 14 mayorías absolutas. Ya no hay papeletas suficientes para actuar de dique contra las críticas ajenas, pero sobre todo contra las internas, las más certeras. El fuego amigo atina casi siempre.

Después de varias semanas en el foco por un presunto delito contra la seguridad vial, por conducir a 215 km/h un domingo por la autovía A-52 en Zamora, un hecho pendiente de juicio que se suma a otras multas del coche oficial que salieron a la luz, además de la publicación de audios sobre supuestas mordidas, Baltar renuncia a seguir en la Diputación. Y con su nombre se va también un apellido.

El adiós del actual presidente supone el final de una era en la administración provincial, gobernada por el padre desde 1990 a 2012, legada al hijo mayor ese último año, después de haberle entregado el cetro del PP en enero de 2010, en un disputado congreso contra el PPdeG y Génova.

Baltar Blanco, licenciado en Derecho y con plaza de funcionario de la Xunta, comenzó como delegado de Agricultura cuando Fraga aún era presidente y fue diputado autonómico, además de vicepresidente del Parlamento. Paso a paso fue avanzando en el partido y en las instituciones, mientras su padre resistía como el último barón del PP, tras la histórica disputa entre las corrientes internas de la boina y el birrete.

El intento de Feijóo y Rajoy, en 2010, de promover una alternativa en Ourense se encontró con el dominio baltarista del partido en la provincia. La salida del heredero de la institución –no así de la formación, que continuará presididendo– se consuma trece años después, a las puertas de las generales y con las encuestas favorables a la llegada del PP a La Moncloa.

Baltar padre, al banquillo en 2014

Un centenar de contratos ilegales materializados en el contexto del congreso de 2010 sentaron en el banquillo a José Luis Baltar en 2014. El antiguo barón del PP, que se integró en las filas populares desde Centristas, que no esquivó pulsos con Fraga y Feijóo para hacer valer su poder territorial a cambio de nutrir con el granero provincial las mayorías absolutas del PP, fue inhabilitado a nueve años por prevaricación. La justicia ponía tacha, en el epílogo de su carrera, a un político que llegó a identificarse como un “cacique bueno”. Los efectos en la práctica de la condena resultaron nulos; el traspaso de poder estaba consumado. La saga Baltar iniciaba la temporada 2.

En la administración que le había legado su padre –“vosotros sois mis trabajadores, no los de la Diputación”, manifestó José Luis Baltar tras su retirada en 2012, en un acto con 3.000 personas entregadas–, el hijo comenzó el mandato aplicando un ERE, el primero de una administración pública en Galicia.

Entre los logros que Baltar Blanco esgrime en sus once años en el poder están la reducción progresiva de la deuda, hasta alcanzar la cota cero, la presentación anticipada de los presupuestos –este año, las cuentas son de casi 91 millones de euros–, así como la mejoría en los índices de transparencia y una política de “cooperación” entre administraciones, en especial con las entidades locales de menos de 20.000 habitantes, que son más del 80% en Ourense. Sin embargo, la oposición ha criticado el reparto discrecional de fondos, para beneficiar a los concellos gobernados por el PP, así como la adjudicación de obras a un número reducido de empresas.

Como su padre, Baltar hijo también ha tenido que rendir cuentas con la justicia. En el año 2015, fue denunciado por una mujer que lo acusó de haberle prometido un empleo a cambio de sexo. Salieron a la luz audios y mensajes de SMS que desgastaron su figura. La causa, en la que el progenitor también fue investigado, terminó archivada en 2017.

Baltar padre no tenía ordenador, recibía a decenas de personas en su despacho y no se perdía un entierro. El hijo reformó la oficina de trabajo, cuidó la estética con un característico azul como imagen de marca e impulsó la reivindicación de la ourensanía, instaurando un premio. El padre diseñó el relevo en el PP y en la Diputación, de la que se marchó dejando en la bancada a diputados afines a la causa. Después, según dijeron sus cercanos, dio un paso a un lado, para centrarse en la vida familiar, sin descuidar el apoyo en momentos puntuales, como las negociaciones postelectorales. “El cargo es tuyo, gestiónalo tú” fue el resumen del relevo, afirmaron en su entorno entonces. Este miércoles, fuentes del PP se imaginaban cómo habrá encajado el padre la renuncia de su hijo mayor. “Hoy no he querido llamarlo. Conociéndolo, debe de estar fastidiado”.

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