Opinión | Crónica Política

La lógica

Resulta probable que la mayor parte de la gente, cuando habla de “lógica”, lo haga pensando en que facilita la tarea de entender lo que se quiere decir. Pero si se abusa de ella –de la lógica– incluso el discurso mejor preparado acaba pareciendo un conjunto de perogrulladas. Eso aparentó ser el mensaje de investidura que ayer mismo pronunció el aún candidato, señor Rueda. Tiene su señoría una sencillez oratoria que produce una cierta ternura, pero cuando se hace el balance final de su discurso se comprueba que no ha sido cosa distinta a una suma de buenas intenciones. Y lógicas, además: no es discutible que ofrecerse “para defender los derechos de todos los gallegos” es prueba oratoria de sentidiño. Y así, con lógica, desgranó su señoría los propósitos de su mandato.

Conste que no se trata de empobrecer un mensaje que ha caído bien a una buena parte de los espectadores, o bien oyentes, que lo siguieron. Un modelo clásico, por cierto, para este tipo de circunstancias. Don Alfonso repasó los logros que considera más importantes del muy largo período en que el PPdeG rigió los destinos del país. Anunció también los propósitos que alberga para los próximos años y, sobre todo, dio la impresión de estar preparado para lo mejor. O sea, la lógica más elemental: decir lo contrario iría contra la esencia misma de la racionalidad y el sentido común.

En resumen, lo que dijo ayer ante un Parlamento expectante, no fue ni más ni menos que lo que se esperaba. El señor Rueda es un hombre sencillo, pero cumplidor en la medida en que se puede cumplir lo que se promete. Y ojalá que siga así porque sin duda prometió gran cantidad de proyectos, desde los legislativos hasta los que se puedan basar en acuerdos con la oposición. En todo caso, ese concepto, “acuerdos”, no fue el eje de su intervención, aunque si mencionó su importancia en caso de lograrse. El tono, por cierto, y la escasa insistencia en que serían un objetivo de categoría especial, invita a un análisis si no negativo, al menos tibio, de lo que reclama una parte nada desdeñable de la sociedad de este país: que por fin se logre una situación en la que pactar no resulte el verbo más complicado de declinar de cuantos tiene pendientes la Presidencia.

Para reforzar la idea positiva de cuanto dijo don Alfonso bastaría con aludir a la dureza verbal que, terminada la sesión, dijeron los portavoces de la izquierda en los pasillos. Es de esperar que también ellos aporten lógica, mañana, a la duras críticas que hace apenas unas horas pronunciaron, adelantándose a la oficialidad que en las próximas horas y en la sesión correspondiente se supone incluirán en sus alegatos. Porque lo expuesto de forma todavía oficiosa, tenía bastante más de demagogia de la que ellos mismos acusaron al presidente. Con tácticas distintas, una –la del señor Besteiro– persiste en el error de defender a su partido y al Gobierno central con aparente preferencia a Galicia.

La portavoz nacional del BNG optó por lo fácil: una descalificación global de lo dicho por quien dentro de unas horas va a gobernar esta tierra al menos durante cuatro años. Después, ya se verá, porque la duda que se deja entrever resulta igual de aplicable al PSdeG, que quiere recuperar lo perdido, e incluso al PPdeG si no logra revalidar los éxitos del pasado.

Sea como fuere, en opinión personal y para ser coherente, es preciso insistir en que lo más importante del discurso de ayer fue curiosamente una ausencia: la de explicar, con detalle y a fondo, a qué tipo de acuerdos pretende llegar el señor Rueda, y cómo va a plantearlos en el futuro más o menos inmediato. Los va a necesitar para afrontar la crisis demográfica, la transición ecológica, la dispersión de la población y/o el envejecimiento medio del censo. Y para todo ello será, además de precisa, insustituible la lógica.

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