El hombre que hace la matanza en O Morrazo

Luciano Lorenzo, vecino de O Hío, es matachín desde hace más de viente años

Luciano Lorenzo Nogueira tiene dos terrenos de juego en su vida. El de su querido Cruceiro de O Hío del que es presidente desde hace más de una década; y los patios de las casas por su oficio de matachín, al que se dedica desde que empezó a trabajar como carnicero en Cangas hace más de treinta años. Es el matachín, por excelencia, de O Morrazo, y siempre que se acerca noviembre se le espera en todas las casas en donde el sacrificio del cerdo sigue siendo una parte fundamental de la economía familiar o se mantiene como una tradición que sigue reuniendo a la familia y a los vecinos.

La matanza no ha perdido ese sentido de ser una pequeña fiesta, reconoce Luciano Lorenzo, aun cuando se mata a un animal, pero, como señala, ya no hay las escenas de sufrimiento de años atrás. No se oye chillar al cerdo, al que se acuchillaba vivo, y ahora, en su caso, lo mata con la pistola aturdidor con bala de fogueo.

Es cierto que hablar del cerdo en O Morrazo no es lo mismo que hacerlo en las comarcas del interior de Galicia, pero en esta zona de la costa sigue formando parte de la tradición en muchos hogares del rural y supone también “un arreglo importante para todo el año”, añade Lorenzo, que asegura que las familias llenan los cajones congeladores con las bolsas de la carne de descuartizar el cerdo para repartir a los hijos que no tienen en donde guardarlas. Y es que, como recuerda Luciano Lorenzo ensalzando a este animal “del cerdo se aprovecha hasta de sus andares”.

La temporada de matanza empezó hace unas tres semanas en San Adrián de Cobres, en Vilaboa, y no parará hasta completar los 125 o 130 cerdos que el matachín asegura que suele matar al año, sobre todo entre noviembre y diciembre, manteniendo esa tradición de matar en los más fríos del año, de cuando no había ni neveras ni congeladores.

Recorre San Adrián, Beluso, Cela, Moaña y las parroquias de Cangas, como ayer en donde tenía trabajo en Donón y en Aldán. También acude a Beade, en Vigo. El pasado fin de semana realizó la matanza en la casa de un familiar en Vilanova, en su parroquia natal de O Hío.

Otro momento de la matanza.

Otro momento de la matanza. / Santos Álvarez

Se trató de un ejemplar de 185 kilos, una buena pieza, aunque muy lejos del mayor cerdo que Luciano Lorenzo mató en su vida. Fue hace unos nueve años cerca de Marín. “Nunca había visto un cerdo tan grande”, recuerda el matachín que cuando entró en la casa se topó de frente con un animal de tres años y de unos 300 kilos de peso: “Aquello era un hipopótamo”, haciendo memoria con humor.

Luciano Lorenzo se hizo matachín después de dejar el mar en donde trabajó unos años. Sigue teniendo muy presente la frase de un compañero engrasador del barco en el que faenaba: “Tú vete siempre donde pise el buey”. Y así hizo, se agarró a tierra y se hizo carnicero. Trabajó en el oficio durante más de treinta años y esa experiencia le hizo acercarse al de matachín con el que asegura que en estos 25 años ha hecho muy buenas amistades y se ha encontrado con gente “encantadora”.

Porque la matanza se vive en familia, año tras año, en las mismas casas, con la misma gente, con el recuerdo de los que ya no pueden estar presentes y con los que, sin poder, por falta de fuerzas, a ayudar a mover el animal tras pasar por el soplete para ponerlo sobre la mesa, siguen invitados a participar. El día de matanza se come en familia, con amigos, se trabaja y para acabar el día se cena también en familia .

Luciano Lorenzo siempre es bien recibido en los hogares en donde toca matanza y asegura que guarda momentos de mucha emoción.

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