El Museo Massó arranca su ansiada ampliación y parte de sus fondos se trasladan a Ribadavia

Fue necesario vaciar la mitad del almacén de la “nave de atadores” por el inicio de los trabajos | Hay dos maquetas de Antonio Graña que recrean la Cangas del siglo XIX

El cuadro de Lugrís, con el remate desmontado, tras su consolidación. |   // MUSEO MASSÓ

El cuadro de Lugrís, con el remate desmontado, tras su consolidación. | // MUSEO MASSÓ / david garcía

La ansiada ampliación del Museo Massó, en Bueu, ya está en marcha. A lo largo de los últimos días comenzaron los trabajos de limpieza en la parte trasera, que da hacia el espacio público de la Praza Massó, y se acometió el traslado temporal de algunos de sus fondos al Museo Etnolóxico de Ribadavia, donde permanecerán mientras duren los trabajos. La previsión de la Consellería de Cultura es que las obras, en las que se invertirán más de 1 millón de euros, puedan estar concluidas de cara al próximo verano.

La mayoría de los fondos desplazados temporalmente a Ribadavia se encontraban en la conocida como “nave de atadores”, un espacio situado en la planta baja. Se trata de un almacén contiguo a la antigua salazón Piñeiro y situado justo debajo de la que será la futura Sala Urbano Lugrís. “Es un espacio en el que será necesario intervenir, en especial en las cabezas de las vigas”, explica la directora del Museo Massó, Covadonga López.

La maqueta del entorno de Singulís durante el siglo XIX. |   // MUSEO MASSÓ

Fondos del Museo Massó embalados y con rumbo a Ribadavia. | // MUSEO MASSÓ / david garcía

Para facilitar el trabajo de la empresa y para preservar los fondos que se almacenan en la nave de atadores se optó por vaciar la mitad de este almacén y trasladar su contenido a un espacio cedido temporalmente por el Museo Etnolóxico de Ribadavia. Entre ese material destacan las antiguas vitrinas del museo, que fueron elaboradas en su día en la carpintería de la fábrica y que están inventariadas. También se trasladó el mobiliario que se almacenaba en la que será la Sala Urbano Lugrís porque durante las obras será necesario levantar el suelo.

Entre los fondos que acaban de llevar temporalmente a Ribadavia destacan dos maquetas adquiridas por la Xunta de Galicia en 2009 y asignadas a la colección del Museo Massó. Se trata de sendas recreaciones de dos espacios emblemáticos de Cangas: la Praza do Arco y el entorno de Síngulis, con su cruceiro. Ambas son obra del vecino e investigador cangués Antonio Graña y reflejan cómo eran estos dos lugares a finales del siglo XIX. “Traducen fielmente la forma de vida de una época, su arquitectura, las costumbres y el trabajo del pueblo de Cangas en aquella época”, explica Covadonga López.

Las dos maquetas llegaron a exponerse en su día en Cangas y desde el Museo Massó se ofreció al Concello cangués un depósito u otro acuerdo para que estos dos trabajos se puedan exponer en el municipio debido a su interés histórico y etnográfico. El ayuntamiento cangués mostró en su día su interés, pero sin que se llegase a concretar en firme.

La calidad e importancia histórica de estas dos piezas no ha pasado desapercibida para el Museo Etnolóxico de Ribadavia, que ha mostrado vivo interés en incorporar a su colección las dos maquetas. “Son el resultado de un arduo trabajo de documentación por parte del autor, que refleja meticulosamente esos espacios urbanos y que sirven para compararlos con su estado actual”, destacan desde la dirección del Museo Massó.

La recreación de la Praza do Arco es especialmente llamativa debido a que refleja un momento en el que el mar aún llegaba a esta parte de Cangas, antes de la serie de “aterrados” que configuraron los jardines de Félix Soage o Alameda Vella y su entorno. “La calidad de la ejecución, la minuciosidad y el detallismo son tres características del trabajo de Antonio Graña, que hacen de sus obras piezas de un gran atractivo estético”, concluyen desde el Museo Massó.

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La nueva Sala Urbano Lugrís servirá para reunir y exponer la obra del pintor que se guarda en el Museo Massó, en especial los grandes lienzos que pintó en su día para decorar el comedor de las trabajadoras de la fábrica. Esos cuadros no saldrán del museo durante las obras y debido a su gran tamaño requerirán un operativo específico para llevarlos a su nueva ubicación. Durante este mes de agosto se aprovechó para acometer una intervención de conservación y restauración sobre una de las pinturas. De este trabajo se encargó la restauradora gallega Sandra Vázquez, que trabaja en el Centro Conservaciones e Restauro La Venaria, en Turín. Es una de las instituciones más prestigiosas dedicadas a la restauración de bienes culturales en Italia y durante este trabajo en Bueu estuvo acompañada por la también restauradora Anastasia Ogando.

La intervención se centró en el lienzo que cuenta con un gran cruceiro en el centro, coronado con un remate. Las restauradoras procedieron a separar ese remate para facilitar el posterior traslado, se consolidó el lienzo y se tensó para evitar que pueda sufrir algún tipo de daño durante la operación para moverlo a su futura ubicación. Esta pintura tiene una longitud de casi 6,70 metros.

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