El salvavidas de las tiendas de barcos

Negocios tradicionales que suministran efectos navales se han reinventado con el paso de los años para capear la intensa reducción de la flota viguesa

Jesús Betanzos, en el interior de su tienda.

Jesús Betanzos, en el interior de su tienda. / Ricardo Grobas

Si hay que hablar de negocios tradicionales, míticos de Vigo, las tiendas de efectos navales serían su buque insignia. Se trata de establecimientos que llevan décadas sobreviviendo, capeando la drástica disminución de la flota olívica como consecuencia de las restricciones que la han cercado progresivamente, pero que siguen en pie intactos, pese a las adversidades que han sufrido sus principales clientes.

Con la puerta aún abierta y los escaparates exhibiendo toda clase de artilugios para barcos, una de ellas es la que posee Jesús Betanzos en el número 47 de Eduardo Caballero; ese local en el que comenzó su padre hace más de 70 años, vendiendo accesorios de segunda mano, y que se fue reinventando con el paso del tiempo. Apenas sirve ya a la pesca industrial, a las grandes naves que abarrotaban la lonja y se esfumaron, hace bastante ya de eso. Ahora atrae a compradores más “humildes” que no llegan por trabajo, estrictamente por oficio, sino por afición.

El salvavidas de este pequeño ultramarinos del mar ha sido la actividad de recreo, que en estos momentos representa ocho de cada 10 euros que ingresa. A partir de los 90, tras numerosas campañas suministrando su producto a gransoleros y arrastreros congeladores procedentes del otro lado del charco, esta pyme decidió actualizarse e inició su transición hacia lo que es hoy en día, con un perfil más náutico y deportivo.

Betanzos reconoce que la decisión se tomó cuando empezaron a constatar que la merma de la capacidad pesquera y las pérdidas que acumulaban parte de los armadores de la ciudad se traducían en impagos. Aunque su histórico comercio se mantiene vivo, habiendo superado la colosal crisis que se tragó la mayor parte de sus beneficios, admite que todo ello le ha pasado factura a su esencia: “Funcionamos muy poco como un efecto naval auténtico, de los de antes, como los que trabajan en serio. Todavía tenemos muchas cosas, pero no es lo que era”.

Una “guerra permanente”

Entre los útiles que vende esta tienda septuagenaria hay aparejos, ferretería, redes y suministros. También cabos, electrónica, instrumentación y elementos de seguridad o mantenimiento, además de carretes, cebos o accesorios para pesca submarina. Todos ellos ocupan un generoso espacio de sus estanterías, y en su amplia mayoría son replicados por otros establecimientos que, como éste, han sabido adaptarse a la nueva realidad que les toca vivir.

El establecimiento de Efectos Navales Corona.

El establecimiento de Efectos Navales Corona. / Alba Villar

Muchos son vecinos, y comparten calle bajo los soportales de Beiramar. Allí se encuentra Efectos Navales Corona, otro clásico vigués desde el cual destacan haber apostado por un cambio en su modelo de negocio al ver cómo se iba reduciendo la flota. “Hemos intentado apuntar un poquito más a tierra, abarcar más productos y ofrecer más cosas a los armadores, a las plantas de procesado, pero es difícil. Al final es una guerra permanente. No solo nosotros apuntamos más a otros sectores, también otros comercializadores apuntan al mar”, aseguran fuentes de la empresa.

Si antiguamente un 95% de sus ingresos estaban vinculados al mar, “ahora esta cifra está por debajo del 70%”, indican desde la compañía: “Hay menos barcos, cada vez menos y evidentemente hay menos actividad. Es algo que se ve, porque cada vez se ponen las cosas más complicadas a los armadores, y al final esto es una cadena. Si ellos no invierten en tener barcos, porque casi no hay nuevos, tenemos que cubrir ese hueco del mercado”.

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Las grandes subidas registradas a lo largo de los últimos años en relación a las materias primas, a lo que se suma el encarecimiento de los contenedores que traen buena parte de la mercancía que se vende en las tiendas de efectos navales, importada de otros países, ha provocado que estos negocios se hayan visto obligados a elevar sus precios tras el impacto de la pandemia del coronavirus. “Los que más se incrementaron fueron los objetos voluminosos, los que ocupan demasiado espacio al transportados”, dice Betanzos. Los salvavidas, por poner un ejemplo, han aumentado su valor un 50% en solo dos años.

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