La ciudad que nunca duerme es de sal

El Puerto Pesquero se activa cada madrugada movilizando toneladas de pescado y marisco para surtir a un mercado ávido de producto más allá de Vigo

Funciona como una polis-estado en torno al mar con sus propias reglas, donde interactúan marineros, subastadoras, veterinarias, pescantinas, biólogos o cetreros

Tripulación del "Lusitania" desembarca la quenlla capturada.

Pedro Fernández

“Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo...”, escribía Neruda. Cuando todo está en silencio y Vigo sumergida en un sueño profundo, otra ciudad a pie de mar que parece “tan lejana” –pero no tan sencilla– desarrolla su frenética actividad. Es el puerto pesquero, en el que cada noche cientos de personas mueven los engranajes del mercado del pescado que alimenta a Vigo y que va más allá de sus lindes. Un “país” con sus propias reglas al que solo tienen acceso personal profesional bajo registro, donde todo el mundo sabe cuál es su papel y que el tiempo es dinero. Profesionales que esta Navidad han seguido trasnochando para que no faltara pescado en las fechas señaladas.

Son las 02.00 de una madrugada cerrada donde el frío cala hasta los huesos. “Lo peor del frío llegará al alba”, comentan los agentes de la Policía Portuaria que vigilan que la actividad se desarrolle con normalidad. Mientras, en uno de los muelles los hombres del cerquero Tribal descargan, después de once horas en aguas de Cíes, 1.500 kilos de jurel, choupas y sargos; no son suficientes. “Antes eran tres pescados en kilo, pero ahora son siete u ocho. Los biólogos dicen que hay bastante xurelo en Cíes, pero no vienen a tierra”, explica Tonio.

Segunda generación de pescadores en su casa, comparte devenir desde hace 23 años con Jose, Brais, Omar, Lubo, Lupo, Kandi, Jose, Ladi, Abraham y el patrón, Koko. “La Navidad no es buena época para nosotros y menos con el mal tiempo que hizo desde octubre y nos impidió salir”, afirma reconociendo que “a nivel económico el mar compensa si pescas, pero no esta vida”. Y es que su sueldo dependerá de la cantidad de producto y el precio que este alcance en lonja. El Tribal, que tiene su puerto base en Vigo, descansará hasta después de Reyes.

Policía Portuaria: La gran desconocida

Pedro Fernández

Mientras descargan, dos aves rapaces sobrevuelan el muelle. Son águilas americanas del desierto cuya efectividad con la dispersión de las gaviotas ha dejado por los suelos la de la tecnología punta. “El Puerto tenía drones, pero las gaviotas que empezaron teniendo curiosidad y acabaron por atacarlos”, dice con orgullo el joven cetrero Daniel Martínez. Desde las cinco de la mañana recorre el Puerto Pesquero con su compañero Iván Domínguez, ‘Sahakira’ y ‘Fraga’, dos Águlas de Harris que evitan que las gaviotas entren en la lonja y “coman, pisen, caguen y contaminen el pescado”, explican. Usan esta especie exógena porque caza en grupo y reconoce a un líder, a diferencia de las ibéricas, lo que facilita su entrenamiento. Sus vuelos resultan disuasorios para las gaviotas, porque “lo más práctico y natural es la cetrería, ya que el único miedo con el que nace una gaviota es al ave de presa”, aclaran. Adiestradas para capturarlas, los cetreros las liberan de las garras de las águilas porque “su instinto es matarlas”, pero no es el objetivo.

Las águilas que vigilan el Puerto

Pedro Fernández

Ya son las 04.00 horas y los primeros compradores hacen entrada en la lonja. Como dirigidos por una fuerza incontrolable caminan rápido y sin dudar, porque solo los más ágiles conseguirán llevarse lo mejor. Una entrada que recuerda a las rebajas de unos grandes almacenes, pero que esconde un orden inusitado en esas campañas. Porque aquí todo tiene su momento y su lugar. Primero se subastan las capturas de pesca artesanal (artes de enmalle, anzuelo, trampa, arpón y marisqueo). También las de cerco. Después es el turno del arrastre del litoral y el Gran Sol. Luego palangre de altura y litoral. Resto de especies de litoral y el sapo. “Ese es el último porque las pescantinas lo voltean para ver cómo esta, es una venta lenta”, explica el personal.

“Se hace así para agilizar las subastas y permitir que todo el mundo pueda adquirir distintas especies”, continúan explicando que el espacio de cada zona se otorga “en función de los arribos declarados”, recayendo esta función en los agentes portuarios que controlan el puerto pesquero cada jornada.

Caminando hacia la zona de venta de cerco se oyen los gritos de Estrella Pampillón. Hace 37 años que es subastadora y hoy representa los intereses de la recién creada en Vigo, Asociación de Cerco de Galicia. Cuaderno y lápiz en mano, apunta los pedidos con un dominio que impresiona. “El pescado va a menos, la gente cada vez compra menos. No quiere que le huela la casa y no quiere cocinar”, observa con pena sobre un producto que “es muy bueno y está riquísimo”. Asegura que ha visto de todo, pero que en su mundo aún le impresiona “la mala leche de la gente”. “Este trabajo es muy duro y más para una mujer. Hay mucha humedad, se trabaja de noche y se pasa frío. La gente no quiere esto”. Aún le queda faena. Luego, lo que no venda pasará a subasta pública a partir de las 06.00 de la mañana.

“Es un trabajo muy duro, lleno de humedad y de toda la noche”

Estrella Pampillón - Subastadora

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Cuando el día comienza a clarear y el frío más aprieta, unos marineros se afanan por descargar dos docenas de tintoreras. Su azul intenso reluce con el agua de la manguera con la que los pescadores dan el último lavado antes de colocarlas en la lonja. Junto a ellas, una docena de peces espada y un atún patudo quedan expuestos sobre palés cubiertos de poliexpán. Los compradores ojean y hablan por lo “bajini” pensando una estrategia que les sirva para hacerse con la mejor pieza. Aquí nada se deja al azar, porque muchos de estos peces rondan los 150 kilos y el ejemplar se compra entero. “Estos son pequeños”, comenta Diego, armador del espadero Lusitania Primero. Es el último barco en llegar y el más imponente. Diego está al frente de esta empresa familiar de A Guarda junto a sus dos hermanos. Asegura que el mar es un entorno solo para valientes.

“El mal tiempo deja poca pesca, los espadas prefieren aguas cálidas”

Diego - Armador del Lusitania 1º

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Tras cuatro días en las costas de Galicia, vuelven a puerto porque el frío hace imposible seguir. Son más de mil kilos de pez espada lo que traen, pero es poco para ellos. “Trabajamos con las lunas y este mal tiempo nos deja poca pesca porque estos ejemplares prefieren aguas más cálidas”. Reconoce que la vida en el mar es cada vez más difícil y no ayuda la bajada en el consumo. Por eso, recuerda que “el pescado es la base de una buena alimentación” y el del Berbés “es de calidad y viene directo de la mar, con todos los controles sanitarios. Es nuestro medio de vida, la gente tiene que consumirlo”.

Detrás, un joven se obstina en medir con una cinta de modista cada uno de los ejemplares de “quenlla”. Es un biólogo. “Tomo medidas para llevar al día la estadística”, comenta sin distraerse. Su labor científica es fundamental para la industria porque sirve para determinar la evolución de las capturas y tomar decisiones que favorezcan la pesca y la conservación de cada especie.

“¡Oye!, ese pescado está seco”, apela uno de los policías portuarios a un vendedor. El pescado debe mantenerse fresco o no pasará los controles sanitarios y podría llevarse una propuesta de sanción de estos agentes. El control sanitario en la lonja es férreo, así un equipo de veterinarias de la Xunta vela por la salud de los consumidores. “Comprobamos que el producto tenga las condiciones mínimas sanitarias, no buscamos una calidad suprema, ¡que la hay! Sino los ejemplares que no tienen las condiciones organolépticas que aseguren una frescura suficiente para garantizar la aptitud para el consumo, que se retira y es eliminado”, aclaran mientras revisan una caja.

Contigua a la lonja, está la sala del mercado mayorista. Allí se realiza la segunda venta –el pescado ya vendido que fue descargado en otros puertos, como Burela, Asturias o País Vasco, y transportado a Vigo en camiones– donde la actividad continúa vibrante ya levantado el sol.

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