Entrevista | Iván Martín Pianista y director

“Lo que intentamos todos los músicos es parecernos a la voz, el instrumento más perfecto”

Dirige mañana a la Sinfónica de Galicia sentado al piano para interpretar dos conciertos de Chopin en el Teatro Afundación

Iván Martín.

Iván Martín. / Cedida

Fue artista en residencia de la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria y del Centro Miguel Delibes de Valladolid, es ahora director titular de la Orquesta Sinfónica de Burgos y artístico de la Semana de las Cuevas de Medellín. Estos son solo algunos de los puntos del interminable curriculum de Iván Martín, que regresa a Vigo, de nuevo, de la mano de la Orquesta Sinfónica de Galicia (OSG). Lo hace para interpretar los dos conciertos para piano y orquesta de Chopin. La cita es mañana, a las 20 horas, en el Teatro Afundación.

–¿Cómo describiría esta propuesta?

–Es un repertorio que es la piedra angular de cualquier pianista. Son dos de los conciertos más especiales que se han escrito para piano, además de una época muy particular del compositor. Todavía no había salido de Polonia y toda su inspiración estaba basada en la ópera. Tenía apenas 21 años y son dos obras maestras de la literatura pianística universal. Es una oportunidad tremenda de poder escuchar los dos conciertos en una sola tarde y además poder diferenciar el carácter que tiene cada uno de ellos, disfrutar de las diferencias y de las semejanzas

–Es “piedra angular” para pianistas. ¿Y para la orquesta?

–Hay ciertas ventajas porque, como cualquier concierto de piano con orquesta, casi siempre uno llega con una determinada idea, se combina con la que traiga el maestro y se llega a un compromiso. En este caso, la gran facilidad es que se puede hacer realidad la idea que uno trae en la cabeza desde el principio. Es una gran ventaja, porque al tener las manos ocupadas con el piano los músicos se ven obligados a tener una mayor actitud de escuchar y de escucharse unos a otros. Se genera un ambiente muy agradable y muy positivo, más de música de cámara que sinfónico.

–¿Cómo es eso de dirigir desde un piano? ¿Se basa todo en el trabajo previo?

–Por supuesto, pero hay momentos en los que sí se pueden utilizar las manos para poder indicar. El 80-85% del tiempo que el pianista está tocando es un concierto para piano y orquesta. El piano tiene un rol fundamental en el que el pianista está cien por cien ocupado tocando. Es mucho más importante el trabajo previo y que la orquesta no se base en una actitud pasiva, sino de escucha, porque hay entradas que no se las puedes dar. Se convierte en algo mucho más íntimo.

–¿Es capaz de concentrarse cien po cien en el teclado teniendo una orquesta a la que está dirigiendo?

–Es la dificultad y el reto de esta propuesta. Suelo hacer estos proyectos bastante a menudo y me he acostumbrado, pero no es fácil. Requiere de una concentración un tanto particular. Es la misma actitud que en música de cámara: tienes tu parte y también tienes que estar atento a la de los demás.

–Así que le gustan los desafíos.

–Como a cualquier músico. Solo tocando o solo dirigiendo, las cosas que tienes que perder son más. Cuando existe un director, ganas en otras cosas, por supuesto, pero se pierde esa actitud de la orquesta de querer hacer música de cámara. La responsabilidad es compartida. Se genera una energía muy, muy especial.

–¿Por qué cogió la bauta? ¿Qué fue lo que le llamó?

–Fue un desarrollo natural. Empecé de esta manera, haciendo proyectos de piano y orquesta, poco a poco. Hay todo un repertorio hasta el primer romanticismo, hasta Schumann, Mendelssohn, Chopin, que no se necesita una gran masa orquestal y sí se lleva a cabo un trabajo de concertación más que de dirección. El concertador, que es el que va armando un poco la versión, el trabajo que realmente hago yo y el que me atrae.

–Le llaman el poeta del teclado. ¿Le gusta? ¿Lo ve acertado?

–Todos recibimos con agrado y con ilusión las opiniones de los demás. Son palabras muy elogiosas. Uno intenta hacer todo lo que puede por dotar de voz a un instrumento relativamente inerte, como es el piano y si tenemos la posibilidad de parecer que habla o que canta es un gran cumplido por supuesto. Es lo que intentamos todos los músicos, parecernos lo más posible a la voz humana, que es el instrumento más perfecto que existe.

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