La soledad crece un 30% en una década: 346.000 gallegos viven sin compañía

Un tercio de hogares son unipersonales, cuando en 2014 eran el 24%

El interior supera al litoral

La falta de relaciones sociales lastra la salud y el ánimo, según varios estudios

Una mujer con movilidad reducida que vive sola en la ciudad de Vigo. |   // GUSTAVO SANTOS

Una mujer con movilidad reducida que vive sola en la ciudad de Vigo. | // GUSTAVO SANTOS / DAniel Domínguez

Daniel Domínguez

Daniel Domínguez

Desde que su hijo se marchó de casa, Carmen, que este año cumple 70 años, vive sola en un piso de A Coruña, una situación en la que también se encuentra su vecina Laura, de 46. Ambas mantienen vínculos familiares fuertes, pero carecen de pareja y ya están habituadas a convivir exclusivamente consigo mismas. Este tipo de situaciones resultan cada vez más frecuentes en Galicia, donde el envejecimiento y la baja natalidad han dado paso a una sociedad muy diferente a la del baby boom. De hecho, en la última década, los hogares unipersonales han crecido un 30%, pasando del 24% en 2014 al 31% actual.

Las cifras del Instituto Nacional de Estadística (INE) ilustran una realidad que cada ciudadano se topa cada vez con más frecuencia en su círculo cercano: personas que viven solas. De los 1.122.325 hogares existentes en la comunidad a 1 de enero, 346.030 están compuestos por un único ciudadano.

De acuerdo con los datos del INE, mientras se produce esta circunstancia, se achican las familiares de cuatro o más miembros que conviven bajo el mismo techo, que en 2014 suponían el 22% del total y que en la actualidad ya están por debajo del 20%.

Debido a la concentración poblacional en el eje atlántico y la mayor presencia de núcleos rurales con pérdida de población en el interior, los hogares unipersonales muestran en este sentido otra división entre las dos Galicias. Las personas que viven sin compañía representan el 28% de los hogares en Pontevedra y el 30% en A Coruña, porcentajes por debajo del 36% de Ourense y del 34,2% de Lugo.

Aunque carecer de compañía en una casa no tiene por qué significar automáticamente sentirse solo en la vida, la ausencia de relaciones cercanas en el día a día supone un lastre tanto para el ánimo como para la propia salud de los ciudadanos, según múltiples estudios. “La soledad es más ubicua que nunca y nuestros cerebros antiguos, diseñados para buscar la seguridad de los grupos, experimentan esos sentimientos negativos como amenazas vitales, lo que conduce al estrés y la enfermedad”, apuntan Robert Waldinger y Marc Schulz en su obra Una buena vida, un análisis a partir de la mayor investigación sobre la felicidad, el Estudio Harvard sobre el Desarrollo en Adultos, que ha analizado la vida de varias generaciones de individuos durante 80 años.

Efecto físico

Citando varios estudios, indican que la soledad “tiene un efecto físico en el cuerpo” y se asocia “con una mayor sensibilidad al dolor, una supresión del sistema inmunitario, una disminución de la función cerebral y una merma del sueño eficaz, lo que hace que las personas que la sufren estén también más cansadas e irritables”.

En el caso de las personas de edad avanzada, también se vincula a problemas de malnutrición, que afectan al 20% de mayores que viven sin compañía, según la extrapolación a Galicia de los datos de un estudio de personal sanitario. Desinterés por cocinar o autonomía que se reduce paulatinamente son factores que explican esta amenaza. De hecho, el programa Xantar na Casa incluye entre las tareas del personal que entrega las comidas a domicilio a los usuarios vigilar posibles casos de este tipo para alertar a los servicios sociales.

El personal de Cruz Roja que ofrece el servicio de teleasistencia también cuenta con un sistema de llamadas “para charlar” con usuarios que viven solos y comprobar su estado de ánimo o permitirles conversar con alguien. Se produce alrededor de un centenar de estas comunicaciones cada día, según datos de la Consellería de Política Social.


JORGE GARCÍA
SOCIÓLOGO

“Viviremos en sociedades donde lo digital se imponga al cara a cara”

–¿Por qué cada vez hay más hogares unipersonales?

–Existe una multiplicidad de causas. Primero, por el avance de la mujer en la sociedad, como el hecho de tener independencia económica, que cambió las reglas de juego a nivel familiar y dejó atrás aquello de que el hombre llevaba el sustento al hogar. Después, está el modelo capitalista que está vinculado al individualismo. Y evidentemente, vinculado con lo primero, la baja demografía y el envejecimiento. La gente, además, se casa menos y en muchos casos no tiene hijos, lo que lleva a plantearse otras relaciones.

–¿Qué consecuencias tiene?

–Hay un último elemento de este cóctel, que es el avance de la tecnología, que ha llegado para quedarse. Puedes estar en casa solo, pero hiperconectado mediante su ordenador, tu smartphone y las redes sociales. Hubo gente en pandemia hipercomunicada, que es un fenómeno de las sociedades avanzadas. Vamos a vivir en sociedades donde lo digital se va a imponer cada vez más al cara a cara, desgraciadamente, y aquí tiene más cabida todo este fenómeno que encontramos de lo unipersonal.

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