Los mayores gallegos que viven en hogares sin compañía están a la cola del Estado

Pese al envejecimiento, Galicia está en la retaguardia en personas de 70 o más años que residen solas

Expertos lo asocian a un modelo cultural más vinculado a la familia

Una persona mayor pasea por una calle.

Una persona mayor pasea por una calle. / JESÚS DE ARCOS

Carmen Villar

Carmen Villar

La soledad no deseada es un “problema que afecta a la vida de cada vez más personas en Galicia y en el conjunto de España”. Lo señalaba a principios de agosto la Xunta al anunciar un nuevo impulso a la que será la primera Estratexia galega de atención a este fenómeno y que supondrá articular un conjunto de medidas de cuya oportunidad ya alertaba la Administración autonómica antes de la pandemia. Los mayores son el principal colectivo que tiene en mente el Ejecutivo autonómico cuando piensa en acciones destinadas a detectar precozmente estas situaciones y en diseñar programas de participación en la comunidad y acompañamiento.

No obstante, y pese a que Galicia es una de las autonomías más envejecidas del Estado, junto con la vecina Asturias, no figuraría entre las comunidades que destacan por contar con un mayor peso de ciudadanos mayores de 70 años que vivan en casas sin compañía. De hecho, ocurre al revés, como recoge un artículo del Laboratorio Envejecimiento en Red, del CSIC. En un análisis, señalan que los mayores porcentajes de personas de 70 y más años residentes en hogares que viven solas se ubican en las provincias de Jaén y de Burgos. En ambas superan el 31 por ciento. En una situación opuesta, destacan el caso de Galicia, una de las zonas más envejecidas, pero cuyas cuatro provincias se sitúan “a la cola” en este parámetro, al lado de Málaga, Guadalajara, Cuenca y las provincias insulares.

Todos estos territorios, indican, están por debajo del 23 por ciento. En Galicia, el informe, realizado a partir de datos del INE y su encuesta sobre características esenciales de la población y viviendas, refleja que Pontevedra es donde menos solos viven los mayores, con un 18,4% residiendo en soledad; seguida de Lugo, con un 20,1%; A Coruña, con un 20,8 por ciento y Ourense, con un 22,7 por ciento. En todos los casos lo notan más las mujeres, un colectivo donde el fenómeno crece unos diez puntos con respecto a los varones, ligado a una mayor esperanza de vida a esa edad.

José María Faílde, presidente de la Sociedade Galega de Xeriatría e Xerontoloxía, apunta que el fenómeno “quizás tenga que ver con un factor cultural”. Explica al respecto que una de las dimensiones utilizadas para comparar sociedades es la diferenciación entre colectivismo e individualismo y señala que “probablemente Galicia, también Asturias, sean sociedades más colectivistas, menos individualistas, y por tanto persiste más esa unión con el grupo”. En estas sociedades hay “más contacto con el grupo” y culturalmente eso hace “a lo mejor que la red de apoyo sea más próxima y más extensa en comunidades como Galicia”.

En esos entornos, añade, “la prescripción de los cuidados culturalmente está más a cargo de la familia”. Con todo, admite, esta dimensión también está “cambiando” y en las últimas décadas se ha producido una “transformación importante del modelo familiar” y del sistema de cuidados.

No obstante, quienes habitan en viviendas unipersonales notan más la falta de apoyo

Los datos del Instituto Galego de Estatística muestran cómo los núcleos en los que conviven tres generaciones van a menos. En los últimos 14 años desaparecieron casi un tercio y rondan ahora, conforme a la última referencia, los 61.000.

Por otro lado, aunque menos mayores gallegos vivan solos, en cantidad, que en otras comunidades, y además lo hagan porque quieren permanecer en el entorno en el que siempre han vivido –como defienden desde la Xunta cuando apuestan por programas para asistir a los pensionistas en sus casas, por ejemplo Xantar na casa o el servicio de teleasistencia–, quienes sí habitan en viviendas unipersonales acusan más que la media la falta de apoyo social. Si en España, en global, una de cada nueve personas de esas edades que residen solas carece de alguien con quien charlar, el porcentaje es ligeramente superior en Galicia –11,6% frente a 11,2%–. El INE detalla que el grueso de quienes sí tienen esa ayuda –más de 91.000 mayores– menciona que la recibe sobre todo de hijos y otras personas, parientes o no, y en la inmensa mayoría de las veces ese sostén vive en su mismo concello.

“El contacto social es fundamental”, avisan especialistas

José María Faílde-Presidente de la Sociedade Galega de Xeriatría e Xerontoloxía

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José María Faílde, presidente de la Sociedade Galega de Xeriatría e Xerontoloxía, explica que “el contacto social es fundamental” para el ser humano y que “cuando falta o su calidad no es suficiente”, se “experimenta y sufre a nivel de salud mental, con mayor prevalencia de trastornos depresivos, de ansiedad y del sueño, entre otros, pero también a nivel físico, con un mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, como el ictus, pero también el deterioro cognitivo”.

“Experimentar soledad nos hace frágiles”, sostiene. Para hacer frente a la soledad, las medidas serían múltiples, dice. La primera, señala, sería la promoción de la salud e implicaría, dentro de concepto de envejecimiento activo, promover el contacto social como “estilo de vida saludable”. “No solo es saludable comer bien o hacer ejercicio, sino también relacionarnos con los demás y tener contactos sociales, positivos y agradables, por supuesto”, indica.

Por otro lado, defiende que habría que detectar los factores de riesgo de la soledad y para ello hace falta investigación. Además, dice, se precisa también “sensibilizar” y prevenir, detectar rápido aquellos casos donde las personas empiezan a experimentar soledad y tratar a quienes la experimentan crónica, teniendo en cuenta sus “repercusiones”, y todo ello exige “nuevos recursos y acciones y nuevas miras y objetivos también en la planificación sanitaria”. En particular, de cara a evitar la detección tardía de ancianos que mueren solos, opina que cualquier estrategia de lucha contra la soledad debe conllevar “implicación comunitaria”. Menciona que hay programas que buscan poner antenas o radares para detectar personas en crisis y donde “deben actuar los servicios sociales no solo de forma reactiva, sino también preventiva”.

Con todo, avisa que la soledad “no solo” afecta a los mayores y tampoco son “especialmente vulnerables por el mero hecho de tener más edad”. Al respecto explica que “incluso a partir de los 75 años la evidencia científica demuestra que, desde el punto de vista de la salud mental, disminuyen los trastornos mentales, es decir, que tienen más estrategias de afrontamiento que las personas más jóvenes”. 

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