Futuro con “f” de formación

La coexistencia de lo analógico con lo digital y la inteligencia artificial en el aula, los idiomas, la convivencia o la imbricación con el tejido productivo, retos de la educación

Un participante de GaliciaSkills.

Un participante de GaliciaSkills. / BERNABÉ

Carmen Villar

Carmen Villar

Cuando la Unión Europea mira hacia el futuro divisa un horizonte al que se llega a través de la educación y de la formación. A ellas fía que sus ciudadanos puedan adquirir capacidades que les permitan “participar plenamente en la sociedad y gestionar con éxito las transiciones en el mercado laboral”. En ese escenario, sus “recomendaciones” avisan de la necesaria adaptación a un mundo “cada vez más móvil y digital”, en donde el aprendizaje de idiomas gana importancia y en el que es preciso mejorar la formación profesional, pero también, del lado docente, fijar “formas nuevas e innovadoras de enseñanza y aprendizaje”.

Las aulas no universitarias.

Cuando la Consellería de Educación lanzó su última encuesta para medir el clima en las aulas, indicó que está dirigida al en torno medio millón de personas que conforman el sistema educativo gallego, entre familias, alumnos (y eso contando solo desde 5º de Primaria), profesores y personal no docente vinculado a los centros no universitarios. Casi uno de cada cinco gallegos estaría implicado. Las estimaciones de la Xunta para el curso actual sitúan a Primaria de líder de matriculados, casi 130.000, el doble de los que cursarían FP, donde se bate récord de inscritos. ¿Y cómo está funcionando el sistema? Los datos de abandono educativo temprano, que se busca atajar con iniciativas como la FP Básica, vuelven a poner a Galicia en la senda correcta y por debajo del 9% deseado por la UE para 2030. Con todo, la estadística de la EPA llega en un contexto de empeoramiento en PISA. En el examen de 2022, cuyos resultados los expertos asocian a la pandemia, Galicia pasó de liderar en puntuación promedio a quedar relegada al sexto puesto estatal, aunque aguanta el número 1 en Ciencias.

La Formación Profesional.

Adecuar la oferta formativa a la estructura productiva es un desafío para el Ejecutivo gallego. En FP, cuyas enseñanzas cursan unos 64.500 alumnos, la Administración ya diseña las plazas para próximos cursos atendiendo a las necesidades de los sectores productivos y de las comarcas. La FP ha multiplicado el alumnado, atraído, según docentes, por su cariz práctico, la rápida capacitación y una inserción laboral de la que presume la Consellería. Con todo, Manel Rives, docente con treinta años de trayectoria a sus espaldas, cree que se sigue viendo como “una hermana pobre” del Bachillerato y de la universidad y que habría que lograr “equipararlos”. El profesor de la UVigo Alberto Vaquero, autor de estudios sobre la FP, sostiene que “algunos aspectos precisan cambios” y apunta que “las mejoras en FP deberían redundar en una oferta educativa más amplia, mejoras para los centros de referencia y mayores posibilidades de actualización para los docentes”, además de una “colaboración estrecha y continua” entre las empresas y los centros. Entiende que la empleabilidad debiera estar “siempre presente” al diseñar una titulación, “sobre todo cuando se trata de una formación destinada a trabajar de manera inmediata”, como sería en los ciclos. A su juicio, hay que “preguntar” a las empresas qué necesitan y “adecuar” el perfil a la respuesta. “Todo lo que rodea a las energías renovables, la digitalización, la economía 4.0 o la inteligencia artificial son algunos ejemplos de hacia donde se debe orientar la formación”, defiende. Rives, por su parte, opina que “se puede afinar más la oferta” y “arriesgarse” para propiciar a la vez una oferta educativa para “áreas emergentes y al mismo tiempo soluciones para que haya un tejido industrial emergente” que la absorba. Entiende que “para evitar la fuga de talento se precisan empresas fuertes y con una diversidad muy grande de empleos”. Respecto a la FP Dual, Alberto Vaquero urge un “consenso social y político” para su impulso, y añade que hace falta “compromiso” y “cooperación entre administraciones, empresas e interlocutores sociales” –que deben participar “activamente”, dice, “en la financiación, impartición, adecuación y certificación”– y “calidad”, lo que conllevaría “más recursos”.

Las tecnologías digitales.

La presencia de las nuevas tecnologías en las aulas no es futuro, sino presente, como señalan Silvia Rodríguez, jefa del departamento de Tecnoloxía en el IES Valadares y coordinadora de E-Dixgal en su centro, o Manel Rives, docente premiado en innovación educativa. Pera esa faceta convive con un mundo analógico en el que la pandemia demostró lo clave que es la presencialidad. Además, la apuesta tecnológica empieza a chocar con un fenómeno emergente de rechazo que se concreta en la movilización de progenitores para limitar el móvil a sus hijos o la negociación estatal para exiliarlos de las aulas. Existen estudios que cuestionan las bondades de las pantallas o indican sus efectos sobre procesos cognitivos y de socialización de los niños. De hecho, E-Dixgal, el programa de libro digital de la Xunta, tiene defensores y detractores. Silvia Rodríguez destaca sus ventajas, pero admite que otros docentes le hacen llegar los inconvenientes que detectan. Del lado de los pros, indica que el libro digital ayudó a solventar la brecha de medios y conectividad que detectaron en el confinamiento. “Pone al alumnado en igualdad de condiciones”, subraya, y además en pocos meses están “alfabetizados digitalmente”. Del lado de los contras, menciona que hay profesores que se quejan en general, de las pantallas, no por E-Dixgal, de la falta de concentración de los alumnos o de que están acostumbrados a la inmediatez. En todo caso, esta profesora de Tecnoloxía advierte que el libro digital, que este curso llega a más de 60.000 alumnos de 5º y 6º de Primaria y de 1º a 4º de la ESO, está “muy bien como recurso adicional”, pero no defiende una digitalización “al cien por cien”, sino un “uso racional y controlado”. “Los alumnos necesitan leer, escribir, usar cuadernos, libros de papel... Eso no debe desaparecer nunca”, sostiene la docente. Para Manel Rives hablar de “digitalización” supone ya “empezar mal”. “No se trata de meter el libro de texto en un formato online, digital”, sostiene, para cuestionar E-Dixgal porque esa es la idea de “digitalizar” que, entiende, tiene detrás. “No hay que digitalizar; hay que transformar, y una pata es la digitalización y otra es la pedagogía y esta segunda tiene que estar por encima o lo haremos mal”, advierte. No se trata, insiste, de llevar todo lo analógico y “trasplantarlo” a digital; tal vez, concuerda con Rodríguez, haya que mantener escribir a mano y el bolígrafo y libros que se puedan leer en papel. “No sirve llevar el modelo a lo virtual. No es lo que hay que hacer”, enfatiza.

La inteligencia artificial aplicada a la enseñanza.

La inteligencia artificial (IA) generativa va a “acortar tiempo, facilitar las cosas”, pero la explosión vivida el año pasado, cuando solo en un mes surgieron dos mil plataformas, se va a calmar, opina Manel Rives, quien entiende que, en educación, la IA, de cara al alumnado, debe enfocarse no en el “hazme”, sino en aprovecharla para explorar el pensamiento crítico, cómo encontrar información, ver si esos datos son fiables y cómo poner la parte personal en lo que ofrece. Pone el ejemplo de una presentación: “cómo la tuneas para que sea tuya, cómo se la presentas a tus compañeros para convecerlos de tus ideas”. En lo que toca al profesorado, dice, la IA reduce el tiempo para crear materiales y facilita el aprendizaje de cada alumno a su ritmo. “Los profesores deberíamos enseñar al alumnado cómo sacarle partido. Nuestro papel es darle estrategias para que el alumno pueda ser autónomo y competente y por eso somos más necesarios que nunca”, proclama Rives. Una de las competencias que la UE diseña para el ciudadano es la de aprender a aprender, que para los especialistas en educación es básica.

La carrera y el rol del docente y de la educación.

Rives piensa que para poder trabajar con la IA y con nuevas metodologías hay que formar al profesorado. “Llegamos tarde”, sostiene, “pero sería muy importante que la aptitud pedagógica sea mejor. Pecamos mucho de falta de pensamiento pedagógico y didáctico. Los tenemos, pero estamos muy lejos de que sea idóneo”. Desde hace varios años, el Gobierno tiene sobre la mesa la reforma del acceso a la profesión docente y Rives es de los que defiende que habría que cambiar “profundamente el máster” hacia una “capacitación pedagógica más grande”. Alega que una persona que va a dar Inglés o Matemáticas ya conoce su materia y de lo que se trata es de cómo darla “de la mejor manera posible”. Añade que esa filosofía debería permear toda la formación inicial y también el proceso de oposición. “Los exámenes ahora son poco competenciales y deberían serlo más”, incide. La cuestión, resume Manel Rives, es que “no tenemos idea de cómo será el mundo dentro de diez años”. “¿Cómo se prepara a la población para algo que no sabes que va a venir?”, se pregunta. Lo que sí tiene claro es que habrá que “reinventarse” y para eso defiende también una enseñanza competencial. “Se sigue trabajando mucho por contenidos y se trabajan pobremente las soft skills, cuando más que nunca hace falta pensamiento crítico, creatividad o trabajo en equipo. No las estamos desarrollando como se merecen”, advierte. Aboga igualmente por desterrar de la educación el mantra de la cultura del esfuerzo, que ve “un concepto político y no educativo”, y urge erradicar las notas numéricas y reemplazarlas por evaluaciones formativas. “No buscar un número como resultado, sino dejar claro qué cuestiones haces bien y en cuáles precisas ayudas o un apoyo”, explica. Pero para aplicar ese modelo el profesorado “debería recibir herramientas”. Claro que, avisa, la educación es “un monstruo de muchas patas que se mueve muy lento” y no se puede “permitir” ni que “sea tan grande ni tan lento” porque eso eterniza los cambios. Tampoco se le puede pedir, al revés, que se adapte enseguida a cualquier cambio social. Advierte, asimismo, que “para poder cambiar la educación hay que cambiar también las condiciones de las familias que acceden a ella”. “No se puede pretender arreglar con educación lo que no puedes arreglar de otros modos”, sostiene, ya que “la educación puede cambiar el mundo, pero ella sola no”.

La convivencia, la diversidad y el bienestar emocional.

Respeto por la diversidad, compromiso con la igualdad de género, la cohesión social, el desarrollo sostenible... son algunas de las facetas de la competencia ciudadana, una de las que vertebran los nuevos currículos. Galicia sabe de integración: es la comunidad donde un mayor porcentaje de alumnado con necesidades educativas especiales está escolarizado en centros comunes, un 94%. En cuanto a la convivencia, PISA refleja que un 8,5% del alumnado sufre acoso frecuente, el tercer porcentaje más alto de España. Las nuevas tecnologías son una vía más que agrava la exposición y existe un plan para atajar el fenómeno. Otro aspecto que analiza PISA, siempre en alumnado de 15 años, es el bienestar emocional. La conclusión es que necesita mejorar en lo relativo a integración en el centro del estudiantado y en su relación con el profesorado. Silvia Rodríguez concede que hay que modificar muchas metodologías y trabajar más no tanto en los contenidos, sino en la forma en que se conecta con los alumnos. “Nos falta mucho ponernos en la piel de un adolescente. Los chicos vienen a clase con muchas historias en sus cabezas, algunos con cargas tremendas, de situaciones muy complejas”, explica. De ahí que abogue por buscar llegar a ellos “mediante lo que les interesa”. “Tal vez”, apunta, “necesitamos un poco de formación en cómo empatizar con el alumnado”. Ve la parte emocional de la relación docente-alumno “importantísima”.

La oportunidad de los números.

La demografía menguante gallega restará a las aulas infantiles 15.000 niños en 15 años, según estimaciones del IGE. Lo que aparece por un lado como una crisis también ofrecería una oportunidad, dado que repercutirá en la bajada en las ratios, una demanda continua del profesorado. De hecho, este año arranca el acuerdo pactado entre la Xunta y una parte de los sindicatos para rebajar el número máximo de alumnos por aula y lo hace con los más pequeños.

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