COVID y crisis multiplican las mudanzas familiares hacia concellos más pequeños

Siete de cada diez cambios residenciales en Galicia el año pasado tuvieron como destino municipios de menos de 50.000 habitantes | En 2019 no alcanzaban ni la mitad

Rosana y su hijo
en una zona verde
del concello de Oleiros
(A Coruña).

Rosana y su hijo en una zona verde del concello de Oleiros (A Coruña). / Daniel Domínguez

Daniel Domínguez

Daniel Domínguez

El año 2020 resultó uno de los más turbulentos de la sociedad contemporánea. La expansión de la pandemia de COVID-19 y la crisis económica y social que generó causaron múltiples consecuencias. Entre ellas, un deseo de mayor espacio, como demuestra el aumento de la demanda de casas frente a pisos. En Galicia, esta coyuntura derivó en un mayor atractivo de los concellos pequeños frente a las urbes. Las mudanzas familiares descendieron en términos globales el año pasado, pero los traslados a sitios con menores poblaciones se dispararon. Pasaron de representar el 47% en 2019 a casi el 70%.

Durante las dos últimas décadas, las migraciones interiores en Galicia se han multiplicado debido a la mejora de las comunicaciones, el crecimiento de las áreas dormitorio alrededor de las ciudades, el envejecimiento y las diferentes evoluciones económicas de cada zona tras las numerosas crisis experimentadas, como la reconversión industrial de los años 80 o la recesión financiera de 2008, o tras las épocas de expansión, como principios de los 2000. Si en el cambio de milenio, estas alcanzaban las 45.351, el año pasado fueron 61.711.

La cifra crece si se incluyen a quienes llegaron del extranjero hasta alcanzar los 76.573, frente a los 82.742 de 2019. El cambio generado por el COVID afecta al reparto de esos cambios residenciales. Durante 2020, 52.142 personas se trasladaron a concellos de menos de 50.000 habitantes. Un dato ilustra el cambio experimentado: el saldo migratorio (la diferencia entre quienes dejan el concello y quienes se asientan en él) de las ciudades resultó negativo en casi un millar de personas. Solo Santiago y Pontevedra presentaron números positivos, con 503 y 204 ciudadanos, respectivamente, según los datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Vigo y A Coruña perdieron 376 y 775, en cada caso.

La movilidad laboral ha aumentado en los últimos años y la recesión económica causada por el confinamiento y la pandemia obligó a miles de ciudadanos a buscar nuevos trabajos, depender de subsidios para llegar a fin de mes o acogerse a ERTE. El confinamiento, además, reforzó la importancia concedida a los espacios abiertos de las casas y las menores aglomeraciones de las localidades pequeñas.

Así, los municipios de menos de 10.000 habitantes fueron elegidos por 25.702 gallegos, 13.007 optaron por aquellos entre 10.0001 y 20.000 y otros 13.433 se descantaron por los que superan esa última cifra y no pasan de 50.000. En los casos de las urbes de más de 50.000, las cifras descendieron hasta los 24.431. Es decir, pasaron del 53% del total, al 32% en solo doce meses, de los cuales tres estuvieron marcados por un confinamiento que limitó a mínimos los cambios de residencia, según el INE.

La pandemia también alteró la fuga de gallegos a otras autonomías. El año pasado, la comunidad recibió más gente de la que emigró a otros territorios nacionales por primera vez desde 2012. Llegaron más de 21.000 residentes exteriores y se marcharon 14.862, lo que arrojó un saldo positivo de 6.208 habitantes más.

En cuanto al extranjero, la diáspora gallega se redujo un 32%, pasando de 9.075 emigrantes en 2019 a los 6.139 del pasado ejercicio, según los datos del INE. La comunidad también recibió un 45% menos de inmigrantes, situándose la cifra total en 14.547.

Sumando migraciones externas e internas, Galicia tuvo un saldo positivo de 14.616, inferior, eso sí, al de 2019.

“Prefiero un sitio más pequeño que una ciudad porque quiero más zonas verdes y menos gente”

Rosana se enfrentaba a un dilema. Debía mudarse de vivienda y tenía que elegir entre mantenerse en un concello relativamente pequeño de los alrededores de A Coruña o apostar por la ciudad, una opción que durante meses fue la que más le rondó la cabeza. La pandemia acabó por decantar la balanza hacia Oleiros, uno municipio pegado a la urbe que no alcanza los 37.000 habitantes. “La razón de mudarme de un ayuntamiento pequeño a otro similar en lugar de a la ciudad es que prefiero zonas más verdes, abiertas, con menos población... Especialmente con el COVID, cuando ibas a Coruña tras el confinamiento el paseo marítimo estaba a tope. Prácticamente caminabas e ibas pidiendo perdón”, alega sobre la masificación que vivió la ciudad herculina en sus calles cuando se permitió volver a salir. Esa situación y la amenaza del coronavirus contribuyeron a que eligiese un entorno más acogedor para ella y su hijo Xaquín, de siete años. La facilidad para salir a hacer deporte y disfrutar de más aire libre marcaron la diferencia. “En Oleiros hay menos gente y mucha más zona de paseo y parques. Hay zonas de tierra, paseo marítimo y más monte, campos. Aparte de la influencia que supuso el COVID, me gustaba un entorno más saludable para Xaquín.. Aquí bajas de casa y puedes ir ya en el patín o la bici y no tienes que ir en coche a otra zona para deporte, como sucede en muchas zonas de la ciudad”, comenta Rosana. La mayor cercanía vecinal también fue un factor a tener en cuenta. “Aquí la gente se cuida más entre sí. Te avisan si pasa algo a la casa, hay más cercanía”, defiende. “Además, si tienes que ir a la ciudad por cualquier cosa, estás a cinco minutos y a mí no me influye por trabajo, porque tengo que ir en coche igualmente”, añade.

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