APRENDIZAJE Y SERVICIO

“Los hechos y el corazón educan más que las palabras”

En el proyecto “Aprender a aprender”, alumnos de magisterio (futuros profesores) aprenden dando clase a niños en riesgo de exclusión: “Es motivador cambiar la manera en la que los niños conciben la escuela, las tareas y los deberes”

Isabel Dans junto a las voluntarias en la sede de ASDEGAL.

Isabel Dans junto a las voluntarias en la sede de ASDEGAL. / Xoán Álvarez

“Cuando llegué, me asignaron tres alumnos. Uno de ellos era un chico con TDAH, sin embargo, yo no supe esto hasta prácticamente la última sesión . Era revoltoso y algo distraído, le encantaba pintar y se le daban bastante bien las matemáticas. Con el tiempo pude conseguir que se centrara más durante las clases y mejorara su comportamiento. El segundo era un niño al que le encantaba el fútbol y, aunque también era algo distraído, le gustaban mucho las asignaturas de inglés y lingua galega. Por último, la otra alumna era una niña muy risueña y alegre. Su caso fue el más complicado para mí, pues no sabía leer nada a pesar de tener ya una edad en la que deberían tener un nivel mínimo, sin embargo traté de hacer lo posible para que pudiera mejorar en ese aspecto”.

Así explica Sergio Quintana, estudiante de Magisterio en la USC, su primer contacto con el proyecto Aprender a Aprender.

Les acompañan con los deberes del día.

Les acompañan con los deberes del día. / Xoán Álvarez

A través de esta actividad, las sedes de ASDEGAL, Cáritas y Cruz Roja en Santiago de Compostela se convierten, cada semana, en aulas. Son sesiones de apoyo escolar donde diferentes alumnos de primaria refuerzan todo lo que han aprendido en el colegio y experimentan con actividades didácticas diferentes. Isabel Dans es una de las profesoras que está detrás del proyecto, con más de cinco años de trabajo entre la UVIGO y (ahora) la USC: “La experiencia ayudando es la mejor, y el poder compartirla con los estudiantes es algo grande, super formativo a nivel personal y profesional”.

“Fue como un viaje lleno de adrenalina, miedo, desafíos y, sobre todo, emoción, como una montaña rusa”

El proyecto nace de una necesidad clara: la vulnerabilidad de parte de los estudiantes de Primaria en Santiago de Compostela, que implica la necesidad de un refuerzo extra. “Hay entidades que tratan de dar ese servicio para el alumnado que no puede acceder a academias privadas o profesores particulares, aunque ya se ven sobrepasadas por el nivel de usuarios” explican.

“Entre las tres organizaciones que participan en el proyecto (ASDEGAL, Programa Cativos de Cáritas y Cruz Roja) atienden a 100 menores, de los cuales un gran porcentaje provienen de otros países y tienen bajos recursos económicos, por lo que sufren un desnivel curricular fuerte, especialmente respecto al idioma. Por eso Aprender a Aprender se formuló con el objetivo de promover una práctica reflexiva en los estudiantes participantes a la vez que estos ofrecen un servicio educativo a la comunidad”.

Isabel Dans, una de las profesoras encargadas del proyecto.

Isabel Dans, una de las profesoras encargadas del proyecto. / Xoán Álvarez

“Mi primera vez frente a diez niños haciendo preguntas”

La sensación de empezar a dar clases es indescriptible (por mucho que nos lo transmitan no podríamos explicarla), pero lo es aún más cuando tu primer contacto tiene un cariz como este. No es un aula normal, y eso es precisamente lo que lo convierte en una experiencia tan valiosa: “Yo misma fui voluntaria en muchas entidades desde la adolescencia, y creo que eso es lo que me empujó a ser profe” explica Dans, mientras a sus espaldas las voluntarias organizan el temario para la sesión del día.

“Al dar clase en segundo de grado vi que todavía no hay prácticas en los colegios, pero ya tienen muchas ganas de entrar en contacto con niños. Hablando con los alumnos y viendo que hacen falta muchas manos para el refuerzo escolar, pensamos que la experiencia les podría ayudar a enriquecer su perfil profesional y la ilusión por ser profe, además de ponerles contacto con realidades complejas (pero apasionantes)”.

“Aunque en algún momento la experiencia fue dura, fui muy feliz y me reafirmé en que sí, estoy en la carrera correcta”

Así fue, a los nervios se le sumaba la ilusión: “En un principio pensaba que podía encontrar dificultades ya que yo tampoco soy una persona muy extrovertida, pero se me pasó el tiempo volando de lo bien que lo pasé” explica David Guillin, que disfrutó de la actividad hasta diciembre del año pasado.

Practican con alumnos casi de forma individualizada.

Practican con alumnos casi de forma individualizada. / Xoán Álvarez

“Fue un impacto, era mi primera experiencia como docente en la que 10 niños me hacían multitud de preguntas” sonríe Sergio Quintana. Los nervios atacaron también a Iker Rodríguez, que reconoce que la tensión de ser su primera vez trabajando con niños le jugó malas pasadas: “La verdad es que la sesión no fue todo lo bien que me gustaría y al principio me costó bastante controlar a mis alumnos y ayudarlos con sus tareas. Aun así, poco a poco fui capaz de manejarme mejor y de ayudarles en lo que podía”.

Beneficios como profesionales (y como personas)

Para Isabel Dans, que observa a las alumnas voluntarias y les coordina a lo largo de la actividad, este proyecto aporta eso que tantas veces falta en las carreras universitarias: “Contacto con la realidad. Pueden aterrizar la teoría que aprenden y conectar con las necesidades de las niñas y niños”.

Y es que les ayuda a entender la inclusión desde la práctica y el contacto real, conociendo de primera mano una gran diversidad cultural y familiar. Además, experimentan con el desarrollo por edades y cómo adaptar la metodología en un aula que fusiona diferentes cursos. “Aprenden a negociar, a gestionar conflictos, a comunicarse con familias y colaborar en equipo con otros colegas”explica la maestra “Además, aparece un interés por formarse como potenciales tutores de menores para ayudar crecer en el ámbito personal. Como personas el crecimiento es claro, porque al ponerse en contacto con individuos en situaciones difíciles, en riesgo de exclusión, se animan a cooperar y cuidar a la vez que valoran más su propia formación y oportunidades educativas. Pienso que el corazón se educa por los hechos más que por las palabras.

“Ha sido como quitarse unas gafas y conseguir ver la realidad de otra forma”

En ello coincide Sergio Quintana, que participó en Aprender a Aprender en el primer cuatrimestre de este curso: “Al principio lo veía como un reto personal, y tras varios meses de trabajo me he dado cuenta de que no solo debemos ser maestros, sino que también debemos ser referentes y trabajar en el tratamiento individual del alumnado”.

Pueden aterrizar la teoría que aprenden y conectar con las necesidades de las niñas y niños.

Pueden aterrizar la teoría que aprenden y conectar con las necesidades de las niñas y niños. / Xoán Álvarez

Y es que durante los meses que dura el proyecto se han dado cuenta de un gran problema del alumnado: la desmotivación. “En la mayoría de las materias no ven la relevancia directa de los conceptos enseñados con su vida real” explican “Entiendo que esta desmotivación es un obstáculo real que debo afrontar hasta superarlo. A pesar de todo esto, sigo comprometida en encontrar formas de conectar con Sofía y Ketsy y hacer que se interesen más en el proyecto. Entiendo que esto será un proceso continuo que requerirá un enfoque creativo y perseverante, y haré todo lo posible para ayudar a estas niñas a aprovechar al máximo esta oportunidad de apoyo educativo”.

Dinámicas preparadas con otra perspectiva

Las mesas se llenan con los deberes del día, las libretas, bolígrafos con purpurina y algún móvil o portátil para los mayores. Los niños y niñasvacían sus mochilas y repasan con sus nuevos profes lo que no entienden, practican matemáticas o repasan historia.

Pero también hay tiempo para leer, dibujar y merendar. Y el alumnado de Magisterio aprovecha para crear dinámicas diferentes y practicar metodologías que han estudiado en clase. Una de ellas, la más emotiva, funcionaba en torno a la Navidad, y consistía en escribir la carta de regalos. Y sí, también recibirlos y abrirlos con sus compañeros: “Me emocioné muchísimo al ver cómo los niños se alegraban del detalle que les habían comprado, aunque no fuese lo que ellos habían pedido. Me tocó especialmente un caso donde un niño no pidió ningún regalo para él, si no que pidió para su madre y su hermana.” explican.

“Un equipo es como un puzzle, donde cada integrante es una pieza indispensable. La imagen completa solo cobra sentido cuando todas encajan”

Y es que el cariño que se forma entre las dos partes es inevitable, pero tienen claro que han de mantener un control emocional, ya que “puede perjudicar de algún modo el desarrollo de nuestra función como docentes, y tenemos que dejar de lado los sentimientos cuando es necesario”.

Isabel Dans destaca que ese es precisamente el principal aprendizaje de esta experiencia, que les hace “crecer como docentes y como personas, al mismo tiempo que yudan a grupos desfavorecidos”. El corazón es el mejor complemento de los libros de texto.