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El gran lío de la naturaleza: un desmadre de especies y jirafas perdidas

Hembra de oco pardo con sus crías.

Hembra de oco pardo con sus crías. / EPI

Antonio Figueras

Antonio Figueras

La catalogación de especies ha sido una labor titánica para los naturalistas a lo largo de los siglos. A pesar de los avances, sigue siendo un trabajo inconcluso en la ciencia. Se estima que se han nombrado alrededor de 2,3 millones de especies, pero quedan millones, o incluso miles de millones, por descubrir. Pero, ¿qué es realmente una especie? Esta pregunta aparentemente simple ha desconcertado a los biólogos durante años y hasta ahora no hay un consenso definitivo. Se emplean hasta 16 enfoques diferentes para definir una especie, lo que refleja la complejidad del concepto.

Las especies se clasifican dentro de un sistema jerárquico de taxonomía, que incluye categorías más amplias como género, familia, orden, clase, filo y reino. Este sistema proporciona una estructura organizativa para estudiar y clasificar la diversidad de la vida en la Tierra. Una especie se puede definir como un grupo de organismos capaces de intercambiar genes entre sí y producir descendencia fértil en la naturaleza. Estas barreras reproductivas son esenciales para distinguir una especie de otra y representan una unidad fundamental en la clasificación biológica. Por ejemplo, los perros (Canis lupus familiaris) y los lobos (Canis lupus) son especies diferentes dentro del género Canis.

Existen múltiples criterios para caracterizar las especies, que incluyen características morfológicas, genéticas, compatibilidad reproductiva y factores ecológicos. Sin embargo, todos estos enfoques coinciden en un aspecto crucial: la capacidad de los miembros de una especie para producir descendencia fértil entre ellos. La producción de descendencia estéril o no viable entre diferentes grupos de organismos sirve como criterio crítico para definir los límites de las especies a través de varios conceptos de especies.

Además del concepto de especie, también se utilizan los términos “variedad” y “raza” para describir diferentes niveles de diversidad o clasificación en los organismos. Una variedad se refiere a un grupo de organismos dentro de una especie que comparten ciertas características distintivas, pero que no están separados reproductivamente de otras poblaciones de la misma especie. Por ejemplo, dentro de la especie de maíz, puede haber variedades con diferentes colores de grano o tiempos de maduración.

El término “raza” se utiliza para referirse a poblaciones de una especie que han sido seleccionadas artificialmente por humanos para mostrar ciertas características deseables, como color, tamaño o comportamiento. Aunque en biología se prefiere el término “subespecie” para referirse a poblaciones geográficamente distintas o genéticamente divergentes dentro de una especie, en animales domésticos como perros o caballos, las razas son el resultado de la crianza selectiva a lo largo del tiempo.

Evolución

A lo largo de la historia, la comprensión de lo que constituye una especie ha evolucionado. Desde la visión de Linneo de las especies como formas de vida creadas divinamente hasta la perspectiva de Darwin de las especies como ramas del árbol de la vida, el concepto ha sido objeto de un intenso debate y revisión.

En 1758, Carl Linneo describió una única especie de jirafa, Giraffa camelopardalis. Sin embargo, estudios genéticos más recientes han revelado que este grupo comprende en realidad cuatro especies distintas: la jirafa del norte, la jirafa reticulada, la jirafa masai y la jirafa del sur. Cada una de estas especies tiene características únicas y ocupan diferentes hábitats en África.

Las ranas son un ejemplo clásico de cómo se pueden aplicar diferentes criterios para definir especies. Mientras que algunas especies de ranas pueden ser distinguibles por sus características morfológicas externas, como el patrón de coloración o la forma del cuerpo, otras especies pueden ser casi idénticas en apariencia, pero diferir significativamente en su ADN. Por ejemplo, las ranas de la misma especie pueden exhibir diferentes patrones de canto y comportamiento reproductivo, lo que sugiere diferencias en la compatibilidad reproductiva.

Los osos polares y los pardos son dos especies distintas con adaptaciones morfológicas únicas

Los osos polares y los osos pardos son dos especies distintas que presentan adaptaciones morfológicas y comportamentales únicas en función de sus hábitats. Los osos polares están adaptados para la vida en el Ártico y tienen pelaje blanco para camuflarse, mientras que los osos pardos tienen un pelaje más oscuro y están adaptados a ambientes más templados. Hace entre 25.000 y 10.000 años, los osos se cruzaron en varias partes de su área de distribución. Los intercambios han dejado una huella significativa en los osos de hoy: alrededor del 10 por ciento del ADN de los osos pardos proviene de osos polares. Las lechuzas comunes son reconocidas como una sola especie, Tyto alba, que tiene una distribución global. Sin embargo, hay casos en los que las poblaciones de lechuzas en diferentes regiones pueden considerarse subespecies o incluso especies separadas. Por ejemplo, las lechuzas que habitan en islas remotas pueden haber desarrollado características únicas debido al aislamiento geográfico, lo que podría justificar su clasificación como especies distintas.

El crustáceo de agua dulce Gammarus fossarum proporciona un ejemplo de cómo la variabilidad genética puede conducir a la divergencia evolutiva dentro de una especie. Estudios genéticos han revelado que se dividió hace 25 millones de años en linajes separados que todavía están vivos en la actualidad. Dependiendo de cómo los investigadores clasifiquen sus diferencias en el ADN, una única especie de Gammarus fossarum podría ser en realidad 32 especies, o hasta 152.

Los avances como la secuenciación del ADN, han permitido identificar nuevas especies y comprender mejor las relaciones evolutivas entre ellas. Sin embargo, la taxonomía sigue siendo un proceso lento y laborioso, especialmente para las plantas, donde pueden pasar décadas desde el descubrimiento de una nueva especie hasta su aceptación formal.

La conservación de la biodiversidad depende, en parte, de una comprensión precisa de las especies y sus relaciones. Con millones de especies aún por descubrir, es crucial abordar este desafío con la mayor rapidez y precisión posible, utilizando la evidencia disponible para tomar decisiones informadas sobre la gestión y conservación de la vida en la Tierra.

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