SÁLVESE QUIEN PUEDA

Navidad, Navidad, dulce Navidad

Estos que veis aquí reunidos, fueron pandilla ilusionada en los 60, hoy abuelos.  | // FDV

Estos que veis aquí reunidos, fueron pandilla ilusionada en los 60, hoy abuelos. | // FDV / fernando franco

Fernando Franco

Fernando Franco

Vuelvo de comer, por Navidad, con mi pandilla de la adolescencia. ¿Imagina el lector qué digo cuando hablo de tan lejana etapa aunque, al tiempo, se sienta tan cercana? Con alguna baja letal y alguna otra por patologías propias de la edad, nos reunimos quince de la pandilla que dejó la niñez en aquella etapa vertiginosa del final de los años 60 en que la juventud tomó conciencia de sí misma como generación y levantó la voz contra la sociedad adulta de su época. Nosotros no tanto, para qué mentir. pero veíamos alrededor fenómenos como la revolución urbana, sexual y feminista, la Guerra Fría, la cultura mediática, la contracultura y el consumo de drogas y música psicodélica, la lucha por los derechos civiles... aunque en la incipiente televisión más que en nuestras calles.

El caso es que en esos años era el clan en que nos refugiábamos, con el que montábamos guateques con Los Bravos, Lone Star, Brincos, Sirex, Mustang, Rolling o Beatles... ¡y Adamo con Mis manos en tu cintura por encima de todo para ese momento trémulo en que acercábamos nuestros cuerpos a pesar de Franco y la iglesia; era el equipo de nuestros juegos, desde el brilé a la cerilla; ese en el que empezábamos a investigar las intrigas del amor primero, el que yo tuve en la comida más de medio siglo después de que ocurriera pero con hijos y nietos de otro porque no se cumplió la profecía escrita detrás de aquel cuadro con su foto de Mary Quintero ¡Cuántas cosas han pasado por medio y qué rápido han pasado!

La Navidad trae estas cosas con la disculpa de reunirse. ¡Cuántas navidades he vivido ya y en qué diferentes circunstancias! Con mis padres, inolvidables porque están teñidas por el color de la infancia y las canciones que culminaban las cenas. Alguna por libre fuera de España en la posadolescencia. Con la mujer primera y los primeros hijos muy felices, con la segunda, con la tercera y las familias de cada una que vivo con plenitud ahora. Con o sin fe a mí siempre me encantaron las navidades, más aquellas en que a su final aparecían unos Reyes en los que creíamos llenos de regalos. Con Dios estas fechas son una experiencia que tiene incluso Misa do Galo; sin dios son más racionales pero menos mágicas. Hay, de todos modos, como un espíritu que las recorre que nos hace desear felicidad a todos, y un pacto que nos lleva a reunirnos sobre todo con los propios, porque la organización económica de esta sociedad nos aleja y nos separa todo el año en contraste con la generación de nuestros abuelos en que las familias se sucedían por generaciones en el mismo espacio.

La Navidad merece ser vivida aunque solo sea por los niños que aún creen en ella. Es una fecha en el calendario con otro color al resto de las fechas. Yo tengo en mi casa las dos tendencias; un hijo que mantiene el status, que las valora como espacio de encuentro y reencuentro familiar, y otro que si por él fuera serían borradas del mapa y no por la sensación de soledad y recuerdo doloroso que a muchos les sobreviene sino habitando lo contrario: el amor en su entorno filial, conyugal y parental y un maravilloso espacio doméstico para celebrarlo.

La Navidad puede leerse como se quiera pero siempre es coartada para cosas buenas. Escuché el concierto de Navidad en Mondariz, a donde llegué con Elba Pedrosa y me encontré un sinfín de amigos; ahora vengo de comer con mi pandilla adolescente, hoy de abuelos; ya lo hice con mis amigos del Siglo de Oro y Reconquista, los escritores Fernando Bartolomé y Jose Mari Peláez , en una opípara comida, a la que siguió una cena con mis colegas de la canallesca; compartiré viandas y daré mi bendición paterna a mi hijos, sus hijos y sus mujeres; el fin de año la mía tendrá el glamuroso detalle de compartirlo conmigo, recién llegada de las Castillas… ¿Es que hay razones más importantes para justificar la Navidad?.

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