El textil gallego regresa al “made in China” y duplica su producción en el país

Las importaciones desde el país alcanzan los 158 millones de euros hasta julio, un récord histórico superior incluso al bum de 2008

El sector frena su relocalización en cercanía

Trabajadora en una fábrica textil en China.

Trabajadora en una fábrica textil en China. / Aleksandar Pavlevski

Julio Pérez

Julio Pérez

Cuando Inditex desembarcó en China con la apertura de su primera tienda de Zara en la ciudad de Shanghái el 23 de febrero de 2006, en sus populares mercados de falsificaciones ya era posible encontrar camisetas básicas con el logo de la cadena. Como cualquier artículo de lujo. De alguna manera, lo era. El gigante gallego de la moda calibró muy bien su posicionamiento con un rango de precios elevado en el país en un momento en el que el gigante asiático devoraba las marcas europeas de renombre por el hambre de su creciente clase rica. La compañía eligió un local de 2.000 metros cuadrados y dos plantas en el corazón comercial de Shanghái, compartiendo barrio con firmas de alta costura, hoteles de cinco estrellas y sedes diplomáticas. Preveía inaugurar otros dos establecimientos ese mismo año y ver cómo evolucionaba el negocio, sostenía el grupo, antes de “tomar decisiones sobre su desarrollo”.

El holding presidido por Marta Ortega llegó a superar los 600 puntos de venta en China, hasta que en 2016 inició el repliegue, acelerado por el estallido de la pandemia. Pull&Bear, Bershka y Stradivarius dejaron de operar allí, donde quedan 242 tiendas del resto de cadenas, según los últimos datos del grupo a 31 de enero de este 2023. No es un caso excepcional. H&M o Mango también cambiaron su estrategia tras el golpe al negocio de la estricta política de “COVID Cero” que las autoridades chinas mantuvieron hasta hace relativamente poco y las medidas proteccionistas para dar alas a marcas propias frente a la competencia extranjera.

Son las mismas razones que despertaron la vieja aspiración de la relocalización de la producción textil a Europa. Se rompieron las cadenas de suministro globales en los momentos más duros de la crisis sanitaria del coronavirus. La industria de la ropa pagó la factura de su enorme dependencia a la fabricación en lejanía. El sector en Galicia, lastrado por la contención del consumo en el confinamiento, mermó un 21% sus importaciones de prendas en 2020. La caída de las compras a China, con su actividad manufacturera paralizada, fue todavía mayor, del 26%.

La prolongación de los cortes de suministro desde el gigante asiático obligó a las empresas de moda de la comunidad a buscar alternativas para abastecerse. Volvieron a Portugal, donde sus pedidos se dispararon el 35% en ese primer año de pandemia; reforzaron el comercio exterior con Turquía, convertido en el primer proveedor del textil gallego; y ampliaron el foco al resto de Asia, especialmente Bangladesh y Pakistán. “La conectividad logística, el precio del transporte o los plazos de entrega continúan siendo muy importantes, pero se interesan cada vez más por los aranceles que se aplican a un determinado producto para decantar la balanza hacia los países que aportan un mayor ahorro”, explica Marc Ginjaume, director general adjunto de la operadora logística AGSA, en un reciente informe sobre la diversificación de mercados de aprovisionamiento de la industria de la confección española.

Pero el músculo de China es demasiado grande. Y cada vez más innovador. Con la relajación definitiva de las restricciones para la gestión del COVID-19, el textil gallego vuelve a recortar las distancias con el país. Las importaciones de prendas de vestir ascendieron a 157,7 millones de euros entre enero y julio de este año, el doble que en el mismo periodo de 2022 y el mayor saldo de la historia, por encima incluso del bum de 2008 después del fin de los aranceles.

Trajes sastre y jerséis de punto

El grupo de productos más importados desde China son los trajes sastre (33,8 millones de euros) y los jerséis de punto (20,1 millones). La evolución del comercio textil con Galicia contrasta con la tendencia general de las exportaciones del país a todo el mundo. En septiembre descendieron el 6,2% (282.557 millones de euros), su quinta bajada mensual consecutiva.

Ninguno de los otros principales socios comerciales de las empresas de moda de la comunidad registra semejante avance, aunque sí es evidente la consolidación de Asia como proveedor de referencia. Las importaciones desde Bangladesh crecieron el 6%, hasta los 208,4 millones de euros; un 15,9% desde Pakistán (45,2 millones); el 172% en el caso de India (42 millones); el 62% desde Camboya (38,8 millones); y el 58,8% desde Myanmar, la antigua Birmania (20,3 millones).

El continente concentra casi el 43% del saldo total, mientras los destinos en cercanía se estancan o sufren desplomes sin precedentes. Como Francia, que recortó prácticamente a la mitad sus exportaciones de ropa a Galicia (3,1 millones); el mismo recorte que Países Bajos (3,3 millones). La bajada de Italia fue del 77% (12,2 millones). Turquía se mantiene como el mayor fabricante para las cadenas de Galicia: 238 millones, solo el 1,7% más que en los siete primeros meses del año pasado. Las compras en Portugal apenas avanzan también: el 1,4%, con 235 millones. El tercer vértice del triángulo de la producción de proximidad para el textil gallego y el del resto de España es Marruecos. La partida ronda los 163 millones después de un tímido ascenso del 1,3%.

Principales mercados

  • Saldo con Turquía: 237 millones de euros

    Es el principal proveedor de prendas para el textil gallego a pesar de una subida de solo el 1,7%.

  • Compras en Portugal: 235 millones de euros

    El país vecino fue el gran salvador del sector en 2020. Este año crece únicamente el 1,4%.

  • Desde Bangladesh: 208 millones de euros

    Gana cada vez más cuota en las operaciones. Hasta julio aumentaron el 6,4%.

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