El avance y la calidad del empleo elevan los ingresos por cotizaciones a cotas históricas

El sistema público ingresa en Galicia, con las mutuas, más de 1.800 millones hasta mayo | Las bases de cotización, camino de los inéditos 2.000 euros | Los convenios, aún al alza

Mujer trabajando en una fábrica

Mujer trabajando en una fábrica / Manaure Quintero

Lara Graña

Lara Graña

Galicia alcanzó su máximo histórico de afiliaciones en la antesala de una ola ante la que no existían diques de contención. Fue en julio de 2008, cuando se acariciaron los 1,095 millones de cotizantes a la Seguridad Social. Entonces se hundieron Lehman Brothers, Fannie Mae, Freddie Mac... y, tras ellos, explotó una burbuja de crédito y ladrillo que reventó un sistema económico andamiado de deuda y con cimientos de barro. El pasado mes de junio se alcanzaron las 1.067.230 afiliaciones en la comunidad, incluso en un contexto minado por el impacto de la guerra y la inflación.

El mercado ha cambiado sustancialmente desde aquellos tiempos de la supuesta bonanza: la construcción ha perdido un tercio de mano de obra, las actividades turísticas han dado un salto exponencial, los servicios sanitarios y de asistencia (públicos y privados) han ganado unos 20.000 efectivos y se ha avanzado en el reemplazo de fábricas intensivas en mano de obra por trabajos más especializados y digitales. No solo ha crecido el empleo, sino también su calidad y remuneración, como explicitan todos los registros oficiales. Con un efecto claro en la recaudación por cotizaciones, que superó los 1.800 millones hasta el mes de mayo, de acuerdo a las cifras del ministerio que dirige José Luis Escrivá. Contando con la recaudación registrada por las mutuas colaboradoras de la Seguridad Social, supone un incremento interanual de casi el 8%; en comparación con el ejercicio previo al COVID –en este caso, sin las mutuas–, el avance alcanza los 17 puntos porcentuales.

Es un techo desconocido hasta la fecha y al que han contribuido una multiplicidad de factores. Es evidente el empuje que generan las mayores cifras de afiliaciones, pero también es preciso tener en cuenta la revalorización de los sueldos –por debajo del coste de la vida, eso sí–, la subida del salario mínimo interprofesional (SMI) o la proliferación de perfiles laborales mejor remunerados. En lo relativo a la variación de las nóminas, los convenios colectivos han empezado a mostrar ahora cierta contención en las subidas pactadas, de un 3,44% hasta el mes de mayo, pero siguen en cotas elevadas. Es una ratio superior a la media del conjunto de España (3,26%), y son los acuerdos de empresa los que están aplicando las mayores alzas en las nóminas, con un abultado 5,77% en las de la provincia de Pontevedra (la segunda mayor revalorización del país).

De esos más de 1.800 millones de euros recaudados por cotizaciones, son las vinculadas al régimen general las que han propiciado estos números tan altos. Fueron 1.268,5 millones de euros tramitados a través de la Tesorería General, y otros 48 millones a través de las mutuas. En comparación con el mismo periodo de 2019, previo a la pandemia, los ingresos por cotizaciones del régimen general han medrado más de un 17%; los del régimen especial de trabajadores autónomos no evolucionaron nada, se quedaron en los mismos 184 millones de euros. Y se produjo una circunstancia curiosa: aunque los afiliados al régimen especial del mar han menguado en los últimos años, la recaudación se ha mantenido. El envejecimiento en las actividades vinculadas a la pesca, y que los salarios son más altos en la última etapa de la vida laboral para estos profesionales, lo explican.

Industria

Otro aspecto capital es el tirón de las actividades industriales, que son las mejor remuneradas de media que el conjunto del sector servicios o el primario. En su conjunto –no solo con la manufacturera–, cuenta a día de hoy con 146.780 trabajadores en alta laboral, con buena parte de sus subactividades en niveles más elevados que hace un año. Ha crecido la afiliación en la de alimentación, automoción, productos metálicos, informáticos, fabricación de bebidas o farmacéuticos. En el lado negativo perseveran el textil y, sobre todo, el naval. Y es así pese a la reactivación exprés de los trabajos en la antigua Hijos de J. Barreras –con Grupo Armón–, aunque sin expectativas claras de que astilleros como San Enrique (ex Factorías Vulcano) o Metalships & Docks recuperen cotas intensivas de mano de obra.

Del lado opuesto están actividades enmarcadas dentro del macrosector servicios, con perfiles más técnicos –los STEM, siglas en inglés de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas– o con niveles salariales a priori más altos. Por ejemplo, el empleo para servicios de programación o consultoría vinculados a la informática ha creado más de 3.700 puestos en solo un año (+33%), con buenos balances también en las actividades de arquitectura y energía, las telecomunicaciones o las contrataciones de la administración pública.

¿El efecto? Muy claro en la evolución de las bases medias de cotización, que en Galicia se encaminan hacia los 2.000 euros mensuales, de acuerdo también a los datos facilitados por la Seguridad Social.

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