Baloncesto

Capítulo por escribir

María Araújo, feliz en su aterrizaje en Turquía aunque aún tardará alrededor de un mes en debutar con el Çukurova

Sueña con estar lista para los Juegos de París, pero sin obsesionarse

María Araújo, durante una
 estancia en Vigo.   | // MARTA G. BREA

María Araújo, durante una estancia en Vigo. | // MARTA G. BREA / Armando ÁLvarez

Armando Álvarez

Armando Álvarez

María Pérez Araújo se pausa a la vez que su vida se acelera. “El timing”, repite; el manejo de los tiempos. El pasado martes seguía en Vigo, su ecosistema natural además de refugio en vacaciones y convalecencias. Ayer compraba la cena en un supermercado de Mersin, localidad al sur de Anatolia, como cualquier otra residente. De jugadora de baja y en paro ha pasado a fichaje flamante del Çukurova Basketbol. En el horizonte asoman los Juegos de París y por eso mismo debe afianzarse en cada paso. “Estoy con ganas. Me veo en el sitio adecuado para acabar la recuperación y luchar por títulos”, decreta.

Sucedió el 1 marzo. Faltaban 29 segundos en el Perfumerías Avenida-Girona de Euroliga, con las gerundenses ya eliminadas. María, internacional consolidada, capitana del Girona, campeona de Copa y Supercopa, chocó con las locales Cazorla y Vilaró. Un sudor frío siguió al conocido crujido de su rodilla derecha. El diagnóstico solo confirmó horas después lo que María ya sabía: había vuelto a romperse el ligamento cruzado casi exactamente dos años después.

Joan Carles Monllau la operó tres semanas más tarde en el Hospital Sant Pau de Barcelona. Para la rehabilitación, la viguesa decidió ponerse en manos de especialistas valencianos. Y rechazó la oferta de renovación por dos años del Girona. Al contrato no lo acompañaba un rol en la plantilla. María quería mantener abierta la opción de volver a sentirse valiosa en la temporada 23-24. El pasado 27 de diciembre se anunciaba su fichaje por el Çukurova –la Cilicia clásica– Basketbol Mersin. Firma hasta 2026.

Ha sido una seducción cocinada a fuego lento. El Çukurova llevaba tiempo empeñado en su captación. “Ha sido realmente el club que ha apostado por mí. No he tenido ninguna oferta española por dos años y medio, que implicase acabar la recuperación. Confían en que pueda ser una jugadora importante para ellos. Me quisieron antes de lesionarme y dijeron que volverían a contactar conmigo. Han cumplido. No han sido solo palabras. En el mundo del deporte hay que valorarlo”.

También María exhibe su confianza en el proyecto cilicio, que atraviesa sus convulsiones. Los equipos turcos han heredado la hegemonía de los rusos Ekaterimburgo y Kursk, vetados. Mersin y Fenerbahce combaten en lo doméstico y lo internacional. El conjunto de Estambul se impuso en la pasada final de la Euroliga (99-60). Lidera la actual liga otomana con seis puntos de ventaja. Demasiados disgustos para la directiva del Çukurova. El entrenador Olcay Orak fue destituido escasos días antes del fichaje de María. La estrella ucraniana Alina Iagupova se ha ido al Valencia. A Orak lo ha sustituido Ceyhun Yildizoglu. “Yo le llamo ‘coach’. Al no saber pronunciar su nombre, me parece más respetuoso”, bromea María, que asume: “Son momentos de cambio. Sabía que lo del entrenador iba a pasar. El nuevo ya había estado en el club y es de confianza. Leonor Rodríguez me dio buenas rerencias. Y están buscando fichar a alguien por la baja de Alina. Es un club con presupuesto”.

No se han terminado los disgustos. María asistió el viernes a la final de la copa turca. Perdió el Çukurova. El ánimo, sin embargo, ha mejorado. El Fenerbahce sólo pudo imponerse en la prórroga por 79-76 y con un triple milagroso, “un churro sobre la bocina”, de la gran Emma Meesseman, verduga de la selección española en la final del último Europeo. “El equipo respondió ante el Fenerbahce, que tiene una estructura regular, sin cambios. Nosotras, en esta dinámica nueva, competimos. Es un club supercambicioso que quiere estar en todas las finales. Hay que ir a por ello”.

La viguesa disfrutó del “ambientazo”. Se divirtió, sabiéndose solo espectadora. El presidente del Çurukova, Serdar Çevirgen, quiso que acompañase al equipo de igual manera que ha considerado pertinente su mudanza inmediata para favorecer la aclimatación. “Es demasiado pronto para debutar. Me quedará un mesecito o así”, calcula. “Querían que ya estuviese con ellos para empezar a situarme en Mersin. Mis sensaciones son buenas. Me falta encontrarme poco a poco en pista y con más gente tras tanto tiempo entrenando sola. Y es mejor hacerlo con mis compañeras”.

María Araújo, con el alcalde de Soutomaior, Manuel Lourenzo, y Cuco Rodríguez.

María Araújo, con el alcalde de Soutomaior, Manuel Lourenzo, y Cuco Rodríguez. / Cedida

La rodilla está respondiendo, asegura, y la cabeza acompaña. “Tampoco tuve miedo la primera vez. Es trabajo de psicólogo y de ser muy consciente de lo que estás viviendo. Aceptas que tu cuerpo está pasando por un momento de cambio. Estoy satisfecha”.

María destaca además “las facilidades” que el Mersin le ha prometido. “No me están metiendo prisa”. Los plazos se están pautando con el doctor Monllau. La plantilla tiene a su disposición un traumatólogo, dos fisios y un masajista. Las instalaciones son “increíbles, no había visto nada así a nivel europeo, con sauna, máquinas de hielo. Nos cuidan mucho. Eso ayudó a que me decantase. Era una prioridad”, explica.

“Afronto un gran reto. Siempre lo es al salir de España”, conviene la viguesa, que ya jugó en el Wisla Cracovia en la temporada 18-19. “Por la lesión también necesitaba cambiar el chip e iniciar un capítulo nuevo”. Para la rutina cotidiana, describe de Mersin: “Hace un tiempo maravilloso, que es algo que como gallega valoro. Se palpa la cultura diferente, pero es una ciudad turística, acostumbrada a gente de fuera. Chelsea Gray –compañera en Girona– me había anticipado que la calidad de vida es muy buena”.

“Los Juegos está ahí”, admite, pero matiza: “Es mi sueño, pero no puedo obsesionarme”. El seleccionador, su paisano Miguel Méndez, y otros responsables federativos “han estado pendientes”, agradece. “Sé que estoy en el ‘roster’ de 24 que se manda a FIBA. Pero primero hay que ver cómo vuelvo en estos meses. Si Miguel me ve suficientemente bien, me dará la oportunidad”.

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Pudo María haber vuelto a vestir de celeste, el color que heredó de su madre, la histórica Ángeles Araújo, y el que ella misma asumió como propio desde infantiles. En 2015, traspasando la frontera de la mayoría de edad, María se trasladó a Ferrol, iniciando su periplo profesional. Había crecido demasiado para un Celta anclado a Liga 2 en el inicio de su depuración financiera. Y aunque ahora en Liga Endesa, sólo la lesión había situado el caché de la prestigiosa internacional viguesa a su alcance. Su club natal se le ofrecía como destino ideal, y conscientemente provisional, en el tramo final de la recuperación. El corazón, paradójicamente, ha pesado en contra; no por escasez sino por exceso. “El Celta ha estado hasta el final en la mesa como opción”, reconoce María. A familia y agente les argumentó: “El sentimiento que tengo por el Celta me podía haber condicionado. Si hubiese algún partido a vida o muerte por mantener la categoría, la parte emocional hubiese podido a la racional. Para la rodilla igual no hubiese sido lo mejor”. Sus charlas con la entrenadora celeste, Cristina Cantero, mentora de su adolescencia, han sido recurrentes: “Me encantaría volver a jugar con Cris. Nuestra conexión ha sido siempre muy buena”. María quiere que Navia la disfrute en plenitud: “Si voy al Celta es para poder disfrutarlo y estar bien, siendo una más, sin que se creen expectativas de nada ni volviendo de una lesión. Si se tiene que dar, se dará. Espero que el Celta esté muchos años en Primera y que podamos en algún momento reencontrarnos. Por ahora había muchos condicionantes. Para mi recuperación no era lo mejor”.

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